¿Quo vadis España?

Tras el resultado negativo de la segunda sesión de investidura de Mariano Rajoy no puedo dejar de plantearme la incertidumbre que se abre para todos nosotros en los próximos dos meses y, sobre todo, mucho más allá. Las decisiones que se tomen en los próximos sesenta días condicionarán nuestro futuro para bien y…para mal.

Se supone que se va a esperar al resultado de las elecciones autonómicas gallegas y vascas. Y dependiendo de ellos el nacionalismo redoblará sus exigencias e intemperancias.

Los nacionalistas están esperando como agua de mayo ser la llave que decida el futuro de la nación española; no nos engañemos, su deseo es tensar la cuerda hasta el extremo pero no romperla. Piden su reconocimiento como nación, pero también millones de euros procedentes de España, nación de naciones, según ellos. Las cosas hay que tenerlas claras: si deseas ser independiente debes contar con medios económicos suficientes para poder mantenerte. No puedes pretender irte pero quedarte, no puedes aspirar a que todos los españoles sufraguen los desmesurados gastos de unas provincias que hayan dejado de serlo. Es cuestión de lógica: yo pago los gastos de mi casa no los de la del vecino.

¿Alguien se imagina que parte de sus impuestos fueran a pagar el derroche continúo de otra nación? ¿Alguno de ustedes sería partidario de dar un solo céntimo para financiar, pongamos por caso, el mantenimiento de las embajadas de cualquier potencia extraña?

Los nacionalistas/independentistas están deseando que los resultados les sean propicios para seguir exigiéndonos/insultándonos con nuestro propio dinero. Por supuesto que hay independentistas sinceros, de corazón, que desean realmente ser una nación dentro del concierto de las naciones desarrolladas europeas; contra este sentimiento no se puede ni se debe decir nada. Simplemente, respetarlo como nosotros pedimos nuestro orgullo y deseo de seguir siendo españoles. Y mostrarles las ventajas de un espacio común y no doscientas fronteras interiores.

Pero también hay muchas personas nacionalistas/independentistas de boquilla. Son muy conscientes que ellos seguirán medrando mientras permanezcan en España; su futuro personal está en ser la pieza clave del gobierno común. Deben encontrar muy coherente convocar un referéndum para independizarse y reclamar grupo parlamentario propio y los correspondientes millones de euros.

Durante las sesiones parlamentarias que se han visto por televisión no ha dejado de llamarme la atención la presencia, y además combativa, de nacionalistas vascos y catalanes. Si no reconocen a España, ¿por qué pertenecen a las Cortes generales del estado español? ¿Se están aprovechando, acaso, de los contrasentidos y las ventajas del sistema democrático que todos disfrutamos?

Y lo que es más grave, ¿por qué los políticos españoles siguen permitiendo semejante atropello? ¿Por qué se sigue permitiendo que las sentencias judiciales en un montón de ámbitos, pero especialmente en el educativo/lingüístico sean papel mojado en Cataluña?

Y no, no vale justificarse con el “hecho diferencial catalán”; hablo como historiadora, pero también como persona con sentido común: ¿qué es eso del “hecho diferencial”?

Es innegable que existen multitud de diferencias entre los españoles, y eso es bueno, porque la diferencia bien llevada enriquece, engrandece. Precisamente, pienso, lo mejor de España es su rica variedad de tierras y gentes.

Ahora bien, lo digo como licenciada en Historia, invito a todo el mundo a construir su propio conocimiento en cuanto a la construcción nacionalista de la historia; mejor, a su reconstrucción y falsificación. Por eso interesa a los nacionalistas manipular hasta el extremo la educación y, especialmente, la enseñanza de la lengua y de la historia.

El nacionalismo es una reacción ideológica surgida en el siglo XIX como contraposición al nacimiento y consolidación de los estados nacionales burgueses. Es una reacción contraria al derecho igualitario para todos, al mercado común interior, y al paso de súbditos a ciudadanos.

¿De verdad aspiramos a que por la falta de entendimiento y voluntad de pacto de algunas personas nos veamos abocados a un vergonzoso eterno bucle temporal de elecciones generales cada seis meses? O, lo que es peor, a que nuestro futuro dependa de unas personas con un concepto de democracia un tanto sui géneris: sólo puede votar y decidir aquel al que los nacionalistas de pro le den el correspondiente certificado; los demás, solamente tienen/tenemos derecho a permanecer en silencio. Y debemos trabajar para acabar con ello.

 

N de la R. El presente artículo de opinión fue remitido por Dª Carmen Bolumar a esta redacción el pasado 9 del actual. Por causas ajenas a nuestra voluntad no fue publicado en su momento.

  • Carmen Bolumar Sánchez es Licenciada en Historia Contemporánea