Soy de los que piensan que la política española ha tomado un rumbo preocupante con la investidura de Pedro Sánchez y los posicionamientos de los diversos partidos políticos. Y de los que piensan que hubiera sido mejor ir a unas terceras elecciones que tener el Gobierno que vamos a tener. Pero no hay que perder la calma y, si existiera, creo que habría que administrar una dosis de serenidad para administrársela a algunos, a bastantes.
Es cierto que los votos a favor de Sánchez representan a 10,9 millones de electores, y los diputados que han votado “no” representan a 11,3 millones de votantes. Pero mientras tengamos el sistema electoral que tenemos, es el riesgo: la mayoría de los españoles no querían este Gobierno, y lo tenemos.
El resultado en la investidura es un jeroglífico o sopa de letras: 8 partidos apoyando a Sánchez –mejor dicho, siete partidos y la agrupación electoral Teruel Existe-, 8 en contra y 2 abstenciones.
Hay que sopesar lo que ha sucedido sin perder los nervios. La opción PSOE+Ciudadanos en abril hubiera supuesto 11,7 de votantes a favor, pero no cuajó, para mal de este país, visto lo visto.
¿Responsables máximos de la actual situación, con comunistas en el Gobierno –llamado “populismo”-, y el regocijo de independentistas y filoetarras? En primer lugar, Pedro Sánchez, pero no únicamente. Albert Rivera tiene su cuota importante.
¿Más responsables máximos? Las elecciones del 10-N hacían muy previsible lo que ha pasado. Lo sabían los denominados partidos constitucionalistas, pero no supieron articular unas candidaturas que otorgaran más diputados a una suma de PP-Ciudadanos-Vox, llegando por ejemplo a acuerdos para que Vox no se presentara en aquellas provincias que no iba a sacar diputado, y podía favorecer al PP, o Ciudadanos también podía haberlo hecho. Primó la visión partidista.
El PP intentó la fórmula de “España Suma”, como sucede en Navarra. No tuvo éxito. También el PP ha de revisar a fondo su capacidad de llegar a acuerdos con otros partidos por el socorrido “bien de España”. Afán de protagonismo en Ciudadanos y Vox, velando más por su propio partido que por el mencionado “interés general”. Ha faltado altura de miras, incluso coherencia, que es lo que reprochan a otros partidos.
Ana Oramas, de Coalición Canaria, ha pedido perdón a su partido porque su “no” lo soltó en la investidura. Se vota a los partidos, no a una persona, en nuestro sistema electoral. Su voto en conciencia puede ser alabado o denostado, pero hay otros modos de hacer prevalecer la conciencia.
Los dardos han ido dirigidos a Teruel Existe. Queda la duda de si la mayoría de los que votaron a Tomás Guitarte hubiera apoyado el “sí” o bien el “no” a Sánchez: para unos prima facilitar la gobernabilidad que prometió la agrupación electoral, y para otros prima el respeto a la Constitución que Guitarte ha reiterado. Buen galimatías, pero desproporcionado atribuir a Guitarte la responsabilidad máxima del resultado final.
El tono de las intervenciones ha dejado mucho que desear, por incoherencias históricas o simplemente respeto a los votantes. Que una diputada de ERC afirme que le “importa un comino la gobernabilidad de España” es una bofetada para todos los españoles, aunque seguramente ella piensa que es lógico ante sus votantes.
Lágrimas en Pablo Iglesias, posturas de Adolfo Suárez, ausencia de aplausos a una diputada de Podemos que acudió a votar pese a padecer cáncer. Cada uno puede quedarse con las imágenes que prefiera, pero con algo más de serenidad.
Ante posibles barbaridades económicas del nuevo Gobierno, hay que recordar que Bruselas también estará al tanto. También hay que destacar que no es de recibo anunciar una subida del salario mínimo a 1.200 euros sin tratarlo con empresarios y sindicatos. Pero la fuerza de España seguirá siendo de los españoles, hay muchos modos de evitar barbaridades, de tipo legal, aritmético o, si es preciso, movilizaciones de la sociedad. Un poco de calma ante tiempos muy inciertos, y pese a que opino que es más preocupante lo que ha negociado ocultamente el PSOE con otros partidos que el programa escrito.
Mariano Rajoy, en su libro “Una España mejor”, recoge una cita de Mario Vargas Llosa, de su obra “La civilización del espectáculo”, sobre el desprestigio de los políticos, que me parece útil recoger tras la investidura, aunque no comparto todo.
“En nuestra época –escribió Vargas Llosa– aquellos aspectos negativos de la vida política han sido magnificados a menudo de una manera exagerada e irresponsable por un periodismo amarillo, con el resultado de que la opinión pública ha llegado al convencimiento de que la política es un quehacer de personas amorales, ineficientes y propensas a la corrupción”.
Así lo dejó escrito Vargas Llosa en 2012, y en estos ocho años las redes sociales han favorecido el tremendismo, la descalificación, el insulto, la ligereza. La participación en redes sociales no debe estar reñida con la educación y el respeto.
La opinión que tenemos sobre los políticos tras la investidura puede ser que España no se merece los políticos que merecemos. No sé: se les ha votado con libertad, y eso incluye a los que han votado al PSOE, conscientes de que Pedro Sánchez pactaría con quien hiciera falta para seguir en la Moncloa.
Vamos a esperar acontecimientos, pero con serenidad para analizar lo ocurrido, ser equilibrados… y tomar nota. Ya sabemos que los periodistas siempre estaremos en el punto de mira: no figuramos entre los profesionales más creíbles, casi como los políticos, pero que cada uno respondamos de nuestras acciones u omisiones.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.