Quejarse no basta

“Quejarse es el pasatiempo de los incapaces”, leí hace un tiempo, y me pareció que refleja parte de la realidad. Ojalá sea una percepción o impresión mía, y que los lectores tengan otra impresión: vivimos en una sociedad de quejicas convulsivos, constantes. Basta recordar las últimas conversaciones o las noticias que se reflejan en los medios de comunicación: todo genera un sinfín de quejas. La Sanidad, la educación, la situación económica, el paro, la Iglesia y la actitud de los católicos, la juventud, los patinetes y ciclistas que circulan por nuestras calles: cada uno puede completar esta lista.

Quejarse es el remedio de quien es incapaz, pero sobre todo de la persona cómoda. Quejarse, lamentarse por todo, es muy cómodo: es la técnica de trasladar siempre a los demás la responsabilidad, situándonos a nosotros mismos en un trono de juez, en vez de plantearnos qué podemos hacer para mejorar eso que nos molesta tanto. Es cierto que no está en nuestra mano cambiar ciudades o países. Lo que sí está en nuestra mano es hacer algo, o empezar por reconocer que parte del problema somos nosotros mismos.

La queja es muy cómoda. Más que remedio de los incapaces, es la solución de los comodones que se refugian en la pasividad. Si siempre son los demás los culpables de una situación, nos refugiamos en nuestro mundo de caprichos u opciones, aislándonos, en vez de intentar sumar remedios. Algunos argumentarán desánimo. Lo único que no sale adelante o no se mejora es lo que no se intenta: a veces, sale; y otras, no.

Algunos ejemplos me parecen elocuentes de esta queja que nos embarga. Nos quejamos de la deficiente atención sanitaria, una Sanidad que se ha ido deteriorando: casi nadie comenta que muchas citas solicitadas por los pacientes se quedan desiertas, porque el paciente no acude ni avisa, llegando en algunas consultas a una cuarta parte de los que han pedido cita. Me parece una falta de civismo muy considerable, porque eso impide que otros pacientes vayan, y lo fácil es quejarse de que nos den cita para dentro de una semana. ¿Soluciones? Toda la responsabilidad de la Sanidad se achaca a los gobernantes, que tienen una gran parte de responsabilidad, pero no son los únicos.

Otro ejemplo: el fracaso escolar y el bajo nivel de la enseñanza obligatoria. Apenas hay madres o padres que se impliquen en muchos Consejos Escolares o AMPAs, o recojan firmas, o reclamen medidas ante deficiencias graves a la Dirección o la Consellería. Quejas sobre la imposición del valenciano, por ejemplo, en bastantes casos en contra de la ley, pero que no movilizan a los padres. Quejarse no basta: hay que actuar.

 

  • Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
    Escribe, también, en su web personal.