En la República Sudafricana, en el momento de mayor tensión del apartheid, Nelson Mandela un activista contra el gobierno de De Klerk fue detenido, juzgado y condenado a cadena perpetua. La presión internacional logró que se le liberara a los 27 años de prisión en 1990. Cuatro años más tarde accedía a la presidencia del país y lograba desterrar la política racista existente en el país desde siempre. Mandela vivió hasta los 95 años con el reconocimiento mundial reflejado en los premios Nobel, Príncipe de Asturias, FIFA y otros muchos. Todo ello ocurría en África, el continente menos desarrollado del mundo y en los años del siglo XX en que su país alcanzaba la independencia de la Commonwealth británica.
Acaba de fallecer en la cárcel rusa de Jarp el disidente ruso Alexis Navalni, de 47 años. Navalni hubiera podido convertirse en el Mandela ruso. Era el disidente más carismático y con mayor coraje del país desde que se implantara en él una supuesta democracia tras la desaparición de la Unión Soviética.
Pero la Rusia de Putin tiene muy poco que ver con la democracia, en particular desde que en 2014 se embarcara en una cruenta guerra contra Ucrania y la disidencia fuera severamente cercenada por los más diversos procedimientos, desde el encarcelamiento, el envenenamiento o el derribo de aviones ya sea en el propio territorio o en cualquier país extranjero.
En 2020, Navalni fue envenenado y trasladado por su familia a un hospital de Berlín. Tras recuperarse cometió la imprudencia de regresar a su país en un sacrificio supremo para reunirse con su familia y seguir defendiendo las libertades en Rusia. Fue encarcelado en el acto en una prisión próxima a Moscú donde su voz contra Putin y progresivamente contra su campaña en las elecciones de 2024 encontraba demasiado eco.
En diciembre pasado es trasladado a la cárcel de Jarp, en pleno Ártico, a 2.000 kilómetros y 45 horas de viaje en tren desde Moscú, lejos de todo, rodeado de asesinos de la peor especie y donde su voz difícilmente podía ser oída. Estaba condenado a 19 años de cárcel por "extremismo". Solo ha podido cumplir dos.
Putin podrá alegar que la muerte se ha producido por un trombo o una neumonía; probablemente nunca sabremos si fue ayudado a morir. Sin duda Putin es responsable de la muerte de este activista valiente dispuesto a sacrificar su vida en aras a un mejor futuro para su país. Los rusos ya saben con qué clase de democracia se enfrentan y qué tipo de riesgos tendrán que enfrentar si buscan mayor libertad. El mundo libre deberá retener muy claro en la memoria el personaje con que tenemos que habérnoslas. En especial, en estas latitudes, debe recordarlo su buen amigo Puigdemont.
Jorge Fuentes Monzonís-Vilallonga es Master en Ciencias Políticas y Económicas y Derecho.
Diploma de Altos Estudios Internacionales. Embajador de España en Bulgaria en 1993.
Primer Embajador de España en Macedonia en 1995.
Embajador de España en Bruselas WEU en 1997, entre otros cargos.