La caverna de Platón y la covacha catalanista

La republicaEn el campo de las ideas todas son respetables, lo que no significa que sean aceptables, máxime si estas contravienen los principios más fundamentales del ser humano.

No siempre ha sido así. Filósofos como Sócrates perdieron su vida sólo por atreverse a pensar que la capacidad de distinguir el bien del mal se encuentra en la razón y no en la sociedad. Pero claro, aquellos eran otros tiempos.

Hoy las academias de pensamiento “filosóficas” se han reconvertido en escuelas de “moldes” y de “ideas puras”, aunque eso signifique, en la translación del tiempo, crear un mundo de autómatas en el que las ideas obedecen a programas, que no a la razón ni al estudio. Es el caso del pancatalanismo que sufrimos los valencianos en general y nuestros hijos estudiantes en particular. En el dogmático método pedagógico catalanista impuesto en la actualidad en la sociedad valenciana, se impone el aislacionismo o la agrupación del pensamiento. Así, evitan que las nuevas generaciones puedan desarrollar algo tan elemental como el raciocinio, ya que la investigación y el contraste de información desencadenarían el derrumbe de su ciencia.

Esta práctica me recuerda al mito de la caverna de Platón, expuesto magistralmente por Jostein Gaarder en El mundo de Sofía . El filósofo narraba en La República cómo los habitantes de la caverna, sentados de espaldas a la entrada y atados de pies y manos, sólo podían mirar hacia una pared. Detrás de ellas, un gran muro, y por detrás del muro caminaban unos seres parecidos a las personas que levantaban diversas figuras, y ardía una hoguera, por la que se dibujan sombras llameantes contra la pared de la caverna. Lo único que podían ver esos moradores de la caverna era, por tanto, ese “teatro de sombras”. Sentados en la misma postura desde que nacieron, acabaron por creer que las sombras eran lo único que existía.

Esto ocurre hasta que uno de los habitantes de la caverna empieza a preguntarse de dónde vienen todas esas sombras de la pared de la caverna y, al final, consigue liberarse de sus ataduras. Al principio la fuerte luz le ciega, así como la misma nitidez de las figuras, ya que hasta ese momento sólo había visto sus sombras, pero después de haber aclimatado los ojos, se da cuenta de la belleza de todo. Por primera vez se enfrenta a un mundo de colores y comprende que el sol es el que da vida a las flores y animales de la naturaleza, de la misma forma que podía ver las sombras en la caverna gracias a la hoguera.

El feliz morador de la caverna podría entonces haberse ido corriendo a la naturaleza, celebrando su libertad recién conquistada. Pero se acuerda de los que quedan en la caverna, y vuelve a bajar. De nuevo abajo intenta convencer a los demás de que las imágenes de la pared son sólo copias centelleantes de las cosas reales. Nadie le cree. Señalan a la pared de la caverna, diciendo que lo que allí ven es todo lo que hay. Al final, como no podría ser de otra manera, lo matan.

La reflexión de Platón es que la relación entre la oscuridad de la caverna y la naturaleza exterior corresponde a la relación entre los moldes de la naturaleza y el mundo de las Ideas.

Al igual que los de Platón, ese es el miedo de los guardianes de los moradores de la covacha catalanista: que descubran la otra realidad, ¡la realidad! En el mundo de las ideas de los catalanistas, sólo cabe aplicar el fanatismo de su ciencia, fruto del tiempo pasado en la caverna, del poder unos, y de la subvención, otros. Por más que algunos tengan una suntuosa caverna proporcionada por la Generalitat Valenciana, la AVL, o esté decorada con las espléndidas subvenciones de Cataluña, como la de Eliseu Climent, no dejan de ser cuevas donde se distorsiona conscientemente la realidad.

Y es que los hay que están tan ocupados con “los moldes” o “ideas eternas” que no han reparado en los cambios que la naturaleza nos proporciona a través de la investigación y del sentido común.

Es una pena que los dogmáticos de la idea-única no pretendan emular a Aristóteles cuando este se interesaba, precisamente, por esos cambios: “procesos de la naturaleza”. Y es que Aristóteles, además de la inteligencia, utilizaba los sentidos. Pero claro, a algunos les interesa seguir instalados y que nos instalemos en la caverna, aunque esta esté decorada con la mentira y manipulación. Mientras tanto intentaremos buscar alguna gruta que nos permita acceder a esos moradores, con los libros de la historia y del pensamiento, para facilitarles la libertad.

  • Joan Ignaci Culla es escritor y político.