El castellano Bernal Díaz del Castillo, uno de los más valientes y capacitados capitanes de Hernán Cortés, en su interesante libro “La historia verdadera de la conquista de Nueva España” alude al origen natalicio de Ochoa, soldado de Hernán Cortés. Ochoa, de nación vizcaíno. En este caso, la acepción de nación hay que tomarla en su sentido más elemental y primario…”. La tierra en la que hemos nacido.(igual que la Patria es la tierra de nuestros padres) Por ejemplo, los estudiantes que acudían a Salamanca procedentes de otros lugares de España eran conocidos como los naciones, equivalentes al castizo madrileño los de provincias.En esta acepción la nación no tenía nada que ver con la soberanía. Es esencialmente telúrica. La soberanía es un atributo del Rey y por eso se le llamaba el soberano(actualmente, como una reminiscencia simbólica del pasado algunos periodistas todavía llaman a nuestro Rey el soberano).
La Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, reconoce que la fuente de toda soberanía reside en la nación. Nuestra Constitución gaditana de 1812 en su artículo 3º casi copia literalmente el concepto: “La soberanía reside esencialmente en la nación”. A la nación, es decir al conjunto de los ciudadanos libres se les transfiere la legitimidad soberana, el derecho de autogobernarse, el derecho a decidir. En el derecho político romano, en el periodo republicano, el acrónimo SPQR (Senatus Populusque Romanus) el Senado y el Pueblo Romano son los titulares de la soberanía. Lo manifestaban muy bien en sus lábaros y estandartes aquellos legionarios que señoreaban por todo el mundo conocido y conquistado el acrónimo SPQR.
La Constitución americana de 1787 en su Preámbulo afirma “Nosotros el pueblo de los Estados Unidos…”. En cierto modo rescata el protagonismo de los ciudadanos romanos, aunque la concepción de ciudadano en el derecho romano fuese mucho más restringida. En la Constitución americana el ciudadano, sustituye al súbdito. El término nación brilla por su ausencia. Son americanos todos aquellos que adquieren la ciudadanía de acuerdo con las leyes (por nacimiento o por inmigración, generalmente). Por ejemplo, un hombre tan duro con los inmigrantes como el presidente Donald Trump, su madre era de origen escocés y su abuelo Fred hijo de inmigrantes alemanes. Su actual esposa Melania es de origen esloveno. Lo que no es óbice para que se haya convertido en la primera dama de los Estados Unidos.
En su alocada campaña electoral, Pedro Sánchez, en mi opinión un político de pocas luces, ha definido a España como una nación de naciones. Algún colaborador suyo mucho más culto le debió de llamar la atención y aclaró que estas naciones eran simplemente naciones culturales. En todo caso, esta irresponsable definición tendría más encaje real en la concepción que de España tienen muchos hispano americanos: España, la madre Patria. Otros socialistas están en la misma línea conceptual que Sánchez, posiblemente por un deseo de aproximación táctica a las tesis nacionalistas con la toxicidad intelectual que ello representa. Grave error. Mientras más debilitemos el concepto de España más se crecerán los nacionalistas y más peligrosos se convertirán para la unidad nacional. Tenemos la triste experiencia de muchos años.
José Antonio Primo de Rivera, muy en la línea de Ortega y Gasset, entendía la Patria como una unidad de destino en lo universal. En un bellísimo articulo literario, cuya lectura recomiendo, la “Gaita y la Lira”, afirma que esa unidad de convivencia y unidad de destino, que es la nación se distancia de lo telúrico. Theodor Momsen citado por Ortega y Gasset en “España Invertebrada”, nos dice que la historia de Roma, -desde un minúsculo estado ciudad- es un vasto proceso de incorporación. Lo mismo podemos afirmar de España: la incorporación a un proyecto común de convivencia política a través de muchos siglos, de castellanos, leoneses, gallegos, catalanes, valencianos etc. con una participación decisiva en sus empresas exteriores.
Todavía tenemos pendiente el gran libro que justifique esta grandiosa tarea de integración que se llama España. Será una tarea de primordial importancia si no queremos desaparecer como pueblo que procedamos a desmontar con rigor todo el tinglado mitológico y tóxico que se han inventado los nacionalismos.