PRECARIEDAD Y VALIUM

Según todas las encuestas, los problemas oficiales, como la ideología de género, la violencia de género, el feminismo, y el LGTB, poco tienen que ver con los reales. Según estas encuestas, el paro es actualmente en España el peor problema que enfrentan los españoles. El hecho es que la tasa de paro en España es la más alta de Europa; la situación de precariedad y ansiedad que ello provoca nos lleva a ser, también, el que más ansiolíticos consume del mundo, un dato que tampoco se suele publicitar ni citar en los principales medios de comunicación.

La precariedad laboral, entendida como el aumento de la vulnerabilidad e inseguridad de los trabajadores a consecuencia de las relaciones que definen la continuidad laboral, afecta nada menos que a casi la mitad de los trabajadores totales (48%), según un informe de CCOO y la Universidad de Alicante, que señalan que las mayores carencias están en las jornadas atípicas, la sobrecualificación, la inestabilidad y los bajos salarios.

Consecuencia de toda esta precariedad, sobreviene, de forma inexorable la pobreza: en un artículo de El Mundo, de 6 de marzo de 2020, se detallaba un estudio realizado por el Banco de España, según el cual el número de hogares en riesgo de pobreza es hoy mayor que en 2009, y que la situación es especialmente grave en aquellos hogares cuyo cabeza de familia está entre los 45 y 64 años. Es decir, que, en los últimos años de la crisis, el número de hogares en esta situación ha aumentado nada menos que en 700.000 personas.   El dato es especialmente preocupante dado que en esa franja de edad las personas debieran de estar activas, sus ingresos, por lógica, debieran de ser más elevados, después de toda una vida laboral y toda una experiencia profesional; por lo que debieran de estar en disposición de poder ahorrar para la jubilación. Otro dato preocupante es que esas personas no son ignorantes, en muchos casos completaron unos estudios secundarios, e incluso el 15% posee estudios universitarios.

Por otra parte, si malo es el dato referido a los adultos, terrible es la tasa de desempleo laboral para los jóvenes, igualmente la más alta de Europa.

En resumidas cuentas, nos movemos en un contexto de precariedad; en un círculo vicioso de pobreza, malas condiciones de vida y sufrimiento psíquico.

Esto provoca que, ocasionalmente, a los políticos de turno se les llene la boca hablando de estos problemas, que no son sólo Españoles; por ejemplo, Macron, el vendedor de humo, en la conferencia de Múnich de febrero de 2020, sorprendió advirtiendo que:  “Europa corre el riesgo de convertirse en un continente que no cree en su futuro”, y, consciente de quien lleva las riendas de la unión, pidió esfuerzos a Alemania en un intento de evitar esta desastrosa situación.

Europa corre el riesgo de convertirse en un continente que no cree en su futuro”, la frase es, cuando menos, portentosa y muy apropiada a la situación actual. Macrón habló de la frustración que recorre Francia, de la impaciencia por que las cosas puedan cambiar en algún sentido positivo y de la desesperación por seguir en la situación actual. Es demasiado evidente que la solución no pasa por más pelotas de goma ni más brutalidad policial frente a los chalecos amarillos.

Estos problemas de los que Macron habla son también los nuestros. Sin ir más lejos, el dato filtrado por el INE es que, en España, nada menos que 2’6 millones de trabajadores son pobres. Estos tienen una situación tal que puede oírseles realizar las siguientes manifestaciones que en cualquier otra situación nos cortarían el aliento:

“No tenemos internet en casa, no tenemos coche, no tenemos calefacción, ni aire acondicionado… la comunidad no la pagamos hasta que no cobramos la extra”.

En otro caso:

“Los libros de los niños son todos prestados, y la ropa también, de familiares.”

Otro comentario:

“En casa no se compra ni verdura ni carne ni pescado, solo pasta y arroz.”

Mas:

“Como trabajo en un supermercado puedo llevarme algunos productos caducados a casa.”

“Tengo más de 25 años y no he podido pagarme aún el carnet de conducir.”

“Vivimos sólo para lo básico.”

“He tardado un año entero en poder pagarme una entrada para una actuación que quería ver.”

“No recuerdo la última vez que salí a cenar con mi pareja fuera de casa.”

Este dato de España no debe ser muy distinto en Francia, y si no, ahí están los últimos resultados electorales, acortando distancias respecto de Macron a pesar de la estigmatización de la que es objeto Marine. Uno de cada cinco trabajadores españoles vive bajo el umbral de la pobreza, y este hecho se ha convertido en un problema estructural persistente, sin que parezca que pueda tener solución.

Nuevamente hay que preguntarse si de verdad ha existido una publicitada recuperación, o solo es propaganda de medios afines con el poder; más bien la segunda opción, nos tememos.

Lo cierto es que la precariedad es la norma en una situación en donde todo lo que abunda son los contratos temporales, la gente cambia constantemente de trabajo debido a que las empresas quiebran o les despiden. Nadie tiene ya un trabajo seguro, ni para un año, ni para varios meses, y menos para toda la vida. Es el contexto ideal, para que se produzca la explotación laboral. Todo el mundo teme perder su trabajo, así que no hay bajas médicas. La inmigración ilegal ayuda sobremanera en este contexto de precarización, provocando una competencia imprevista y atroz con los trabajadores autóctonos.

“La Croix”, un periódico francés, señala este problema en uno de sus artículos, citando los salarios bajos y los trabajos temporales como las razones últimas del descontento con la actual situación en España y en Europa.

“Channel News Asia”, señala que, en España, millones de trabajadores pobres están atrapados por debajo de la línea de pobreza, sólo superados por Grecia y Rumanía, sin que se vea perspectiva de solución.

España, además, tiene el record de contratos temporales en la UE. es decir, de precariedad laboral.

Básicamente, y según los estudios realizados, los trabajadores pobres sufren con más frecuencia la precariedad actual; tienen dificultades para mantener un trabajo, por causas tales como la baja formación o la destrucción de empleo en empresas familiares, incapaces de sobrevivir a estos terribles nuevos tiempos… esto les impide ahorrar dinero, tener alguna perspectiva seria de vida, y evidentemente, esta situación les afecta psicológicamente, de un modo u otro.

Es muy evidente que la propia situación muestra un contrasentido; es decir, en el colmo de este cacareado progreso en el que nos encontramos, ¿cómo puede ser pobre alguien que trabaja? Supuestamente el trabajo es fuente de ingresos. Nadie que trabajara debiera tener estos problemas. Sin embargo, es así, los trabajadores pobres se encuentran con que no pueden alquilar un piso en el que vivir si trabajan en la capital, como máximo, puede aspirar a alquilar una habitación. Si no lo hacen así, pueden llegar a verse en la necesidad de vivir en el coche o en la calle o… en un cajero automático.

Por increíble que parezca, se da el caso de personas sin hogar que tienen empleo.

Según los estudios, para intentar solucionar la situación, muchas de estas personas intentan acceder a varios empleos a tiempo parcial, con lo cual acaban no descansando, y esto repercute en su salud a corto y largo plazo, deteriorándola.

Incluso se ha acuñado un término anglosajón para referirse a estas enfermedades que sufren debido a su situación ansiosa y desesperada, el de “diseases of despair”, y que engloba a los suicidios, alcoholismo, drogadicción y violencia interpersonal. Citamos el hecho de que la tasa de suicidios se sigue incrementando en España, a pesar del silencio oficial en los medios de comunicación.

Está claro que las personas en esta situación no se plantean tener hijos, ya tienen dificultades para tener relaciones estables, y, en el supuesto de que consiguieran tenerlos, las familias suelen ser monoparentales, de manera que la hipotética descendencia va a tener muchas dificultades para poder acceder a una educación superior, la única con garantías de facilitarles un futuro algo mejor.

Tan acuciante es el problema que nos ocupa que el Ministerio de Trabajo ha puesto en marcha recientemente una comisión de expertos en salud mental y precariedad laboral que pretende llegar a alcanzar propuestas en orden a intentar enfrentar los problemas que citamos, según se informa en “Infolibre”.

Dentro de todo este maremágnum de precariedad y pobreza, con todo el mundo denunciando la ansiedad que esta situación les provoca, se intenta solucionar los problemas laborales y sociales consumiendo ansiolíticos, es decir, medicamentes con capacidades de relajación muscular y poder hipnótico; tranquilizantes, para que nos entendamos. Se encuadrarían dentro de este grupo de medicamentos los conocidos como Diazepam, Lorazepam, Bromazepan, Valium, Lexatin, Clonaxepam, Rivotril, Rohypnol, Temazepam, y Midazolam. En España habríamos batido el récord mundial, al consumir unas sesenta dosis diarias por cada 1.000 habitantes.

Se consigue así, en parte canalizar la ansiedad, evitar la indignación que esta situación produce, y algo muy importante: eliminar la violencia como respuesta, generando una sociedad pasiva, que convive con sus miserias como un rebaño de reses, mansamente, sin rebelarse, aceptando todos los abusos que se le impongan.

Así llegamos al punto de que en España no solo tenemos la tasa más alta de paro, si no que también tenemos récord mundial en el consumo de ansiolíticos, tal y como viene recogido en numerosos artículos periodísticos como el de “Infolibre”, al que nos referimos, de 22 abril de 2022. Se insiste en el mismo del círculo vicioso que supone la precariedad laboral, la pobreza y la ansiedad.

Al final nos damos cuenta de que son las pastillas las que permiten a la gente poder sobrevivir en unas circunstancias cada vez más hostiles, convirtiéndose en una versión moderna y real del “soma” que tomaban los protagonistas de “Un mundo feliz” de Huxley para enfrentar las penas, controlar sus sentimientos y frenar la ansiedad.

  • José Manuel Millet Frasquet es abogado.