La traición europea

 

En este planeta Tierra, todo el mundo protege sus economías, salvo, al parecer, únicamente, Bruselas, que se dedica, prioritariamente, a destrozar la suya.

Es del dominio público que cuando la UE se constituyó, allá por el año 1.957, los valencianos llevábamos ya varias generaciones produciendo y exportando naranjas a toda Europa, y sin necesidad alguna de ningún Mercado Común; por tanto, nadie nos tiene que explicar a nosotros lo que es Europa ni puede darnos lecciones comerciales, y menos un Comisario (curioso que en la UE se utilice la misma terminología para sus cargos que la extinta URSS) de agricultura Irlandés, como el Comisario Sr. Hogan, con todo el respeto para los irlandeses.

Tratado de Roma 1.957. En este año, se estableció, como uno de los tres principios básicos de la UE, el de preferencia comunitaria, es decir, la prioridad que debían de tener los productos agrarios europeos frente a los de países terceros dentro del territorio europeo, evitando así que los países del norte, se abastecieran de productos en países terceros, a precios irrisorios (precisamente lo que está ocurriendo ahora). Este principio, junto con el de libertad de comercio DENTRO de las fronteras de la UE, y la solidaridad en el pago de los gastos comunes, fueron los principios básicos inspiradores de la Unión.

Sin embargo, todo esto ha cambiado después. Europa ha traicionado sus principios inspiradores, ha ignorado sus raíces, se ha desconocido así misma, y hemos llegado al momento en que los ciudadanos se preguntan para quién trabaja realmente Bruselas, a qué intereses sirve, qué poderes la dominan o quién toma sus demenciales decisiones… no lo sabemos. Lo que sí está claro es para quien no trabaja; para los habitantes que la componen.

Y si no, tomemos como referencia el sector de la naranja, ya que somos valencianos: en la UE países como Sudáfrica, Marruecos, Egipto, y a partir de ahora con el acuerdo con MERCOSUR, Brasil y Argentina, solo por citar algunos, tienen más peso y relevancia y se les conceden más oportunidades que a los propios países europeos; y ello es así puesto que se trata de naciones (cada vez que en Bruselas oyen la palabra nación les entra un sarpullido, así que animo a utilizarla), naciones, decimos, que pueden permitirse el lujo de producir a unos costes imposibles en Europa, utilizando además productos altamente cancerígenos, aquí prohibidos; y que gozan de una libertad absoluta, en orden a introducir sus mercancías en la UE, mejor que si fueran europeos.

Al parecer, no importa que tengan que transportar toneladas y toneladas de sus productos a miles y miles de kilómetros de distancia, destrozando, por el camino, los océanos y el medio ambiente, con combustibles marinos más pesados que el alquitrán, destrozando la vida marina a su paso, y provocando un cambio climático que la UE, luego, por otro lado, presume hipócritamente de combatir.

Podemos preguntarnos si esto pasa en el resto del mundo. La respuesta es, evidentemente, NO. Porque a Trump le podremos criticar y odiar mucho, pero su archiconocido principio es “los americanos, primero”. Nada nuevo, por cierto, que no sepa y aplique desde siempre Putin; o qué decir de la nacionalista a ultranza China, con sus ansias de primera potencia y sus ribetes imperiales.

Como gota que colma el vaso, por si todo esto fuera poco, faltaban los Africanos. Así es, recientemente se ha constituido en Africa el AFCFTA, es decir, un mercado común africano; quizás podríamos caer en la tentación de pensar que si a nosotros nos ha ido de pena, para ellos no va a ser distinto, sin embargo, sus principales líderes, al parecer, conocedores y resabiados con lo que nos ha pasado a los europeos, tan cultos, tan finos, tan idiotas, lo tienen muy claro. En este sentido, uno de sus líderes, al parecer el economista senegalés Demba Moussa Dembelé ha manifestado: “con un enorme mercado interior, las industrias africanas podrán ser viables, y este proceso debe liderarlo el sector privado. Tenemos las materias primas y empresas con capacidad; ahora, además, contamos con el mercado. Sin embargo, hay que mantener una cierta protección del exterior. No puede ser que aprovechando las nuevas condiciones se produzca una invasión de productos chinos o europeos”, advierte. Precisamente este temor es el que subyacía tras las reticencias iniciales de Nigeria. En el mismo sentido, el presidente del potente grupo empresarial BUA, líder en el sector de la alimentación, el nigeriano Abdul Samal Rabiu, alertó en una reciente entrevista en JeuneAfrique contra el dumping. “Tenemos que establecer un dispositivo para que los productos autorizados en el marco de este acuerdo sean 100% producidos en África y por africanos”, explicó.

Así es, amigos, el tema lo tienen muy claro. En este planeta Tierra, todo el mundo protege sus economías, salvo, al parecer, únicamente, Bruselas, que se dedica prioritariamente a destrozar la suya.

La política que nos impone Bruselas, artificialmente, de globalismo desaforado, amputa y cercena nuestra capacidad de producir nada, de generar nada. Y es en estas circunstancias, que de nada sirve que como consumidores se nos diga que tenemos derechos. Porque para que sirven tantos privilegios que como consumidores se nos pretende otorgar, si el ciudadano no puede producir y generar suficiente riqueza para vivir.

Alguien ha sugerido que a este paso, a lo que se se va a dedicar la UE es a exportar Directivas, Decretos, Ordenanzas, Reglamentos, Leyes y cualquier otro tipo de disposición legal para lo Bruselas es, para esto sí, una auténtica máquina.

Bromas aparte, llegados a este punto, no cabe si no preguntarnos si la UE sirve de algo; porque, volviendo la vista atrás de los últimos cuarenta años, lo cierto es que todo ha dejado de funcionar gracias a la UE y sus políticas. No sólo han arruinado a los ciudadanos, sino que el euro ha sido una moneda totalmente nefasta para España: ha reducido drásticamente la capacidad económica de sus ciudadanos y ha convertido su economía en un auténtico erial. Si lo que se pretendía era esto, el resultado ha sido un completo éxito. Así, de la mano del Doctor Sánchez, máximo experto mundial en desenterramientos, como único, auténtico y real proyecto de futuro, nos dirigimos, felices y satisfechos, de cabeza, a ser la nueva Venezuela del Mediterráneo.

En este orden de cosas, el problema más importante al que nos enfrentamos es que el ciudadano medio despierte a esta realidad nefasta. Que tome conciencia de cómo han arruinado su vida y la de sus conciudadanos, que no se deje llevar por la propaganda oficial. Que piense por sí mismo. Que extraiga sus conclusiones de lo que ve en la calle. Amigos, ¡¡¡apaguen la televisión!!!

  • José Manuel Millet Frasquet es abogado.