LA VERDAD OCULTA

Diez compatriotas españoles todos los días se quitan la vida.

No sé cuántas cadenas de televisión tenemos. Muchas. Sin embargo, parecen todas iguales, y todas siguen la conocida y famosa técnica de manipulación de masas consistente en “ocultar mostrando”. Es decir, que pueden exponer centenares de noticias, casos a cuál más curioso; pero si nos paramos a pensar un segundo, nos damos cuenta que durante todo el tiempo, mientras literalmente nos sepultan bajo un alud de material informativo anodino e insustancial, nos ocultan la realidad de lo que pasa

La ocultación, el oscurantismo, el ninguneo, la negación, el disimulo, todo esto lo tenemos en cada telediario, en todas las cadenas, todos los días. No tenemos más que fijarnos en una de las noticias estrella: las cifras de violencia de género que publicitan. Es evidente que todos estamos contra la violencia de género. Pero de todos los géneros, claro, no sólo la del hombre contra la mujer, porque esa moda ya la conocemos, y porque viendo los telediarios se diría, erróneamente, que es la única que existe; de la misma forma que estamos en contra de cualquier acto violento. Faltaría más.

Sin embargo, en España todos los días se suicidan diez personas, hay ochenta veces más suicidios en España que casos de violencia de género. Entonces, evidentemente, surge la gran pregunta:¿por qué no se da a conocer lo que es, evidentemente, el primer problema de salud pública que nos afecta?. La razón que se arguye de que se intenta evitar el efecto contagio con su publicidad, es, en realidad, sólo una excusa y no sirve; dado que por la misma regla de tres, habría que ocultar los casos de violencia de género, algo que evidentemente no se hace.

Como siguiendo una ley invisible, una ley no escrita, ni un solo político habla de la cuestión, al parecer, según dicen, con el intento de no provocar “alarma social”, cuando, al contrario, bien se ocupan en alertar las veinticuatro horas del día sobre la “emergencia climática”. La conclusión a la que se llega es que quizás, solo quizás… ¿les preocupa más el clima que las personas?

El suicidio es un hecho tan dramático que no solo afecta al que lo protagoniza, si no que genera un impacto psicológico en la familia capaz de trascender generaciones, marcando incluso a los descendientes y condicionando del alguna forma su vida posterior. Dado que hay veinte suicidios masculinos por cada uno femenino, imaginemos el caso más frecuente, el caso en el que quien se suicida es el padre de familia. “Mi padre se suicidó”, dirá el hijo toda su vida, ahí es nada. Es evidente que esto es un estrepitoso fracaso de una sociedad que se pretende “civilizada” y a más de uno debería de caérsele la cara de vergüenza con esta situación.

Por otra parte, es demasiado estrecho el vínculo que existe, la correlación lógica, entre el desenfrenado aumento de los suicidios al que estamos asistiendo en España y la crisis económica autoimpuesta desde las instancias superiores y de la que al parecer no se nos permiten escapar.

La desesperación por el desempleo, muchas veces de larga duración, la pérdida de la vivienda por el no poder atender los pagos hipotecarios, las responsabilidades ante la familia, el sentimiento de culpa, la exclusión social, el no ver soluciones a la vista… todo ello es un coctel demasiado explosivo para que una persona lo soporte, de forma que todo esto acaba generando en el ciudadano una situación de dolor intolerable que se prolonga en el tiempo; un dolor emocional que puede acabar, en sus casos más graves, en el suicidio que citamos; pero que, de no ser así, igualmente, con posterioridad la persona acaba somatizando y transformándolo en todo tipo de enfermedades, bien cardiacas, o bien hipertensiones, o diabetes, o ictus, o algún tipo de cáncer… la variedad es amplísima.

Curiosamente desde los gobiernos se esfuerzan en que los afectados asuman su desgracia como si se tratara de una responsabilidad particular, individual suya, intentando que ellos se vean así mismos como los únicos culpables de una situación que pretenden, nada tiene que ver con el empleo precario que existe hoy día, las políticas globalistas, la competencia ilícita, la pérdida del trabajo, el cierre de las empresas, y las ganancias exorbitantes de las grandes corporaciones.

De esta manera tan cobarde, se intenta eludir el primer problema de salud pública en España, donde todos los días 10 compatriotas se quitan la vida, donde por cada suicidio, hay 20 más que lo intentan sin “éxito”; en el que el suicidio se ve como una lacra que se intenta ocultar, un oprobio, de forma que las causas del mismo muchas veces se disfrazan de forma burda, a fin de que no cuenten como tales, pues es mejor que conste como fallo cardiaco que como abuso de antidepresivos, o como caída accidental de un octavo antes que voluntaria...

Permítanme que cite aquí el hecho de que, si mala es la situación para la población en general, especialmente grave es la situación para los agricultores. Todos ellos se encuentran ante la situación de hacer frente a un mercado impuesto por la UE que les obliga a mantener una competencia ilícita y absolutamente desleal con productos provenientes de países con mano de obra semiesclava, de manera que no pueden competir con ellos por precio. La consecuencia inevitable es la ruina.

Como botón de muestra, citaremos la situación de nuestros vecinos agricultores franceses, al parecer, allí existen datos ya y estadísticas al respecto, el Institut National de la Statistique et des Études Économiques, fija el índice de suicidio entre agricultores y ganaderos un 20 por ciento superior al resto de la población, por los problemas financieros y el aislamiento social.

Tan grave es la situación que se acaba de realizar una película sobre la crisis agrícola, basada en un hecho real, tan real, que en estos momentos está sacudiendo las conciencias en Francia. El filme describe la historia de Pierre, un agricultor que regresa a Francia después de una época en Estados Unidos. Tras hacerse cargo de la explotación agrícola de su padre en la que lleva a cabo mediante préstamos un plan de modernización viviendo una época feliz, llegan las crisis de precios debido a la competencia ilícita por productos de terceros países, que convierten en inviables los suyos, surgen los problemas financieros y cae en estado depresivo, se da al alcohol, y finalmente se suicida a los 45 años bebiendo productos fitosanitarios.

Imaginemos una muerte inducida por la ingesta de insecticidas… La pregunta es ¿cuántos agricultores más tienen que morir para que Bruselas se dé cuenta de que sus políticas neoliberales a ultranza son las responsables de estos sucesos?.

La relación entre el incremento de los suicidios y la crisis de precios por competencia ilícita es clarísima; así, en la revista médica británica The Lancet, puede leerse: "Una persona en situación de urgencia económica o ruina o paro experimenta sentimientos negativos, así como una situación de estrés que afecta a la salud mental y, por tanto, al suicidio”.

Citaremos, como dato, que en Europa, de 2000 a 2010 el consumo de antidepresivos creció por encima del 80% de media, y en España el crecimiento ha sido superior al 120%”. Es lo que médicamente se conoce como “medicalización del sufrimiento”, es decir, “como estoy sufriendo, tomo pastillas”, una tendencia que ha aumentado a medida que los despidos y desahucios se iban generalizando.

Ante la situación, en cualquier sociedad honesta, en una sociedad que presume de democrática, abierta o libre, lo lógico sería que el primer problema de salud pública fuera, evidentemente, una cuestión a debate, que se hablase de ello, que se discutiera sobre ello, que se comentara, que se dieran soluciones y se hablara de sus causas, todo ello con luz y taquígrafos; que saliera en portada a diario en las televisiones, enfrentar el problema y hablar claro; preguntarnos sobre todo por qué tantas personas afrontan esas crisis vitales irresolubles a las que no ven solución y acaban por poner fin a sus vidas, por qué se arrastra tanto dolor; la relación entre el paro, la crisis y este problema, la falta de expectativas laborales, las cargas fiscales, los desahucios, los desastres económicos, los embargos y subastas, las ocultaciones.

De forma que, en vez de estar todo el día preocupados de desenterrar cadáveres de hace ochenta años, como si esto pudiera solucionar algo la situación, quizás sería más lógico que nos dedicáramos a intentar enmendar los graves problemas de hoy día de nuestros conciudadanos, empezando por tener la valentía de reconocer que estos problemas existen y necesitan atención, poniendo las soluciones adecuadas, de lo contrario, la gente se va a preguntar, cada vez más, para qué necesitamos tantos políticos y tantos partidos y si no ocurre con éstos como con las cadenas de televisión.

  • José Manuel Millet Frasquet es abogado.