El pestilente Mundial de Qatar

Ante los acontecimientos relevantes, es muy tentador alegar que poco o nada puede hacer uno personalmente. Por esa vía se justifica el anonimato y la comodidad, revestidas con un cierto aire de “estar de vuelta” o “haber vivido mucho”.

Es muy frecuente esa invocación al realismo acomodaticio. Pienso que es deseable que tengamos una opinión sobre los acontecimientos internacionales de cierta relevancia, precisamente para justificar lo que se dice ya en toda conversación: nos enteramos de todo, nos llegan noticias de todas partes. Desde la invasión rusa de Ucrania hasta el Mundial de Qatar, la situación política actual en Perú o las medidas de China contra el Covid.

Si nos quedamos en estar enteradillos, nos quedamos cortos. A una razonable información me parece que le ha de seguir adoptar decisiones o posturas, sin caer en la utopía o el quijotismo de querer superar todos los obstáculos con las solas fuerzas. Sin embargo, una postura pequeña, una decisión personal, tiene su importancia. Grano a grano se hace granero, y también uno se siente mejor sin ser marioneta de iniciativas o decisiones pestilentes: vamos, que resulta higiénico mentalmente, y hasta moralmente.

El Mundial de Qatar ha hecho historia desde el mismo momento que se aprobó celebrarlo allí, haciendo bailar a todas las ligas del mundo al ritmo de los petrodólares. Escandalizarse ahora porque se están descubriendo sobornos a eurodiputados, o se escribe sobre la compra de jugadores de Ecuador en su partido contra Qatar, suena a ingenuidad.

La corrupción no existe si dos no quieren, y en este caso, desde el comienzo, todo olía a podrido, sin contar con pruebas delictivas, como ahora se están descubriendo. Se han construido los estadios bajo unas intolerables cifras de obreros fallecidos y desarrollando su trabajo en condiciones infrahumanas, con informaciones que se iban diluyendo. Hablar ahora de escándalo apela a la responsabilidad de muchos, también la opinión pública mundial, y de modo especial de la FIFA.

Este lunes la policía de Bruselas ha llevado a cabo una segunda redada en las oficinas del Parlamento Europeo por el escándalo de los sobornos, la corrupción de Qatar en la Unión Europea. 19 residencias y oficinas registradas, además de diversas oficinas, capturando toda la información existente en el soporte informático de 10 funcionarios.

Hasta ahora, cada investigación ha descubierto cantidades elevadas de dinero. Ante este escándalo, la presidenta del parlamento, Roberta Metsola, ha manifestado que “no habrá impunidad”. La socialista griega Eva Kaili se ha convertido en la primera eurodiputada detenida pese a su inmunidad legal.

Todo olía a podrido desde el comienzo. Años nauseabundos. Como suele suceder con acontecimientos mundiales, se lavan las manos la mayoría de las personas, cerrando los ojos, tapándose la nariz, en beneficio de un deporte – el fútbol – que ha quedado herido gravemente con este Mundial.

Cada día que pasa me confirmo en que la decisión que tomé de no ver ni un minuto de este Mundial nauseabundo era la única manera de protestar ante mi pequeño mundo por un pestilente espectáculo. Y me está sentando bien, la verdad.

Me gusta el fútbol, he jugado mucho al fútbol, y por eso esta decisión personal ha extrañado a muchos, alegando que corrupción siempre hay en casi todo. Una cosa es la corrupción oculta y otra la corrupción manifiesta-continuada-descarada. Este Mundial me ha dado asco desde el comienzo, me sigue dando y me siento muy libre sin ver ni un minuto, y no es por el pobre papel de la selección española.

 La FIFA, el planeta fútbol, tiene sobrados motivos para avergonzarse, y desde luego no permitir que nadie corrupto “se vaya de rositas”.

 

  • Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
    Escribe, también, en su web personal.