Ésta Semana Santa es muy rara, excepcional, debido a la pandemia. No habrá procesiones, ni Oficios, ni velas al Santísimo, ni Vigilia Pascual…, aunque es cierto que algunos de estos actos centrales para un cristiano sí que se celebrarán, pudiendo seguirse a través de la televisión o internet. Para quienes practican la fe, las opciones para seguir esas celebraciones son múltiples, como ya vienen haciéndolo durante estas semanas de aislamiento, con elevadas cuotas de audiencia, para confirmación de unos y sorpresa de otros. La religión, en concreto la fe católica en nuestro país, está más arraigada de lo que puede parecer, aunque es evidente que en estos años ha ido disminuyendo la práctica religiosa en España: veremos qué sucede a partir de ahora.
Cuando empezamos a ver la magnitud de la tragedia –no quiero entrar en apreciaciones políticas ahora-, muchos comentarios acompañaban el dolor y el sufrimiento, acentuando que había que tener más presente a Dios en la vida cotidiana, valorar más lo esencial y menos lo superficial, y abundaba una reflexión: “es un golpe radical a nuestra autosuficiencia, creernos dueños de la vida y de la muerte de las personas, admitir que somos criaturas”.
Esta crisis está avivando la práctica religiosa en muchas personas, y desde luego la meditación en estas largas semanas de confinamiento, y no digamos en el personal que se está volcando y dejando la vida en ayudar a los contagiados, agotados tras reiteradas jornadas extenuantes. El personal sanitario está palpando cada día el sufrimiento, la muerte, a veces entre el propio personal médico: uno de cada seis españoles contagiados es del personal médico. Y también conmueve que 96 sacerdotes italianos hayan perdido la vida confortando a los contagiados por coronavirus. También puede ser que algunos se indignen por tanto sufrimiento, y se distancien de Dios por este sufrimiento, casi “culpabilizando” a Dios de lo que está sucediendo, como se hace a veces con ligereza al cuestionarse las guerras, todo tipo de calamidades o exterminio de miles de personas por parte de dictadores de diverso tipo.
Aparece la pregunta de, dónde está Dios en esta pandemia. Puede parecer ausente, y no es así. La Eucaristía, la Pasión y la Resurrección de Jesucristo pueden arrojar luces para quien las busque con humildad y un poco de fe. El Papa Francisco dijo hace poco: “Dios perdona siempre; el hombre, a veces; la naturaleza, nunca”. Estos días son para rezar, para vivir las procesiones “por dentro”, o al menos para pensar.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.