Complementa tus facetas femenina y masculina y sé feliz

Y yo añado : ¡Viva la diferencia! 

¿Repasamos algunas ?

La primera gran diferencia tiene que ver con el motor que nos lleva a actuar. El motor que mueve a las mujeres y a lo femenino está principalmente en su vida afectiva. Su trabajo consiste sobre todo en tratar de mantener sus relaciones afectivas en buen estado. Es decir, una mujer está bien en la medida en que la gente a la que quiere está bien con ella. Lo masculino se encuentra bien en la medida en que logra los objetivos y las metas que se propone. 

La diferencia de los motores genera una  segunda divergencia que no es menos importante y que define gran parte de las problemáticas que hombres y mujeres tenemos en nuestras discusiones cotidianas.  Por ejemplo: si acudimos al supermercado con él, mayoritariamente, tenderá a ir tan solo a los productos que le hacen falta; la mujer va a recorrer todos los pasillos. 

La mujer valora mucho más los procesos que los objetivos. Debido a esta mayor capacidad de vivir los procesos sin la urgencia del logro, a una mujer no le sirve o le sirve menos que un hombre la trate mal de lunes a viernes y al final de la semana la agasaje con un regalo. Puede que el regalo lo aproveche igual, porque somos mujeres inteligentes, pero no reemplazará nunca la sensación de placer que causa el que ese hombre la haya tratado bien todos los días. 

El cuidado de los tiempos, entender las cosas poco a poco, poder cultivar o cambiar ciertas situaciones dentro de la vida para ir disfrutando de ella en las etapas y en los procesos que se van viviendo parece ser muy relevante para la identidad femenina; en cambio, para los hombres es mucho más lógico disfrutar solo cuando estos objetivos están siendo logrados.  Esta capacidad de ir poco a poco, de valorar los pasos, se refleja también en el comportamiento sexual y es importante tenerlo claro.

Una tercera diferencia importante entre lo femenino y lo  masculino es la dificultad que tendríamos las mujeres, o lo femenino, para poder separar las cosas. Los bolsos son un estupendo ejemplo de cómo a las mujeres nos cuesta tanto mantener todo separado y ordenado. 

Sí, lo anterior es muy verdadero. Y muy frecuente es que para el hombre, durante el horario laboral, su mujer no existe. A una gran mayoría de nosotras nos ha tocado vivir el enojo de un hombre al que, camino de casa, se le pide algo que le obliga a cambiar la ruta que llevaba; o sentir que al llamarlo a la oficina se muestra muy distante, frío y poco cariñoso con nosotras. Llamas a tu hijo varón y la respuesta es: “Estoy trabajando, luego te llamo”.  Le haces la llamada a tu hija y te dice: “Dime, mamá“.

La cuarta diferencia entre lo femenino y lo masculino tiene que ver con una capacidad estructural o neurológica distinta entre hombres y mujeres. Lo masculino : monofocal. Lo femenino: multifocal. La verdad es que, si bien la multifocalidad puede ser un aspecto muy positivo dentro de lo femenino, ya que otorga el poder de concentrarse en distintas cosas a la vez – no es poco frecuente ver a mujeres viendo la televisión, planchando, hablando por teléfono, y al mismo tiempo revisando las tareas de sus niños, es asimismo causa de un gran cansancio y agotamiento. 

La quinta diferencia es que la mujer resuelve los conflictos hablando; lo masculino, en silencio. Esto es muy importante en la comunicación entre parejas.
 
Cuando una madre lleva por primera vez a su hijo a la guardería, su mensaje explicito es que ojalá ese niño no llore cuando entre, pero si efectivamente ese niño no lo hace y se adentra feliz en su aula, quien llorará será la madre, porque va a lamentar que a ese niño le haya sido tan fácil desprenderse psicológicamente de ella. Sentirá que ya no es necesaria para él. Tenemos dos mensajes o dos deseos que se contraponen y que de repente tienen un peso psicológico más o menos igual.

Las mujeres utilizamos de manera continua las siguientes dos frases para justificar el hecho de hacer todo lo que hacemos y no dejar de hacerlo: “ nadie hace las cosas como yo” o, lo que es peor, “ si no lo hago yo, no lo hace nadie”. Ambos constituyen argumentos de los cuales estamos absolutamente convencidos y frente a los cuales tanto los hombres como el resto de la familia, es evidente, no van a hacer nada. Es una responsabilidad individual dejar de hacer cosas para que el otro o los otros se hagan responsables de lo que les corresponde, y no seguir educando y formando a nuestro alrededor una generación de inútiles tras una mujer agotada, que se queja todo el día de lo que hace, pero sin dejar de hacer nada de lo que está haciendo.

En el aspecto emocional Pilar Sordo (psicóloga clínica y autora de libros de crecimiento personal)  descubre  la sexta diferencia entre lo femenino y lo masculino; esta diferencia tiene que ver con que, al parecer, lo femenino está entrenado para entristecerse por todo, y lo masculino, para enfadarse por los mismos motivos. 

La diferencia entre ambos sexos en cuanto al ejercicio de los tiempos personales, explica muy bien Pilar Sordo, es la que mayor repercusión en la infelicidad de las mujeres. ¿Esto que significa realmente? Significa que a las mujeres nos cuesta mucho darnos tiempo para nosotras mismas sin que esto venga acompañado de un sentimiento de culpabilidad, que a su vez y de alguna manera tiende a dañar nuestro grado de satisfacción en el proceso vivido. En cambio, para los hombres es muy fácil ejercer los tiempos personales, y para ellos darse esos tiempos está incorporado incluso culturalmente como un derecho básico. 

A nadie se le ocurrirá interrumpir a un hombre mientras duerme la siesta, está en el baño o ve en la televisión las noticias o un partido de fútbol. Culturalmente está permitido y existen códigos inconscientes que apoyan que los hijos despierten a la madre únicamente o, al menos, antes que al padre. No son escasos los  ejemplos en que las madres van al baño con los hijos para que estos no estén solos o simplemente para evitar que se planten a llorar solos junto a la puerta, convirtiendo ese momento en una instancia de conversación.

Esa capacidad masculina – y, por lo general, incapacidad femenina- de manejar los tiempos, tiene una alta repercusión en el nivel de satisfacción de la vida cotidiana .Escuché en cierta ocasión a Pilar Sordo explicar que “en la medida en que me permito tener tiempo para mi, el grado de satisfacción respecto a la vida que llevo debería ser mayor, así como menor la tendencia a responsabilizar al otro de los tiempos que él si se permite” . En general, las mujeres cometemos el error de castigar o retar a los hombres cuando los vemos ejercer sus tiempos personales, y esto nada más porque nosotras no somos capaces de generar esos mismos tiempos o esos mismos espacios en beneficio nuestro, culpándolos a ellos de algo que están haciendo bien y que, debemos imitar.

No existe en el ámbito femenino ninguna actividad que se compare a la satisfacción que la gran mayoría de los hombres experimentan cuando ven un partido de futbol o cuando se juntan a compartir alguno de esos encuentros 

Otra diferencia es que los hombres y mujeres juegan de forma diferente. En general, las mujeres dejamos de jugar a muy corta edad, esto quiere decir que si una niña de cinco años juega a las muñecas, en realidad no está jugando, pues esa muñeca ya ha dejado de ser un juguete: ahora es Catalina. Los hombres , en cambio, nunca dejan de jugar; se dice que “ ellos cambian los cochecitos de cuando eran niños por los coches grandes cuando son adultos”. A las mujeres nos falta la estructura masculina que da al juego como un elemento de salud mental.

Y podríamos continuar, pero para concluir, creo que hoy parece ser tan difícil vivir, vivir bien; más parece que estuviésemos sobreviviendo sin mucha conciencia de lo que nos pasa, de lo que sentimos y, algo peor, tampoco sabemos hacia dónde vamos.

No sabemos que se espera del ser hombre y del ser mujer. Nos estamos matando en el intento por satisfacer todo lo que se espera de nosotros. Pero no estaría mal que no pudiéramos hacerlo todo, que advirtiéramos que tenemos una esencia que respetar, un alma que cuidar. 

Y acabo con una frase de Pilar Sordo : “soltar lo que nos hace poco libres y nos hace daño, y retener y cuidar lo importante: los afectos”

Tememos ser nosotros mismos, quizá porque ni siquiera sabemos cómo somos; no hay tiempo para conocerse, para descubrir nuestras partes femeninas y nuestras partes masculinas, para poder elegir libre y reflexivamente cuando usaremos algunas de ellas en pos de la unidad, pues eso somos: una unidad mágica y real que esta ahí, siempre dispuesta para nuestro desarrollo más pleno.

Después de todo, ser feliz es tan fácil y tan difícil también; es un camino que comienza en la decisión diaria de quedarnos con lo bueno o con lo malo que nos ocurra.

¿Saldré de mi casa esperando que la vida se me brinde, o yo me brindaré a la vida para hacer lo que vinimos a hacer a este mundo? Debemos perderle el miedo a sufrir, es una oportunidad de crecimiento, de potenciar nuestros dones y talentos. Esta sociedad nos tiene convencidos de que la felicidad está fuera, está en adquirir, en el vértigo de la intensidad y la rapidez, en la evitación del dolor y de las verdades. Todo esto nos hace sufrir, y si huimos de nosotros mismos, muy difícilmente podremos educar a nuestros hijos. 

MUJERES, despertemos de este sueño que nos esta llevando a perder nuestra esencia femenina. Se nos olvido ser mujeres; se nos esta olvidando la ternura, acoger, recibir; se nos esta olvidando que, más que estar orgullosas de ser mujeres por los logros que hemos obtenido, deberíamos estarlo de la posibilidad maravillosa de que la vida pase a través de nosotras, porque somos tierra fecunda para amar y para conectar al mundo masculino – el de los logros y de los objetivos – con la maravilla de los procesos y los afectos. 

Amar y amar bien parece ser la única forma de alcanzar la felicidad.

  • Mª Ángeles Bou Escriche es madre de familia, Orientadora Familiar, Lda. en Ciencias Empresariales y profesora