Tesoros naturales en las entrañas de ESPAÑA

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Las tierras ibéricas siempre fueron ricas en minerales. Durante el Imperio Romano, el oro extraído de Las Médulas, en la provincia de León, suponía casi el 10% de los ingresos de Roma, y sirvió para establecer el primer patrón oro. Más antiguas aún son las extracciones de Rio Tinto, explotadas desde hace más de 5.000 años por íberos, fenicios, romanos y musulmanes, quienes arrancaron cobre, hierro, manganeso, plata y oro.

A estos y otros yacimientos históricos se han unido los recientes descubrimientos, algunos verdaderamente espectaculares. Hallazgos que vienen en un momento en el que los minerales son un bien cada vez más codiciado para mantener el ritmo de producción industrial en todo el planeta. Bien es cierto que algunos pierden su valor al modificarse el contexto socioeconómico y sobre todo por los avances tecnológicos, pero, por contra, surge la importancia de otros, convertidos en verdadero objeto de deseo que lleva a pugnas geopolíticas por hacerse con su control.

Precisamente, se está demostrando que España puede albergar algunos de los minerales más solicitados, y que lo pueden ser aún más en un futuro inmediato. Varios, incluso, podrían considerarse como estratégicos y críticos.

El litio es uno de ellos, por sus excepcionales propiedades térmicas y eléctricas, imprescindible en las baterías modernas. En España, su última producción tuvo lugar en 2011, concretamente en la salmantina Mina Feli. Pero, según el Plan Nacional de la Minería, hay abundantes reservas de ambligonita y lepidolita -dos de los minerales que contienen litio- en las provincias de Badajoz, Cáceres, Salamanca y Pontevedra. En la localidad orensana de Penouta se encuentra nada menos que el estratégico coltán -combinación de columbita y tantalita-, de uso común en los dispositivos electrónicos por su sobresaliente capacidad para almacenar la energía y regular el voltaje. Mientras que en Salamanca, en la comarca de Retortillo, existen reservas de uranio.

Sin embargo, no solo las tierras españolas son prolíficas en minerales clave. Nuestras aguas no se quedan ni mucho menos atrás, especialmente en las inmediaciones de las islas Canarias. Prospecciones realizadas en 2016 confirmaron la existencia de un yacimiento que podría contener 2.670 toneladas de telurio -uno de los minerales con más futuro- en el monte submarino Tropic, situado a 250 millas náuticas al suroeste de la isla de El Hierro. Asimismo, el monte sumergido The Paps destaca también por esconder riquezas minerales. Ambos están recubiertos por gruesas costras de ferromanganeso ricas en metales y tierras raras, como lantano, manganeso, níquel, platino, vanadio o el codiciado cobalto.

Por si fuera poco, las aguas canarias guardan otro tesoro, el hafnio, muy apreciado por su empleo en reactores nucleares. Dada la extensión e importancia de estos yacimientos submarinos, el Gobierno español ha solicitado a la ONU la ampliación de la plataforma canaria hasta los 350 kilómetros.

Pero esta nada desdeñable fuente de ingresos para el país, comenzando por el número de empleos directos e indirectos que se pueden crear, también tiene sombras. Las extracciones terrestres suelen ser a cielo abierto; en algunos casos, cerca de poblaciones o de restos históricos. A veces requieren un elevado consumo de agua, con riesgo de quedar contaminada. O precisan infraestructuras y vías de comunicación que pueden dañar el ecosistema. Por no mencionar los residuos que generan y los posibles accidentes. En el mar, el perjuicio para los diversos seres vivos es también objeto de alarma.

Por ello, la solución pasa por un planeamiento detallado, sereno, estratégico y no politizado, en el que se garantice el equilibro medioambiental y se prime el beneficio para las personas más directamente afectadas. Se debe hacer un esfuerzo gubernamental para que las empresas explotadoras sean nacionales, y no avariciosos grupos extranjeros de inversores de capital riesgo. En definitiva, el camino pasa por apostar por una auténtica minería sostenible española, terrestre y submarina. Si se consigue, España se podría convertir en la principal potencia europea en minerales estratégicos, incrementándose notablemente así su peso geopolítico.