El lector de estas líneas puede quedar desconcertado. Desde el comienzo: mi experiencia médica con la Sanidad ha sido y es excelente, he de reconocerlo, aunque también he de decir que, gracias a Dios y a los médicos, es muy rutinaria y ha sido muy esporádica la de una mayor entidad. Siempre es útil y objetivo hablar de experiencias vividas a nivel personal, no únicamente de lo que nos cuentan los demás.
Ahora narro un hecho, que clama al Cielo. En Castelló también. Un amigo ha pedido la revisión por agravamiento de su incapacidad permanente, hace la friolera de 8 meses. Pese a reclamar, la respuesta ha sido que está registrado su expediente y que tenga paciencia, porque hay colapso para valorar médicamente su incapacidad: esta respuesta es de hace ¡5 meses! Silencio total. ¿Esperarán a que fallezca? Hace pocos años, era un trámite –la citación médica para valorar la revisión– que se hacía en uno o dos meses tras la solicitud. Tiene todo el aspecto de que va a acabar en los tribunales este asunto.
Es casi continuo el goteo de quejas por retrasos en la Atención Primaria, que ha pasado a denominarse Desatención Primaria. No digamos nada de las citas para especialistas: un calvario. Quien puede pagárselo, acude a la medicina privada. Esto no era así hasta hace unos pocos años. Y lo más peligroso es que parece instalarse una aceptación social del retraso sanitario sistemático, una Sanidad enferma cronificada, sin reacción en las autoridades ni en la sociedad. Una enfermera, que me expresaba que siempre había votado a los socialistas, comprueba tal deterioro que me ha afirmado que no piensa votar Ximo Puig, y que sus colegas van a castigarle en las urnas el próximo 28-M.
En la Sanidad ha de prevalecer la profesionalidad, no el electoralismo. A todos los niveles: también para ocupar cargos en los hospitales públicos, que con desfachatez se adjudican a militantes del partido gobernante, sean o no idóneos para ese puesto. Concurso de méritos público, transparencia, profesionalidad.
La Sanidad pública está enferma. Es vital en nuestra sociedad dotarle de más personal, aprovechar mejor los recursos, racionalizar su uso también. Y aquí viene la “bomba”: si para mejorar la Sanidad es preciso plantearse que los usuarios paguemos un tanto por ciento en función de los ingresos, no lo descartemos. Desear una Sanidad excelente sin que nadie pague nada no parece realista. Insisto: estúdiese a fondo, sin demagogia ni alarmismo, en función de los ingresos. Yo no voy sobrado, pero soy de los que piensan que lo que nada cuesta apenas se valora ni se aprovecha. ¿Qué no da votos? Ya lo sé.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.