En las diversas encuestas que se han publicado sigue llamando la atención el número de personas que no saben si irán a votar o que no saben a quién votar, un 33%. Hay que tener en cuenta que tal vez tienen sobrados motivos, por el alejamiento hacia los políticos que ha ido aumentando en nuestro país, por las maniobras de pactos postelectorales tras el 20-D, por la sensación de que incluso los partidos emergentes como Ciudadanos y Podemos caen en prácticas autoritarias.
Así aumenta el desaliento en los votantes, cuando se ha visto a Pablo Iglesias negociando sillones, o cuando se ve a Albert Rivera cambiando de opinión en materia de pactos y con problemas de democracia interna ya visibles. El PP ha de cambiar para lograr más democracia interna y luchar con más determinación contra la corrupción. El PSOE, por su parte, tiene a sus espaldas la corrupción en Andalucía, y una lucha interna entre sus líderes que, si se le vota, no se sabe muy bien qué se vota, porque puede acabar pactando con Unidos Podemos, o no, apoyándose en partidos independentistas o no, según los resultados que obtenga y la “noche de cuchillos largos” que se vaticina para el PSOE si se cumple que Unidos Podemos le relega a tercera fuerza política
Y a Podemos se le teme, y mucho, por parte de una mayoría, pese a que todo apunta a que crecerá al unirse con Izquierda Unida. Venezuela y la experiencia griega asustan para votar a Pablo Iglesias, junto a unas propuestas que son utópicas, y basándose en subir impuestos ¡vaya caramelo para votarle! Y referéndum catalán.
¿Habrá más abstención que el 20-D? El cansancio, el calor, el comienzo de las vacaciones escolares parecen abonar el sí, pero hay un argumento que me lleva a pensar que la abstención será similar a la del 20-D, por la movilización de indecisos o no votantes ante la importancia de las elecciones del 26-J.
Resulta manido referirse a unas elecciones generales con los calificativos de importantes, decisivas, históricas o expresiones similares. Suena a recurso barato, como cuando se repite que un partido de fútbol es decisivo –casi todos, dicen- cuando en pocos casos lo es, o un partido es el del siglo: reclamos para los lectores, afán de captar la audiencia o llenar los estadios.
Me permito animar a votar, porque soy de los que piensan que no votar es que otros decidan. Respeto a quien no vote por argumentos y convicción, pero que no sea por comodidad ni desaliento, porque hay mucho en juego, también el 26-J.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.