DESIERTO DEMOGRÁFICO IV

Otro dato del que nadie habla y que abunda sobre lo mismo: es un hecho contrastado que las españolas son las mujeres del mundo que tienen su primer hijo más tarde, pasados los 30 años. No hace falta ser muy listo para darse cuenta de que cuando el primer hijo se tiene tan tarde, es muy difícil que se tenga un segundo. Sin embargo, tal y como ya hemos dicho, esto no quiere decir que nuestras jóvenes no quieran tener hijos, simplemente, las condiciones hostiles en las que viven les impiden tenerlos.

Según informaba en un excelente artículo D. Francisco José Contreras en “La Gaceta de la Iberoesfera”, para que nos hagamos una idea, el último año en España nacieron 360.000 niños. Una cifra que nos retrotrae, sorpréndanse, nada menos que al siglo XVIII, con una población cinco veces menor. Para que veamos la diferencia, otro dato, en los sesenta la cifra de nacimientos era de 700.000 niños al año.

Concretamente, la tasa de fecundidad para una española actualmente es de 1’1 hijos. Como decimos, es demasiado evidente que, con esta tasa de fecundidad, la población española no tiene relevo. Estamos teniendo casi un 50% menos de los hijos que debiéramos tener para que la población se mantuviere. Sumemos a esto que, de los 360.000 niños, sólo 260.000 corresponden a familias españolas…

La situación es tan alarmante, que, tal y como comenta el Profesor Contreras, en algunas provincias la tasa de fallecimientos cuadruplica la de nacimientos. En otras la triplica.

Otro dato espeluznante que ya hemos citado, una cuarta parte de los embarazos acaba en un aborto. Dejamos para otro momento el tema, pero resulta sorprendente que se publicite, se promocione el aborto, como un derecho, como si de una medida anticonceptiva más se tratara, sin citar, en ningún caso, las consecuencias psicológicas que para una madre supone este hecho y el socavón psicológico que esta persona va a arrastrar mientras viva. Lo más probable es que la madre pueda llegar a pensar que ha asesinado a su hijo, por mucho que disimulemos todos. Imaginemos qué consecuencias puede tener esto en una mujer adulta. Este aspecto de la cuestión se oculta de forma sistemática.

En España todos los años se producen 100.000 abortos.

Otro dato, los jóvenes destinan nada menos que el 50% de su salario a pagar el alquiler, en un mercado laboral marcado por la precariedad, la incertidumbre, con contratos temporales, cortos, con salarios bajos. Es evidente que, si todo se utiliza para pagar el alquiler, no hay para nada más. Es decir, que si comparten piso con otros no es porque les parezca más divertido, si no porque no se pueden permitir tener un piso propio. Ni siquiera alquilarlo.

Insistimos en la evidencia de una relación directa entre las circunstancias laborales y la fecundidad. 

Nos podemos preguntar que hace el gobierno ante este problema. En primer lugar, promover el aborto, de forma que consigue que nada menos que uno de cada cuatro niños acabe siendo víctima de él. En concreto, el 22% de los embarazos acaban en aborto.

A más de ello se deslegitima, mediante leyes, la institución matrimonial, de forma que hoy día es más fácil divorciarse que casarse. El tema no es baladí, puesto que, sin un amparo legal a la unión matrimonial, es más fácil que esta o no exista o se rompa. Sin unión, no tenemos fuerza para tener ese hijo, no existe confianza, nos aterroriza aún más el futuro. Es comprensible que la futura madre entre en pánico y contemple el aborto como una salida.

Si la madre es valiente y va más allá, nos encontramos con que, a pesar de toda la publicitada igualdad e ideologías de género… la realidad es que se penaliza a la mujer que trabaja y que además quiere tener un hijo. Esta es una realidad que conocen bien las mujeres. Además de, tal y como decimos, no garantizarse ni promoverse, en forma alguna, el concepto de familia.

 

  • José Manuel Millet Frasquet es abogado.