Hacia una revolución etica

En la época actual, una vez alcanzado el derrumbamiento general del marxismo tras los acontecimientos de la Europa del Este, los representantes del laicismo deberían quizá tomar sus notas ante un imperio que trataba de cerrar el paso a los valores trascendentes y conculcaba los derechos de la persona humana. Así lo subraya Václav Havel en su libro “Essais Politiques”. Sus escritos no son sólo una defensa de la libertad en Checoslovaquia; son una llamada a la renovación interior del hombre y a abordar la política desde fundamentos morales, superando la trágica división entre ética y política defendida por Maquiavelo hace casi cinco siglos.

En un mundo que ha relativizado los valores morales, la revolución ética aparece como un contrapunto necesario. Escribe Václav Havel: “Decir que una cosa es de esencia o de origen ético es decir que no lo hacemos por razones PRAGMÁTICAS, porque estamos seguros de que pueden salir bien a corto plazo, dar resultados tangibles, verificables, materiales; sino simplemente porque creemos que es buena. La motivación ética nos empuja a hacer el bien por principio, por amor al bien. Ella se basa en nuestra convicción de que el bien como tal tiene siempre un sentido. La certeza íntima de que una acción es buena nos inspira la convicción de que vale la pena intentarla, aunque pueda fracasar.

Se han llevado a cabo batallas que han fracasado pero se trataba “de una cuestión de principios”, recordemos el caso de VICTORIA GILLICK, madre de familia inglesa que defendió durante años el derecho de los padres a la educación sexual de sus hijos, frente a determinados programas del Gobierno inglés (RELATO DE UNA MADRE, col. Testimonios, 1990). No siempre se alcanzan los objetivos. El futuro no está asegurado de antemano. Aunque los ciudadanos traten de edificar libremente una sociedad más humana, un mundo con más paz, es natural que no se resuelvan completamente todos los problemas comunes, o que surjan otros nuevos. Lo decisivo es seguir luchando, día a día, sin desfallecer, sabiendo que las metas de una revolución ética exigen un esfuerzo participativo constante. Pero siempre cabe confiar en la capacidad de los hombres para configurar una persona mejor y una sociedad más justa. Como concluye Václav Havel: ”Los objetivos son infinitos, y son infinitos porque son éticos”.

Se trata de realizar propuestas creativas. Por ejemplo, en el tema de la educación, ha llegado el momento de proponer el cheque escolar. Nadie se atreve. ¿Quién debe tener un papel subsidiario: el Estado o los ciudadanos?

Hoy la respuesta se ve cada vez más clara. Se trata del principio de libertad social.

Subvencionar directamente a las familias para que elijan el colegio que quieran, constituye uno de los modos –no el único, evidentemente– de hacer efectiva la libertad de enseñanza.

En España, se puso en marcha durante años la subvención de Formación Profesional según el número de alumnos que recibía cada centro, lo que equivale prácticamente a una ayuda casi directa a las familias, sin necesidad de utilizar el sistema del cheque educativo.

Repitamos todas las veces que haga falta “ESTE ES EL MAYOR PELIGRO QUE AMENAZA LA CIVILIZACIÓN –decía Ortega y Gasset– la estatificación de la vida”, la absorción por el Estado de las personas, las familias, los grupos sociales.

En España, la vitalidad de los grupos sociales y las asociaciones familiares son las que deben mantener un impulso importante para recuperar más espacios de libertad.

¡Ánimo y al toro!

  • Mª Ángeles Bou Escriche es madre de familia, Orientadora Familiar, Lda. en Ciencias Empresariales y profesora