Hace ciento cuarenta y dos años, el 26 de julio del año 1873, el general Arsenio Martínez Campos, al frente de sus soldados daba por vencido y terminado el llamado cantón federal de Castellón, proclamado al margen de la ley por nuestro legendario paisano Francisco González Chermá, tan sólo cinco días antes, al frente de 100 voluntarios, 2 compañías de carabineros y un regimiento de Infantería, venidos expresamente desde Valencia.
“Quico Chales”, que regentaba un pequeño taller de zapatería situado en la calle Enmedio, heredado de su padre, era un republicano federal de la tendencia de los “intransigentes”, partidario de proclamar el sistema cantonal de “abajo arriba”, más acorde con la filosofía política sinalagmática. Ni el cantón ni el procedimiento de implantación estaban previstos en las entonces leyes vigentes. Chermá chocaba frontalmente con la Constitución de 1869 en cuyos artículos 110-112 establecía el sistema de reforma y en modo alguno se establecía el sistema federal que no pasó de ser un proyecto de República Federal redactado por Castelar, muy influenciado por la constitución de los Estados Unidos.
Anteriormente había sido procesado varias veces y lo más notable fue su condena a la pena de muerte por su participación en la intentona golpista de 1867, que le fue conmutada por la pena de reclusión de 20 años a cumplir en el penal de Tarragona. A consecuencia del triunfo de la “Gloriosa revolución septembrina ”de 1868 fue amnistiado.
Al margen de la ley –de la misma manera que en la actualidad Mas quiere declarar la independencia de Cataluña-, “Quico Chales” proclamó el cantón federal, suprimió la Diputación Provincial y procedió al desestanco de la sal. Gonzàlez Chermá en el mes de enero de 1869 fue el primer alcalde democrático de la ciudad de Castellón y diputado al congreso en cinco legislaturas. Procesado por las autoridades, con un matiz importante: Chermá no deseaba ninguna independencia; se sentía profundamente español y solamente propugnaba una república federal, dividida en cantones, dentro de las tendencias que lideraban Castelar, Pí y Margall y Salmerón. Políticamente, abandonaría el federalismo en el año 1881, en plena Restauración, y se integraría en el grupo más posibilista de Ruiz Zorrilla y Salmerón.
Francisco González Chermá fue mitificado desde el mismo momento de su fallecimiento en el año 1896. En el cementerio de Castellón, el nicho donde reposan sus restos mortales está orlado con los colores tricolores republicanos, con una gran inexactitud histórica dado que la bandera tricolor, como es sabido fue establecida como enseña nacional después del catorce de abril del año 1931, incluso con el desagrado de algunos militares republicanos como don Vicente Rojo. Tampoco era la bandera de Chermá”. En todo caso fue un político vehemente, autodidacta, honrado a carta cabal y muy fiel a sus principios políticos.
Con motivo de una intervención parlamentaria del político castellonense en el Congreso de los Diputados para explicar su participación revolucionaria en la proclamación del cantón, en la que puso de manifiesto su limitada oratoria forense en lengua castellana, Chermá se justificó alegando que habitualmente hablaba en lengua valenciana. Era cierto, porque Chermá era bilingüe, pero cierto historiador de tendencia catalanista exagera esta condición y hasta le otorga el honor póstumo de llamarle Francesc (honor que, por cierto el mismo historiador le niega a don Fernando Gasset, uno de los políticos más preparados y competentes de la historia de Castellón).
El general Arsenio Martínez Campos, íntimo amigo de Prim, formaba parte del grupo de militares liberales que destronaron a Isabel II. Puede ser una ucronía, pero de la misma manera que Arsenio se enfrentó a “Quico Chales” con quién había participado en la Gloriosa Revolución Septembrina, hoy también lucharía contra Artur Mas. Quizás con más denuedo porque en aquel entonces la discrepancia que separaba a estos dos republicanos federales –Martínez Campos y Chermá- consistía, como ya hemos dicho, en que si los cantones se implantarían una vez aprobada la nueva constitución federal o se implantaban de abajo arriba, de una manera más popular, revolucionaria y espontánea, como quería Chermá.