Geopolítica de la diplomacia: de la clásica a la digital (y IV)

Diplomacia digital

Si bien las principales finalidades de la diplomacia, tales como representar, establecer negociaciones y garantizar los intereses específicos de su país siguen siendo plenamente vigentes, lo que está cambiando es la forma de conseguir dichos objetivos.

La tecnología de las comunicaciones, el amplio mundo del ciberespacio, la masiva difusión de internet y el creciente uso en todo el mundo de las redes sociales, servicios de mensajería instantánea y otras plataformas digitales, ofrecen un espectro novedoso pero tremendamente importante para seguir satisfaciendo los fines propios de la diplomacia tradicional.

Y aquí es donde entra en juego la llamada «diplomacia digital», que de un modo muy conciso se podría definir como alcanzar los fines clásicos de la diplomacia mediante el uso adecuado del ciberespacio, especialmente de las redes sociales. Dicho de otro modo, también podría definirse como el empleo de sistemas, medios y procedimientos digitales con la finalidad de conseguir objetivos diplomáticos.

A esta diplomacia digital también se la podría denominar como ciberdiplomacia, en el sentido de llevar y adaptar el concepto de la diplomacia clásica al ciberespacio, como nuevo escenario de interacción entre agentes, estatales y no estatales, con capacidad de influencia en las relaciones internacionales, para conseguir un ambiente socio-político beneficioso para el Estado.

Sin duda, dichas redes sociales y otras plataformas digitales se han convertido en uno de los privilegiados ámbitos para influir en la opinión pública, especialmente entre los más jóvenes –la mayoría de la población mundial, pues se estima que la mitad de la población mundial no ha cumplido los 25 años- por lo que es esencial tanto para individuos como para Estados conseguir y mantener una positiva imagen que redunde en su prestigio. Tampoco se debe olvidar que con la acelerada realidad actual, conseguir una buena reputación puede llevar mucho tiempo, pero perderla puede ser cuestión de minutos, apenas tras una frase, una acción o simple gesto desafortunado. Por ello, los Estados también se vuelcan en actuar con diligencia en este entorno.

Esta diplomacia digital se puede realizar de un modo abierto, identificándose en todo momento como perteneciente al servicio diplomático de un país12, pero también de una forma opaca, sin revelar la identidad. Y si los casos del primer supuesto son cada vez más habituales, los opacos abundan aún más, pues se han convertido en una fórmula muy eficaz de participar en los debates sociales y políticos de una sociedad sin que esta, a priori, se aperciba de que está siendo orientada hacia una determinada dirección de opinión. No obstante, basta solo con tener un mínima capacidad de análisis para darse cuenta en las redes sociales de quién está manifiestamente actuando en beneficio de un país, bien sea intentando ofrecer una imagen positiva de él, o al contrario, procurando dañar la de sus rivales en cualquier campo.

12 Las diez misiones diplomáticas con más seguidores en Twitter, a fecha de 22 de abril de 2018, eran: Embajada de EE. UU. en Manila: 835 000 (@usembassymanila); Embajada de EE. UU. en Pekín: 728 000 (@USA_China_Talk); Misión Permanente de Rusia en OTAN: 642 000 (@natomission_ru); Embajada de EE. UU. en Libia: 409 000 (@USAEmbassyLibya); Embajada de EE. UU. en Nepal: 369 000 (@USEmbassyNepal); Embajada de EE. UU. en Yakarta: 348 000 (@usembassyjkt); Embajada de EEUU en ONU: 322 000 (@USUN). Embajada del Reino Unido en Libia: 309 000 (@UKinLibya); Embajada de EE. UU. en Kabul: 298 000 (@USEmbassyKabul); Embajada de EE. UU. en Nairobi: 261 000 (@USEmbassyKenya);

La gran duda que se plantea cuando se habla de diplomacia digital es cuándo esta termina para manifiestamente convertirse en una operación de información u operación psicológica, incluso de ámbito global. Obviamente, cada país puede ofrecer una respuesta en función de sus intereses. Y como sucede en otros ámbitos geopolíticos, los países menos poderosos serán los que deseen una mayor moderación e incluso regulación, mientras los hegemónicos no querrán someterse a ningún tipo de control. Lo cierto es que, dada la importancia que ha cobrado el mundo digital, ningún país quiere estar expuesto a que una acción adversaria, instantáneamente difundida por todo el planeta, les arruine su prestigio, sea en el plano político o atacando a su economía, como puede ser mediante una campaña de desprestigio de una de sus industrias o empresas principales.

Una de las claves del éxito de la diplomacia digital está basada en identificar adecuadamente los intereses del público objetivo, de modo que los mensajes que se envíen, sencillos pero efectivos, coincidan con la forma de pensar y los anhelos de la mayoría de los ciudadanos, que no necesariamente tienen que coincidir con las políticas gubernamentales.

En EE. UU., siempre un paso por delante en los temas relacionados con la tecnología, a la diplomacia digital le han dado un nombre nuevo, refiriéndose a ella el Departamento de Estado como diplomacia impulsada por la tecnología (technology-driven diplomacy). Mientras, en otros países han optado por nombres alternativos como e-diplomacia, ciberdiplomacia, tecnodiplomacia o diplomacia virtual. En cualquier caso, y con independencia del nombre que se le dé, lo que todo ello refleja es la importancia que en el mundo se está concediendo a esta nueva concepción de la diplomacia, llamada a ir en aumento a la par del imparable desarrollo tecnológico.

 

La diplomacia digital rusa

Para Rusia, la diplomacia digital es un instrumento fundamental para difundir los mensajes gubernamentales a la audiencia internacional, en el marco del programa de Apoyo a la Información de las Actividades en el Exterior. Moscú se ha volcado en la práctica de la diplomacia digital al observar las ventajas que supone en cuanto a la consecución de las finalidades de la política exterior.

Para el Kremlin, si hay una batalla que debe imperiosamente ganarse, esa es la de la información, la de la capacidad de influir en la opinión pública de modo que se pueda llegar a condicionar. Además, siendo consciente de la actual superioridad occidental en el ámbito de la información, es plenamente consciente de que debe redoblar sus esfuerzos en este campo, pues más que nunca es cierto que quien domina la información tiene en sus manos el mundo. De este modo, las embajadas rusas diseminadas por el planeta han aprendido a emplear eficazmente las redes sociales y los sistemas de mensajería instantánea con la finalidad de beneficiar la imagen de su país.

 

Relación entre diplomacia e inteligencia

Según François de Callières en De la manière de négocier avec les souverain, «del embajador se dice que es el espía honorable, ya que una de sus principales ocupaciones es descubrir los secretos»13. De lo que no cabe duda es que la relación entre la diplomacia y los servicios de inteligencia ha sido y sigue siendo muy estrecha. Aunque no exenta también de mutuos recelos, ambos pilares de cualquier Estado coinciden en un objetivo común: obtener información. Incluso si las áreas de interés concretas pueden ser diferentes, y los informes que realizan tienen distintos enfoques, la diplomacia y la inteligencia están condenadas a entenderse si en verdad quieren rendir el debido servicio a su país.

13 François de Callières, op. cit.

Dependiendo de las personalidades de los actuantes en cada esfera, como sucede en cualquier otro campo, las relaciones serán mejores o peores, pero en todo caso siempre existen. Una delegación diplomática sin ojos y oídos especializados quedaría coja sin remedio. En unos casos, como sucedía prioritariamente hace años cuando las comunicaciones no eran tan fluidas, serán los propios diplomáticos los que dirijan la acción de la inteligencia, mientras que en otros los agentes secretos tendrán mayor libertad en el desempeño de sus funciones, aunque lo ideal es que la coordinación sea estrecha. Entre dichos agentes de inteligencia los habrá que estén inmersos en la propia delegación diplomática –un caso muy común- para así gozar de los beneficios del pasaporte y la inmunidad propia de los diplomáticos. Pero también pueden existir los que actúen de forma opaca, incluso a veces sin el conocimiento del jefe de la delegación.

Así lo ve Edward N. Luttwak en Parabellum. La estrategia de la paz y la guerra, para quien «cualquier esquema de gran estrategia requerirá acción diplomática concertada en diplomacia, propaganda y operaciones secretas, tanto en la esfera económica como en la política militar»14. Así mismo, François de Callières sostiene que «el secreto es el alma de la negociación» y que «en diplomacia, hay que hablar poco y escuchar mucho; mucha flema, discreción y una paciencia a toda prueba»15, ambas cosas íntimamente relacionadas con el mundo de la inteligencia.

14 Luttwak, Edward N. Parabellum. La estrategia de la paz y la guerra. Siglo XXI. 2005.
15 Ibid.

Por otro lado, tanto diplomáticos como agentes de inteligencia deben tener un conocimiento muy preciso y detallado de los líderes –políticos, militares, sociales, sindicales, periodísticos, religiosos, etc.- del país en el que actúan, pues solo entendiendo sus personalidades –y sus debilidades- podrá realizar con éxito las pertinentes negociaciones e incluso aventurarse a predecir sus siguientes pasos.

Finalmente decir que, si Pedro Herranz tenía razón cuando decía en Status belli que «en diplomacia, hasta que la guerra se declara, y aun después, el engaño estratégico vuelve a emplearse»16, no cabe duda que nadie mejor que los servicios de inteligencia para llevar a cabo acciones de decepción.

16 Herranz, Pedro. Status belli. Las Antorchas. Madrid. 1953.

 

Conclusión

A lo largo de este documento dedicado al mundo de la diplomacia, se ha tratado de demostrar la enorme importancia que esta tiene en el contexto geopolítico. Y si siempre la ha tenido, probablemente hoy en día su relevancia se ha incrementado notablemente con los avances tecnológicos en el campo de la comunicación.

A cualquier país, con independencia de su tamaño, capacidades y potencialidades, disponer de un buen servicio diplomático le proporciona indudables ventajas geopolíticas. Si además a esa eficacia es capaz de unir una fuerza creíble que la respalde, sin duda tendrá en sus manos una ventaja capital a la hora de establecer cualquier negociación internacional