INDRA y la democracia de cartón piedra

Todos Uds. recordarán aquellas películas antiguas en las que los protagonistas viajaban, supuestamente, en un automóvil, moviendo el volante, y girándolo, mientras un decorado se desplazaba en derredor suyo, dando idea de que estaban en movimiento, recorriendo las calles de la ciudad, por ejemplo. Todo era falso, claro, el decorado solucionaba el problema de tener que realizar las tomas en el exterior y además salía más barato. Quizás ese fue para muchos el primer contacto con la sensación de que nos engañaban burdamente, de que las cosas no eran lo que parecían ser.

Ahora, con tantas libertades políticas (¿tantas?), y ninguna económica (eso seguro), con grandes corporaciones y sus políticos, vigilando el rebaño, nuestros pasos, para que no nos equivoquemos en el recto camino de los beneficios para el 1%, en esta ¿democracia?, con la feroz tiranía de lo políticamente correcto pendiendo siempre como una especie de espada de Damocles sobre nuestras cabezas; ahora, resulta que vienen elecciones y que la contabilización de los votos de repente es algo muy complicado, para lo que se tienen que hacer unas fórmulas matemáticas y logaritmos, y algoritmos, y más cosas, y que todo ello es demasiado sofisticado para que lo podamos comprender, y que por tanto, nuestro querido Presidente, velando siempre por nuestros intereses, por supuesto, ha dado con la única solución factible, y es que, nos pongamos como nos pongamos, sólo se puede ocupar de contar los votos una única empresa en el mundo mundial: INDRA.

Si, no he dicho ESPECTRA, no, he dicho INDRA. Aunque, tal y como van las cosas el subsconsciente ha estado a punto de fallar……Al fin y al cabo, no sabemos si Soros también tiene uno de esos gatos sedosos a los que el villano de la película siempre acaricia, mimoso, en las películas de 007, mientras rumia sus maquiavélicos planes para los ciudadanos, de forma que el felino ronronea, satisfecho y gozoso, sabiéndose rodeado de tanta maldad; pero, en cualquier caso, el currículum de esta no desmerece demasiado de aquella otra; así, brevemente: al parecer, tal y como se informa desde varias fuentes, este mismo año ha sido imputada en el caso Púnica, de desvío de fondos a financiaciones ilegales por el Juez de dicha causa, Manuel García Castellón, Juez de la Audiencia Nacional.

En 2010 se vió envuelta en un escándalo en el Ayuntamiento de Barcelona, también por unos problemas en los recuentos de votos electrónicos. Al parecer, el mismo año, en Argentina, se le atribuye un caso relativo a un soborno.

En 2012, en Angola, se le acusó de complicidad con el gobierno de Do Santos, el cual le pagó a Indra la friolera de 250 millones de dólares para contabilizar el voto en las elecciones.

En 2013, nuevamente saltó el escándalo al cobrar 33 millones de dólares más por parte del Gobierno Argentino, después de que éste le hubiera pagado ya 168.

En 2014 se le atribuye una extraña compra al hijo de Jordi Pujol, a partir de la cual comenzó a conseguir contratos con la Generalitat Catalana.

En 2015, otro escándalo en el recuento en votos en Sevilla, donde se paralizó el proceso durante cuatro días sin una justificación clara.

Un hecho es claro y evidente, actualmente se encuentra imputada en la trama Púnica. Esto ya de por sí debiera de ser suficiente para que no se confiase en ella. Lo contrario supone que cualquier españolito de a pie que quiera presentarse a funcionario, a empleado de banca, a cualquier colegio profesional, o a lo que sea, tiene que aportar un certificado de penales, como forma de acreditar que no tiene ninguno, actualmente a cualquier concejal de pueblo se le aparta de las labores públicas; y aquí tenemos a la empresa Indra, más imputada que el Lute, y con más escándalos que la monarquía inglesa y las princesas de Mónaco juntas, que, sin problemas, es elegida a dedo, nada menos para que nos diga cuales son los resultados electorales, o lo que es lo mismo, quien nos va a gobernar, sin que nadie parezca despeinarse por ello ni se alarme. Al contrario, todos tranquilos, todos contentos, con la gente tomando cañas en el bar, charlando, mientras televisan un Madrid-Altlético cualquiera de esos de los domingos por la tarde. Así vamos.

 

Imagen: romangordo.org
  • José Manuel Millet Frasquet es abogado.