PLUTOCRACIA Y MODERNIDAD

Nuestra sociedad se ha convertido en un gobierno de los ricos, en una plutocracia en la que el dinero se concentra cada vez en más pocas manos. El 1% de la población lo tiene casi todo. Por tanto, puede que Ud. también considere que nuestros más acuciantes problemas no son los temores oficiales: la ecología de salón, la pretendida desigualdad, el feminismo radical, la ideología de género, la violencia de género, otros problemas de géneros, la memoria histórica… y que sospeche que todo ello no sean más que cortinas de humo, publicitadas hasta la extenuación; y que, en realidad, los problemas reales sean otros. Es decir, que, por increíble que parezca, hay cosas más graves como, por ejemplo, la degradación a la que se somete a diario al ciudadano, obligándole a competir en unas condiciones cada vez más duras, el deterioro constante de las condiciones de vida de las personas, y la pretensión más o menos velada de conseguir que el ser humano se transforme nuevamente en un esclavo al servicio de un poder global invisible pero presente, cada vez más aterrador.  

La precariedad en la que se nos obliga a vivir de forma cotidiana es ya, en sí misma considerada, una antigua forma de esclavitud, pues sitúa a la persona en una situación de dependencia, y convierte una vida que podría tener ciertas seguridades, siempre en azarosa, obligando a la persona a aceptar condiciones de vida desconocidas hasta hace bien poco. Este hecho, que vivimos a diario, genera altas dosis de ansiedad en los ciudadanos, pues se ven impotentes para prever su futuro, razón por la cual la ansiedad está presente en nuestras vidas y somos la primera nación en consumo de ansiolíticos. 

Ante esto, la sociedad se muestra ignorante y pasiva. Increíblemente, contemplamos a diario el espectáculo de nuestra propia destrucción y, sin embargo, aplaudimos, entusiastas, por la “asombrosa gesta”, convenientemente publicitada, que supone preocuparse de ciertas “minorías” (el 1% de la población) supuestamente olvidadas, mientras ignoramos que la realidad es que se desconoce al noventa por ciento restante. Ante el silencio de todos, la clase media es sometida a implacable exterminio, expoliada, al igual que la extinta clase obrera. A la primera se la pretende sustituir por el funcionariado, y la segunda se la diluye en un océano de “autónomos” falsos e impostados.

Respecto a nuestros representantes, la clase política está compuesta en su gran mayoría por políticos zombis que se mueven,  interpretando cada uno su papel, programados todavía con caducas ideologías del siglo XVIII, y que escenifican enfrentamientos teatrales e irreales para una población en su mayor parte borreguil e ignorante.

En esta situación, y para nuestra vergüenza, llevamos ya varias generaciones de jóvenes frustrados, en las que a sus integrantes no se les ofrecen oportunidades ni futuro, por lo que se sienten malogrados, cansados, sufren de ansiedad, depresión; mientras, se consigue la increíble proeza de que, gracias a la propaganda, ellos mismos lleguen a autoculpabilizarse de su propia situación, autoresponsabilizándose del fracaso de sus vidas; todo un logro de ingeniería social: objetivo cumplido.

Todo ello en un marco en el que la UE se manifiesta como el camuflaje perfecto de una tiranía económica en la que mandan los países del norte y en la que no se puede vender un cartón de leche o un kilo de harina sin el beneplácito de Bruselas.

Todo indica que viajamos a velocidad de vértigo, nuevamente, hacia esa sociedad plutocrática a la que nos hemos referido, en la que sólo van a haber unos pocos, muy pocos, ricos, muy ricos y… luego estaremos los demás, una masa desclasada, a la que se quiere cada vez más pobre e ignorante; una nueva edad media en pleno siglo XXI, si, ese mismo, el que nos pintaban como la época prodigiosa.

Hoy, más que nunca, parafraseando a Montesquieu, necesitamos más que nunca un poder que detenga al poder; es urgente recuperar la dignidad de las personas, y debemos evitar que nos conviertan a todos en esclavos, por lo que se hace más evidente que nunca la necesidad de un movimiento de regeneración, un aggiornamento que nos devuelva todo lo que nos han ido arrebatando, sustrayendo, en estas últimas décadas, sin que nos diésemos cuenta, mientras nos hacen vivir en una completa desinformación e incluso, se nos invita a autorreponsabilizarnos de nuestro fracaso: no triunfamos porque no somos productivos, según “El País”.

¿Y cual es este poder que debemos detener?. Evidentemente el poder financiero. Es posible que dudemos de que esto sea realmente así, pero fijémonos en el último viaje del Presidente, a USA el pasado mes de julio de 2021. Y echémosle un vistazo a las personalidades que ha elegido para reunirse: “altos cargos de Ares Management Corporation, Bank of America, Blackstone, Bank of New York Mellon, Brookfield Asset Management, JP Morgan, L Catterton Partners, Rokos Capital Management, Lone Star Funds, Morgan Stanley, Providence Equity Partners, Soros Fund Management, Wellington Management Group y AmChamSpain”, según una información suministrada por el propio Gobierno de España.

Ninguna referencia a reunirse con el Presidente USA, ni con el Vicepresidente USA, ni con nadie del gobierno americano. Solo con los que acabamos de citar. 

Sin embargo, le ha faltado tiempo para reunirse con “Larry Fink, cofundador, presidente y CEO de BlackRock, el mayor fondo de inversión del mundo, con activos bajo su gestión que superan los 9 billones de dólares, y una de las gestoras de activos más comprometidas con la inversión con criterios sostenibles”, sigue informando el Gobierno de España, a lo que añade las palabras del Presidente: “España es en estos momentos unos de los lugares más atractivos de Europa para invertir". De lo que se desprende un sometimiento total al poder financiero, una genuflexión complaciente ante los fondos de inversión. 

Que el Presidente no fuera recibido por su homólogo USA ni por ninguna autoridad, ha sido utilizado por la oposición para hablar de la escasa relevancia que su presencia ha supuesto en el continente americano, utilizando esto para intentar denostar su figura. Sin embargo, lo cierto que la entrevista que ha mantenido con el CEO de Blackrock demuestra quien tiene el poder en la realidad, y acredita lo que afirmamos, la preponderancia del poder financiero frente a todos los demás, primero el poder financiero, luego el político; la gente, al final, esencialmente manipulable.

 

Imagen: Verónica Rosique

  • José Manuel Millet Frasquet es abogado.