No, no todo es, en los espíritus, tranquilidad, paz, serenidad, calma, placidez. También hay desasosiego, inquietud, desvelo, preocupación.
Ya es cosa sabida que los temores van, sobre todo, a lo que pueda suceder con el asunto de la educación, el aborto, la familia y diversas otras cuestiones morales y trascendentes. Se teme que las leyes, futuras leyes, abran paso o den facilidades a una relajación de las costumbres, desconocida hasta ahora en nuestro pueblo, y que se inicie o inaugure una nueva época religioso-moral para peor.
Se atribuye a algunos periódicos y a algunos semanarios la intención manifiesta o evidente de descristianizar la nación. Recientemente escribía uno de nuestros obispos:
«Es claro que la libertad de expresión no siempre engendra una real libertad. Sin duda la libertad de expresión la disfrutan y la ejercen quienes poseen los medios públicos de expresión. Nos inundan con lo que quieren.
»En nuestra España muchos valores del espíritu están siendo combatidos duramente. La experiencia nos dice avasalladoramente cada día que los valores nobles de la persona, de la familia, de la juventud, de la religión tienen hoy muchas menos posibilidades de llegar al pueblo a través de los medios de comunicación social, porque hay una clara discriminación a favor de cuanto atenta a una personalidad sana. Se trata positivamente de descristianizar la nación.»
Es evidente también que ha reaparecido entre nosotros, fuerte, el anticlericalismo y que incluso se ha manifestado sin guardar las formas.
Los periódicos y semanarios aludidos —según un ilustre historiador y comentarista— casi están dando la impresión de que, al parecer, nos quieren volver a antes de la época de los godos, o a antes de la conversión de los godos; mejor dicho, a antes de Recaredo.
No nos extrañaría nada, porque ya aquel otro anticlerical, que se llamaba Manuel Azaña, decía (lo contaba también el ilustre historiador) a los amigos de su partido: «España es anterior a Recaredo, y cuando los últimos vestigios de la posteridad espiritual de Recaredo desaparezcan, España subsistirá».
Es decir, que España no volverá a ser España hasta eso; hasta que no recale en la herejía o en el ateísmo. A estos nuevos anticlericales se les llama «progresistas». Y a nosotros, para avergonzarnos, se nos llama «involucionistas», una palabra nueva.
Las medidas o tomas de posición de la Iglesia se interpretan en pura «clave de poder». La Iglesia, haga lo que haga, lo hace todo, según los dichos periódicos y semanarios, para conservar su poder, para no perderlo, o para aumentarlo. ¿No será porque le preocupa la salvación de los hombres, por fidelidad a la doctrina de Jesucristo? Pero todo eso, ¿qué es? (Ellos no creen en eso, ni creen que los demás lo crean.) Vamos buenos.
Isaac Riera Fernández es sacerdote Misionero del Sagrado Corazón, licenciado en filosofía por la Univ. Gregoriana de Roma, doctor en filosofía por la Univ. de Valencia y escritor.