En la economía de un país, todos sus sectores pueden considerarse vitales ya que todos ellos afectan al bienestar de un grupo más o menos amplio de sus ciudadanos. Pensemos en el sector de la automoción, o en el turístico o el siderúrgico, tres áreas que representan la mitad de nuestro PIB.
Hay otros campos que, sin alcanzar el volumen de aquellos tres mencionados resultan sumamente sensibles para la sociedad en su conjunto. Imaginemos en la grave crisis que se produciría en España -o en cualquier otro país- si los sanitarios, los educadores o incluso los miembros de las fuerzas de seguridad, los pilotos, los controladores o los basureros decidieran, como algunos de ellos ya lo han hecho, ir a la huelga.
Pues bien, en estos días España está presenciando manifestaciones masivas de cuatro sectores de los más sensibles a la hora de perturbar nuestra pequeña vida. Se trata de las huelgas de agricultores, pescadores, ganaderos y transportistas. Cada uno de ellos por separado y mucho más cuando entran en huelga todos ellos a la vez, nos pueden llevar a un punto en que escaseen o desaparezcan del mercado, los productos alimentarios.
Aunque se quieren cargar las culpas a la guerra de Putin, es bien sabido que la inflación y el malestar de quienes trabajan en esos sectores, datan de muchos meses antes de que el 24 de Febrero se produjera la invasión de Ucrania.
La subida de los precios de la energía, el gas y la electricidad, y de los carburantes, incidieron hasta tal punto en la producción en los sectores apuntados, que a sus operarios les salía más a cuenta quedarse en casa que seguir trabajando.
La fruta, las verduras, la leche, se vendían por debajo del precio de producción, por lo que el ganadero y el agricultor preferían derramar la leche o dejar de cultivar sus huertas.
De igual modo, el transportista, tras ver cómo el carburante pasaba de representar el 30% de sus costes a escalar hasta el 60%, aparcó el camión y se lanzó a protestar por las calles de toda España.
Hemos visto a Sánchez en Bruselas reclamando junto al verdadero Antonio (Costa) portugués, la singularidad de la península ibérica en terreno energético, haciendo notar que solo dependemos en un 2’5%, del resto del continente y pidiendo nos autoricen a modular el precio de nuestra electricidad y nuestro gas, algo que casi todos los países de la UE vienen haciendo desde hace tiempo, renunciando a “forrarse” -termino de moda- a base del 50% de impuestos sobre esos productos.
Por cierto, seamos prudentes al singularizarnos con esto de la “insularidad energética” ya que de ello al “Africa empieza en los Pirineos” va un solo paso. Y también al desarrollo europeo en círculos concéntricos.
También hemos visto al Ministro de Agricultura, Luis Planas, negociar paciente y hábilmente con los pescadores logrando que una buena parte de ellos hayan vuelto a faenar.
Por el contrario no hemos visto a la Ministra de Transportes, Raquel Sánchez, hacer otro tanto sino más bien escurrir el bulto, insultar a los transportistas llamándoles ultraderechistas, como si solo la izquierda tuviera el privilegio de ocupar la calle, y solo aceptando sentarse con los camioneros cuando la crisis estaba alcanzando límites alarmantes.
Las negociaciones con los transportistas aún no han dado resultados. La oferta principal -20 céntimos de descuento en el combustible- no ha sido aceptada, consciente el gremio de que en poco tiempo el precio de la gasolina puede subir más de esa subvención.
No será posible que los transportistas puedan resistir durante mucho tiempo con sus huelgas, pero si el problema del sector y de los tres restantes -ganadería, agricultura y pesca- no encuentran una solución estructural y no meros parches, el malestar se mantendrá y más bien pronto que tarde volverá a estallar.
Seguramente será uno de los legados que Sánchez dejará a Feijoo para cuando el año que viene llegue el relevo.
Jorge Fuentes Monzonís-Vilallonga es Master en Ciencias Políticas y Económicas y Derecho.
Diploma de Altos Estudios Internacionales. Embajador de España en Bulgaria en 1993.
Primer Embajador de España en Macedonia en 1995.
Embajador de España en Bruselas WEU en 1997, entre otros cargos.