Como calamochino desapruebo totalmente que se haya celebrado Halloween en lo que, hasta hace ocho años, fue el convento de clausura de las monjas Concepcionistas Franciscanas, que lo fue durante 300 años. Se celebró el pasado 31 de octubre, bajo el lema “el convento del Terror”.
La villa turolense se encuentra totalmente dividida por esta polémica decisión del Ayuntamiento de Calamocha, cuyo alcalde socialista, Manuel Rando, ha cometido un grave error, aunque el convento es propiedad municipal. Todavía no ha pedido perdón a los muchos calamochinos –si hubiera hecho una consulta popular dudo mucho que hubiera resultado favorable a la decisión del consistorio– que nos sentimos molestos, heridos en nuestro afecto religioso y en nuestra gratitud a la gran labor que desarrollaron las monjas, todavía muy presente en Calamocha.
Como es un lugar emblemático y de referencia en la villa, algunos vecinos propusieron al alcalde organizar ahí algún acto con motivo de Todos los Santos, como por ejemplo un concierto o una exposición. La respuesta del alcalde es que se encuentra en mal estado de conservación. ¡Y luego decide organizar ahí la fiesta de Halloween! La fiesta ha costado 3.500 euros, y sólo se ha ingresado de los asistentes unos 600 euros, pues la entrada se cobraba a 3 euros. Para colmo, todos los calamochinos hemos pagado este despropósito.
Basta recordar cómo, hace 4 años, la Junta de Cofradías organizó una visita cultural para los vecinos que quisieran recorrer el convento, y de ello se encargó Jesús Blasco. Se realizaron durante una semana 28 visitas muy concurridas de público, de dos horas de duración cada una, y en ellas se palpó el respeto y cariño al parvulario –yo fui uno de los párvulos que se benefició de esa labor de las monjas-, al refectorio y al panteón donde reposan 250 monjas. También reposa ahí, por ejemplo, la madre del que ha sido mantenedor de las Fiestas de San Roque en Calamocha este año, el periodista José-Luis Campos. Fue una experiencia inolvidable y emocionante, con calamochinos derramando lágrimas en lo que había sido su primera escuela, que lo fue hasta finales de los 70.
Calamocha está herida, dolida. Es cierto que no todos, porque los 200 que participaron en la fiesta lo hicieron con gusto, a otros les parece indiferente y a otros muchos nos parece una falta de respeto. La polémica inundó las redes sociales.
Han protestado los grupos parroquiales que forman parte del Consejo parroquial de Calamocha: Acción Católica, Cáritas, Manos Unidas, Coro, grupo de Liturgia, catequesis de adultos y catequistas. Se ve que el alcalde concede derechos a unos y los quita a otros, que invocan la historia, el respeto religioso y las diversiones que no molesten a un gran sector de los vecinos. La Junta de Cofradías no se ha pronunciado, por no echar más leña al fuego, porque ya arde Calamocha.
A muchos nos parece irreverente, una decisión temeraria y antidemocrática, que se celebre esa fiesta pagana en un lugar que tiene una iglesia con culto diario en estos momentos, donde se ha impartido catequesis estos años y donde se guardan pasos de Semana Santa, a la espera de que este antiguo convento tenga un uso razonable, que ha de estudiarse, como biblioteca, museo o uso que se estime adecuado escuchando a todos los calamochinos. Ha sido –y es- un lugar de oración, de contemplación, y una imagen de terror lúdico como es Halloween no es un destino apropiado, que ofende la memoria histórica de muchos calamochinos. Sí, la memoria histórica, lo escribo a propósito: si algunos invocan la memoria histórica para lo que juzgan oportuno, en este caso exigimos que se respete la memoria histórica del convento de las “monjicas”, como cariñosa y familiarmente lo hemos denominado generaciones de calamochinos.
Paradoja: el último alcalde socialista de Calamocha –el anterior al que ahora hay– se apostaba durante la guerra civil en las tapias del convento para protegerlo de la barbarie de aquellos momentos irracionales y violentos. El alcalde tuvo que exiliarse a Francia y, precisamente por influencia de las monjas, al regresar tras la guerra civil pudo volver a su casa sin represalias. Ahora descansan sus restos de ese alcalde en el cementerio de Calamocha. Si pudiera hablar, se indignaría contra el actual colega alcalde, el socialista Manuel Rando. ¿Cuál de los dos alcaldes respeta mejor el sentir del pueblo, por encima de credos políticos o vaivenes circunstanciales, entonces una guerra civil, y ahora una moda festiva como Halloween?
Para algunos es un síntoma de modernidad y evolución social, o mero asunto generacional. Deben reflexionar: las creencias religiosas, la actividad religiosa, las tumbas de las 250 monjas, el afecto cultural de los ciudadanos y tantos argumentos como podría esgrimir, tienen unos derechos, y es exigible un respeto. Una fiesta como Halloween ha de ser respetuosa pero puede ser fuente de polémica y discusiones, como lo son ahora las calles y bares de Calamocha, que no deja de hablarse de lo ocurrido el 31 de octubre.
¿Qué necesidad hay de herir? La democracia exige respeto a la pluralidad. De mi infancia en Calamocha, si hubiera que elegir un sitio del Terror, lo ubicaría en las antiguas cárceles del Ayuntamiento, lúgubres, que a niños y mayores asustaban o repelían.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.