Deberes III: Educar, aprender y trabajar

La educación es un derecho. La escuela primaria debería ser gratuita… Nuestros padres pueden elegir lo que aprendemos. (Art. 26 de la Declaración Universal de Derechos Humanos)

De entrada, la citada Declaración nos alerta que la escuela primaria -después de 70 años de ser aprobada por Naciones Unidas en el año 1948- debería ser ya en todo el mundo gratuita, y no lo es. Es decir, en la actualidad solo en algunos países privilegiados como el nuestro se cumple, pero otros están lejos no solo de conseguirla sino que todavía no la han podido iniciar. Son los países llamados del tercer o cuarto mundo que no disponen de lo necesario para cumplimentar este importante y trascendente mandato de Naciones Unidas para el desarrollo, la igualdad y la dignidad de todos los pueblos como es el derecho a la educación.

Educar, aprender y trabajar son quizás los eslabones más importantes decisivos y trascendentes de una cadena que conduce a esa justicia de igualdad, de progreso y bienestar a los seres humanos. En definitiva nos lleva a la resultante del desarrollo global para conseguir los binomios de derechos – deberes para todos, pues sin cultura y educación no hay avances y progreso. De los países ricos con los pobres, de los poderosos con los humildes, de los países luminosos con los obscuros, en los que la luz presupone Universidades, Hospitales, Catedrales, Hoteles… y la obscuridad representa Escuelas en cabañas sin pupitres, Centros de Salud sin camas, sin equipos y medicamentos; países que desconocen los Hoteles, los Restaurantes, los Servicios más elementales y básicos como el agua, los medicamentos, la luz, la vivienda… Sí en cambio tienen Misioneros y ONGS que reparten ayudas materiales que reciben de los demás -siempre insuficientes- pero también dan amor, fe y esperanza en su futuro. La fotografía nocturna de la NASA “habla sin voz” de las luces y sombras, de las opulencias y miserias de este mundo que con frecuencia altera nuestras conciencias y nos hacen pensar.

La educación tiene que empezar desde la infancia. Los primeros que se entregan a fondo en esta tarea son los padres. La familia es la primera escuela no solo en conocimientos básicos de hablar, escribir y contar, sino en lo más importante y trascendente como son los principios y valores de nuestra convivencia. La familia tiene que ser y lo es, la mejor y más rentable escuela de ciudadanos. Los padres deben también inculcar los principios y valores básicos de esa convivencia familiar y controlar de cerca la necesidad del esfuerzo y el estudio en el cumplimiento de sus deberes como estudiantes, para conseguir con tenacidad y éxito todos los cursos de primaria y secundaria de sus hijos. Los buenos resultados obtenidos en esta importante fase son decisivos y fundamentales para el día de mañana, no solo profesionales, sino como personas preparadas para escalar las cimas que les esperan en un futuro próximo.

Para escalar estas cimas -Universidad o Formación Profesional- y seguir adelante, el joven tiene que ser consciente de la gran responsabilidad que adquiere, y entender, que el éxito del fin de carrera u oficio se consigue con esfuerzo y dedicación, con el convencimiento de que todas las etapas se alcanzan no exentas de sacrificios. Las sendas para llegar a ellas son dos, el estudio y el trabajo. Tanto el uno como el otro son necesarios e importantes, porque esta sociedad es exigente y pide que sus médicos, abogados, Ingenieros, que sus especialistas, mecánicos, técnicos…en general sean competentes y buenos profesionales.

Sin darnos cuenta “el tiempo pasa volando” y nos encontramos en el mejor de los casos con el primer empleo, posiblemente después de realizar un master o una dura Oposición. Lo importante, sea carrera o no, es la valía y la alta cualificación obtenida en ambas, es decir la calidad humana y profesional. Me comentaba mi amigo sabio, que “la sociedad en general reconocía más la actividad profesional de un excelente mecánico, que por otra universitaria con un expediente académico de baja calidad o de dudosa vocación profesional”.

Al final, las sendas o caminos citados de trabajo y estudio (trabajar y aprender) nos conducen a completar esa cadena que decía al principio para conseguir la igualdad, el progreso y el bienestar de todos, que acaba de empezar. Así nuestros hijos ya mayores, obtendrán unas nóminas, podrán emanciparse, alquilar una vivienda, casarse… y empezar a crear su personal cadena propia. Cadena con nuevos eslabones, formados por los mismos derechos, deberes y previsiones -todas mejorables- que sus padres tuvieron con ellos. Previsiones de futuro, imprevistos, “hipotecas” (no aconsejables sino se pueden garantizar en el tiempo), cotizaciones a la Seguridad Social (de las que dependerán, en exclusiva personal, sus futuras pensiones: no contributivas, bajas, medias o altas según el tiempo trabajado y aportado por cada uno en su tramo: nada, poco, bajo o alto de su memoria laboral). Es decir su pensión dependerá de él, de lo que haya cotizado trabajando, y no del papá Estado.

Decía en otra ocasión, que si importante y necesario eran los Derechos, también lo eran los Deberes, en especial este Art. nº 26 de la Declaración Universal de los Derechos humanos sobre Educación, en el que se destaca a la Familia, Padres e Hijos como principales protagonistas, unos educando y exigiendo sus Derechos, los otros estudiando con esfuerzo y sacrificios, y ambos trabajando por una sociedad mejor, cumpliendo sus Deberes.

  • Juan Urios Ten es Coronel del Ejército y escritor