El idioma valenciano en la Roma de los Médicis (II)

La 'Serafina valenciana' y cientifismo catalanero

Los autores catalanes partidarios de ampliar Cataluña hasta Orihuela (y sus colaboracionistas valencianos) se han lanzado como lobos sobre la comedia 'Seraphina', al considerarla “la primera muestra conservada en catalán de teatro profano” (Teatro del Renacimiento, Ed. Alfons el Magnánim, Valencia, 1987, p.8). Despreciando el texto original, estos comisarios lingüísticos repiten la versión 'científica' de la Gran Enciclopedia Catalana, según la cual Naharro usó el catalán en la Serafina. Por suerte, hay investigadores que respetan la documentación y hechos. El profesor Humberto López Morales,  en la  edición crítica más solvente de las comedias de Naharro, escribe:

«Pero más abundantemente que el latín, Naharro utiliza diferentes lenguas populares además del español: en la Seraphina, italiano y valenciano; italiano, en la Soldadesca, y muchas más en la Tinellaria» (Comedias de Torres Naharro. Ed. Taurus, Alfaguara.Madrid 1986, p.64)

Actualmente, esta afirmación puede acarrear la marginación comercial de autor y libro, pues los profesores catalaneros boicotean cualquier obstáculo a su credo. De igual modo, ninguna de las robotizadas universidades valencianas, controladas por la inmersión catalanista, se atrevería hoy a publicar artículos como “El valenciano en la Propalladia de Torres Naharro” ('Romance Philology', 1950, pp.262,270)

 

Un siervo (¿catalán?) en la 'Tinellaria' de Naharro

La comedia Tinellaria es un retrato de aquellas cocinas o tinelos que Naharro observó en las mansiones romanas de Julio de Médicis, la del embajador Jerónimo de Vich o la del cardenal Serra; estancias donde los magnates valencianos tendrían como empleados a compatriotas del Reino de Valencia, hecho que no gusta a la inmersión.

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Inteligentemente, los catalaneros se han agarrado al clavo ardiendo de ediciones alteradas como la madrileña de 1573, ”corregida y enmendada por la Santa Inquisición”. En ella figura como “catalán” el siervo Miquel, siendo un lapsus fácil de aclarar con el cotejo de la edición príncipe (Nápoles, 1517), efectuada en vida de Naharro. Allí no figura el gentilicio catalán aplicado a Miquel ni a ningún otro personaje de la Propalladia. Incluso en la segunda edición -cuando algún biógrafo considera que ha muerto el dramaturgo- se mantiene fiel al original y Miquel, como sugiere el texto original, es un valenciano que no olvida su Reino.

Naharro enumera los personajes de la Tinellaria con el nombre y profesión de algunos: “credenciero Barrabas, siervo Mathia, siervo Francisco, siervo Favio, siervo Miquel, siervo Petijan, escudero Godoy, escudero Moñiz...” Otros sirvientes, sin nombre propio, los identifica con gentilicios: “siervo vizcaíno, siervo portugués, siervo tudesco...”. Da la impresión de que Naharro rehuye llamar siervos a los valencianos, italianos y castellanos; quizá por respeto a los mecenas que sustentaban al dramaturgo en Roma. No obstante, él no puede obviar la presencia de sus idiomas en la comedia; y, sin especificar nacionalidad, hace que iquel, Francisco y Favio hablen valenciano, castellano e italiano.

Hay otros indicios de la valencianía de Miquel. En el diálogo desarrollado en el tinelo, cada cual habla la lengua propia, aunque macarrónicamente: “como hazen segun veo / de la pasta macarrones” (Tinellaria, 1517). Valga de ejemplo la caótica morfosintaxis de los juramentos habituales en las cocinas de Roma. Lo reproducimos tal como figura, sin añadir puntos, comas y acentos, ni separar palabras unidas sin sentido por el cajista o autor:

«iuradio : voto adios
per monarma: bayfedea
Iobbigot: y culycos: 
boa se naun canada emea» (Tinellaria, Nápoles 1517)

Entre las imprecaciones hallamos la primera frase impresa en lengua vasca, “¡Bay fedea!”; y el típico juramento alemán “¡bi Got” (equivalente a ¡Por dios!, que originó la voz 'bigot' en valenciano y 'bigoti' en catalán , al asociarse a los tudescos de grandes mostachos). Aparte de otras expresiones italianas, castellanas y portuguesas hallamos las “Per mon arma”, “cul y cos”; similares a las que Naharro pone en boca de las valencianas Dorosia y Serafina: “¡Per lo ventre de Jhesu!”, “¡Cor y cos!”.

En la Babel culinaria de los tinelos, los personajes enaltecen a sus reinos exagerando grandeza y poder. El castellano dice: “por toda Castilla arreo / se haze de infinita gente”. A lo que replica el portugués : “pois si Portogal querrá /armar has suas carabelas / en cantas guerras aura”. Sigue la respuesta castellana: “gran Castilla / que si saca su cuadrilla...”; a lo que el portugués contesta que, “he tudo o mundo he merda para Lisboa” (todo el mundo es mierda comparado con Lisboa). El vizcaíno recuerda “que Bilbao tiene buen puerto”, y el francés Petijan destaca la Universidad de París, “notre estudi de Paris” .

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De igual talante, el valenciano Miquel se dirige a los presentes alegando que todo lo que dicen “es no res, pel cul de Deu / al bordell de Valencia”. No exageraba. El barrio era el más famoso burdel en Europa, y los forasteros regios jamás dejaban de visitarlo (p.e., el rey francés Francisco I en 1526). En la Tinellaria, por tanto, el portugués defiende Portugal; el castellano, Castilla; el vasco, Bilbao; el francés, París ; y el valenciano, Valencia. Los alegatos de los siervos derivan a disparates como el del portugués que afirma: “e muyto ben se nos prova / e dois foi portogues” (Dios fue portugués). El valenciano Miquel, con ironía, contesta al lusitano aludiendo a los desequilibrados de los reinos de Portugal y Valencia:

«puix que veig tal experiencia / que niha folls en Portogal / com orats niha en Valencia» (Prop., 1517, f.171)

Siguen los versos del italiano que, quizá, originaron la confusión de considerar catalán a Miquel. La observación que dirige al valenciano le recuerda que, entre los españoles, además de los valencianos, también es extravagante el comportamiento de catalanes y castellanos:

“non pensate / que catilan mangia rate / castilian senza castello / quanti espagnoli trobate / si troban poco cervelo”((ibid.)

La traducción, según McPheeters, sería: “No sabes / que el catalán come ratas /, y el castellano no tiene castillo / Con cuantos españoles te encuentres, encontrarás poco cerebro” (McPheeters: Tinellaria. Ed. Castalia, p.127). Naharro recogía el hecho histórico de una población catalana que, asediada por los franceses en 1474, comieron ratas de cloacas para sobrevivir. En el privilegio del rey Juan de Aragón, dado en Gerona en 1475 y posteriormente reproducido por Baldo, leemos:

“después de averse comido los caballos, perros, gatos, ratones y demas sabandijas, se sustentavan de carne humana” (Baldo, Luys: Aclamación pia, Barcelona, año 1627).

 

Continúa

  • Ricart Garcia Moya es Llicenciat en Belles Arts, historiador i Catedràtic d'Institut de Bachillerat en Alacant.