LA RESPUESTA del GOBIERNO ante el “DESIERTO DEMOGRAFICO”.

Como decimos, el Gobierno no solo no reconoce este “desierto demográfico” en el que nos encontramos, si no que su actuación es incluso cómica, dado que oculta el mismo y lo desvirtúa, intentando camuflarlo, hablando, en cambio, eufemísticamente de un “desequilibrio territorial”; es decir, al parecer, lo que se pretende, la idea, es que creamos que no es que cada vez seamos menos, si no que estamos mal distribuidos, utilizando, como no, una vez más, la estrategia de la confusión.

Siguiendo con esta idea de “desequilibrio territorial”, en marzo de 2019 se adoptó la decisión de proceder a acometer las medidas necesarias para solucionar este problema. La increíble solución fue garantizar una adecuada cobertura de internet de banda ancha y telefonía móvil en las zonas rurales. Como decimos, si el problema no tuviera el dramatismo y las implicaciones para futuro que tiene, sería cómico. 

Tal y como apunta el Profesor Contreras, todos sabemos cuáles son los problemas “reales” para el gobierno: el machismo, la homofobia, el racismo y el cambio climático…Estos son los temores “políticamente correctos”. El resto de los problemas está proscrito, no existen. Por lo cual, nada de hablar del colapso social por la inexistencia de relevo generacional. Se entiende que esto es de mal gusto, de forma que se ignora el problema.

Sin embargo, nada más terco que la realidad, y esta es, como decimos, que no tenemos siquiera “tasa de reemplazo”; es decir, que en las próximas décadas, en España la población va a descender dramáticamente hasta niveles medievales. 

Con ello, queda claro que las pensiones o no se van a pagar o las que se paguen van a ser claramente insuficientes, habrá que alargar la fecha de jubilación, o directamente prohibirla…a más del problema añadido de que el gasto sanitario, en una sociedad envejecida, se dispara según pasa el tiempo por las razones que ya nos podemos imaginar. ¿Alguna relación entre este problema y la oportuna aprobación de la eutanasia?

Desde el gobierno se nos traslada, de forma frívola, el estúpido deseo de ser invadidos por un millón de musulmanes todos los años, de manera que sean ellos los que paguen las pensiones. Al margen del extraño e inquietante deseo globalista de ser invadido cuanto antes, expresado por nuestro gobierno, preferiblemente por algún pueblo africano, mencionado y plasmado en acciones, de forma repetida, debemos de tener en cuenta una serie de consideraciones:

1.- Se nos oculta que los musulmanes son fanáticos religiosos que normalmente tienden a interpretar lo que supuestamente debiera de ser una acogida por “razones humanitarias” como una invasión en la que ellos se autoproclaman vencedores, concretamente, la recuperación de unos territorios que consideran suyos desde la edad media, una conquista de la que ellos se sienten triunfadores, aunque para ello hayan tardado quinientos años.

2.- Por otra parte, está la pequeña cuestión de qué tipo de trabajo va a desempeñar esta gente. Si actualmente solo hay paro para la mayoría de nuestros jóvenes… nos podemos preguntar: ¿en qué van a trabajar los musulmanes?

3.- Esto nos lleva a la tercera cuestión, siendo lo más probable que igualmente se encuentren en paro, se convierten, entonces, en otra carga para la sociedad, como está ocurriendo actualmente, con un gasto prestacional en su favor que resulta escandaloso en medio de una sociedad empobrecida como la española. 

4.- Por último, la otra opción es que trabajen en negro, con lo cual nada van a contribuir a las arcas estatales y ninguna solución, por tanto, supondrá para el supuesto “pago de las pensiones”.

Por todo ello, es evidente que la inmigración solo va a agravar el problema y la cuestión, por razones evidentes, es si es esto lo que de verdad se pretende desde el gobierno. Pero lo que ante todo se evidencia, es el fracaso de un sistema globalista que asfixia a nuestra nación y la lleva al medioevo.

 

  • José Manuel Millet Frasquet es abogado.