VIVES: "Se es pacífico anulando a los ENEMIGOS de la PAZ"

El criminal atentado en la sede del periódico de humor gráfico Charlie Habdo en París y el asalto a un supermercado judío en la misma ciudad ha despertado la conciencia de muchos europeístas defensores de la cultura milenaria occidental y ha impulsado a tomar medidas preventivas a nuestros gobernantes para evitar nuevos atentados. Los yihadistas vinculados a Al-Qaida e inspirados por el Estado Islámico han demostrado con estas dos acciones perpetradas que representan un peligro para las democracias europeas.

El peligro de los radicalismos religiosos y territoriales no es una cuestión banal. Ya en el siglo XVI tomaron carta de naturaleza, como subrayó el universal humanista valenciano Juan Luis Vives y March (1492-1540). Nuestro pensador, ferviente pacifista, pretendió poner la política y el derecho internacional al servicio de un ideal: la Paz. De ahí que haya sido llamado pacificador europeo y príncipe entre los filósofos defensores de la paz.

Su pensamiento se refleja, no sólo, en cartas y opúsculos dirigidos a personalidades  públicas: papas, emperadores, reyes, obispos, políticos, intelectuales, sino también en tratados que recogen exhortaciones a la Paz, invectivas contra la guerra y llamamientos a la concordia.

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Para Vives es fundamental el tiempo de paz, pues “la guerra como la tempestad lo transforma y revuelve todo”. Lo que hace prosperar a la sociedad se consigue en tiempo de paz. En la guerra languidecen las letras, religión, leyes, justicia, negocios, quietud, artesanía, comercio y trabajo fecundo. Para la gobernación y avance de los Estados, ninguna guerra será tan próspera como la paz, aunque injusta, si se consideran y examinan las zozobras, los gastos, las disensiones.

En el diálogo De la insolidaridad de Europa y de la guerra contra el turco (1526) expone una de las ideas centrales de su pensamiento de índole político; la concordia y la colaboración de los reinos europeos de cultura cristiana. Consideraba que el enemigo común de la cristiandad, entonces, era el Imperio Turco, que podría amenazar una parte de la “Universitas christiana” europea. En una Europa dividida propugnó la liga de la paz para hacer frenar al turco.

En el opúsculo titulado De la condición de los cristianos bajo el turco (1526) se queja del pensamiento y ceguera que existen entre los cristianos. Vives asevera que bajo el dominio turco se restringiría la libertad, se abandonarían el cultivo de las letras, la religión correría grave peligro y se implantaría el despotismo.

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Nuestro humanista plasma, también, sus deseos en este campo político-religioso en dos excelentes tratados como son: De concordia et discordia in humano genere (1529) y en De pacificatione (1529); ambos contienen propuestas concretas pacificadoras y antibelicistas, redactadas con el vigor característico del humanismo cristiano renacentista.

Son obras de amplio contenido moral y convincente vocación pacificadora, conclusión que se colige al subrayar en De pacificatione que “no puede llamarse cristiano (…) ni siguiera hombre, quien no se afane con la posible porfía por la paz, por la concordia, la caridad, la benevolencia mutua”.

Para Vives la paz es fruto de la justicia. Resalta lo que predomina y dignifica al hombre en la paz y lo que las guerras originan, subrayando que ni el cielo, ni la religión sean motivos de causa de discordia, ni de lucha o guerra.

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Vives en el opúsculo De Europae dessidiis et bello turcico (1526), señala que la guerra es un acto “contra natura” y disuelve lo que une la paz, siendo más grave cuando se enfrentan pueblos o naciones que se llaman cristianos. Este tipo de guerra es “inicua, criminal, injusta e impía”. Vives afirma “tratándose de guerras entre cristianos, no me hables, de guerras, que no lo son; háblame de locuras y de latrocinios”.

Para nuestro filósofo, las causas que se invocan para justificar la guerra suelen ser: malas de suyo o malas porque carecen de proporción con el fin que se pretende, y cita entre las primeras: la ambición, la avaricia, la vanidad y la soberbia de los que mandan, la falta de fidelidad a la palabra empeñada, el interés bastardo, la carencia de sentido humano y la pérdida de conciencia cristiana.

Vives mantiene que apenas pueden darse motivos para una guerra justa, y si ésta se da, entre cristianos, la considera siempre injustificada. Exhorta a los reyes y príncipes europeos a deponer las armas y a una participación conjunta contra el turco al que califica de enemigo irreconciliable de la religión y cultura cristiana; sustancia espiritual de Europa.

Consecuentemente, su actitud pacifista presenta una excepción. Considera que se es pacífico anulando a los enemigos de la paz, incluso si es necesario con el arma de la guerra. Coincide con el filósofo Aristóteles en esta argumentación quien afirma en su obra Ética “si hacemos la guerra es para vivir en paz” y con el padre Victoria en Jure belli al mantener que “el fin de la guerra es la paz y la seguridad de la patria”. Para que sea aceptada, condicionalmente, la guerra debe ser justa en origen, ejecución y término o paz.

LAS PROVINCIAS. Opinión. Publicado el domingo 25 de enero de 2014, p. 32

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  • José Vicente Gómez Bayarri es Licenciado en Filosofía y Letras, Doctor en Historia, 
    Catedrático de Geografía e Historia, Académico de número de la RACV y Medalla de 
    Plata de la Ciudad de Valencia.