Lecciones de Florencio

Si la enseñanza es importante, también lo es entresacar experiencias positivas de cualquier época y lugar, sin cerrazón. Un claro ejemplo es Florencio Navarrete, que en Teruel fundó y dirigió el Colegio Menor San Pablo, desde 1966 hasta su jubilación, y en el que residieron o participaron miles de alumnos, ahora diseminados por muchas ciudades, también en Castellón. 

Yo participé en algún curso de verano y palpé ese “otro modo de enseñar” del San Pablo, en el que estudiaron o trabajaron José Antonio Labordeta, Federico Jiménez Losantos, Joaquín Carbonell, Eloy Fernández Clemente, Manuel Rando… Había preceptores y colaboradores, ya que los estudiantes recibían las clases en otros centros. El San Pablo adquirió desde el comienzo un sello propio, superando no pocas dificultades, destacando por su amplia y variada vida cultural, periodística, musical.

Hace unos días tuvimos un coloquio con Florencio Navarrete, lúcido a sus 90 años. Al preguntarle por el secreto del San Pablo, no dudó en responder que fue la participación, y unas cualidades excepcionales de los primeros, que contribuyeron a darle esa identidad de libertad y creatividad cultural, no frecuente en aquella época. Los alumnos procedían del medio rural, con becas: tenían gran afán por estudiar, aprobar todas las asignaturas para no perder la beca, ya que la economía familiar era más que ajustada. 

Florencio Navarrete era más educador que profesor. Hizo del San Pablo un colegio participativo, innovador y abierto. Era una autoridad razonada, conectando –ahora diríamos con “empatía”– con cada alumno y sus circunstancias. Florencio escuchaba, como en aquella ocasión en que un alumno fue a verle cariacontecido porque la chica que quería no le correspondía, y Florencio no le dijo apenas nada, sino que simplemente le ofreció un cigarrillo… algo que ahora sería impensable, claro.

Eran, en su mayoría, chicos de escasos recursos. Alguno dependía totalmente de lo que obtenía su padre por la recogida de la almendra en un pueblo, no precisamente en grandes cantidades. Un año se retrasó en exceso la almendra, y no podía pagar la estancia. La respuesta de Florencio es que siguiera, que ya le pagaría… si podía.

Crearon un grupo de teatro, una revista propia, una emisora de radio, y disponían de una página entera en el diario entonces llamado “Lucha”, hasta que el gobernador dijo “basta”. Se enseñaba a pensar y a respetar las ideas. Entonces y ahora es muy necesario. Tenían pocos medios pero mucha ilusión: tal vez ahora hay medios pero poca ilusión.

 

  • Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
    Escribe, también, en su web personal.