Desconozco si existen los extraterrestres, pero creo que si alguno aterrizase en el planeta y se topara con una calavera humana podría quedar horrorizado, paralizado. Vista desde frente, hay una palabra que siempre asocio con esta visión de un cráneo humano: ferocidad. La misma que se les supone a todos los altos ejecutivos de todas las grandes multinacionales, corporaciones, bancos…todos ellos en persecución de un único objetivo en sus vidas: ganancias al precio que sea. Está en juego su propia supervivencia como altos cargos del sistema, su carrera depende de que los socios obtengan beneficios, cuantos más, mejor.
Quizás, por esta razón, se me genera cierto ataque de risa cada vez que uno se encuentra en Google, publicado, algún artículo de un “primaveras” que, de forma totalmente desinhibida, defiende sin rubor alguno el globalismo. O más bien la globalización. O ambas, sin profundizar en lo que sea cada cosa, ni preocupándose en distinguirlas. El último, de Nuria Más, en su artículo “La globalización que queremos”, publicado por “La vanguardia”, de fecha 3/5/2022, retrata perfectamente los tópicos en los que incurren siempre sus defensores; ahí va uno de ellos: afirma que la pérdida de puestos de trabajo es debida al avance tecnológico, no a la globalización. Perfecto. Les podría intentar vender esta idea a todos los trabajadores que han sido despedidos en España dado que su producto se realizaba más barato en otros países, lo que viene denominando deslocalización. Claro que puede que esta señora desconozca lo que tal término significa. O también podría intentar convencer a los empresarios que no han podido deslocalizar y han tenido que malvender su empresa por lo que les dieran por ella, impotentes ante la competencia de productos extranjeros baratos. O podría tratar de venderles también la idea a los agricultores españoles, que ven cada día como a través de los puertos holandeses entran masivamente, ilícitamente, deslealmente, las producciones de terceros países, copando el mercado europeo y dejándoles sin opciones reales de continuar con la explotación.
Por no hablar del mismo título del artículo de la Sra. Más, de nota: “La globalización que queremos”. Da a entender que la globalización será lo que quiera ella y un supuesto grupito de amigos; como si la decisión se tomara en unas circunstancias democráticas, y no contaran los intereses de ese 1% de la población que vive, se enriquece y explota la globalización como si no hubiera un mañana, despreciando al común de los mortales, a la gente, a la masa, a los gobiernos y a la dignidad del ciudadano medio; con su ejército de especialistas, altos ejecutivos, técnicos, políticos, economistas, periodistas, sociólogos... Ante esta evidencia, un artículo que se titula “La globalización que queremos” es como si lo hubiera redactado un alumno de primaria, o como cuando le preguntan a la recién elegida Miss de turno que manifieste un deseo, e inmediatamente suelta lo de la “paz en el mundo”; un poco de mundo Disney. Infantilismo en vena.
De nota también el argumento de que los partidos populistas intentan dar “soluciones fáciles a problemas serios”. Claro, al parecer, algo tan elemental como proteger la soberanía nacional, el empleo de los ciudadanos, la industria o la alimentación autóctona, se le califica como un “problema serio”, es decir irresoluble, cuando la realidad es que debiera de ser el punto de partida de cualquier gobierno, del color que fuere.
El fondo que se vislumbra en el artículo en cuestión exhibe un total desconocimiento de cómo funciona el mundo en la actualidad. Habría que explicarle que se está produciendo un proceso imparable de concentración de la riqueza en pocas manos, una atomización del poder económico, un auge de una nueva oligarquía que nos deja estancados nuevamente en una nueva plutocracia, en un nuevo medievo…pero claro, para ella, la globalización, o el globalismo “ha sacado a millones de la pobreza”, sin especificar a qué millones se refiere; por lo pronto, en España tenemos el mayor paro de Europa y según los estudios, uno de cada cinco españoles se sitúa por debajo del umbral de la pobreza.
De chiste también la afirmación de que “a los países más abiertos les ha ido mejor”. Quizás no sabe que España, por ser tan “abierta”, no solo ha perdido el lugar que ocupaba en el escalafón de países desarrollados sólo hace treinta años, antes de la entrada en la nefasta UE, si no que, con estas “aperturas”, tenemos, como citamos, el mayor paro de Europa y en definitiva, la situación económica se ha degradado tanto que incluso repúblicas ex soviéticas nos aventajan ya en PIB. España, gracias a ser tan “abierta”, tiene su soberanía alimentaria seriamente amenazada, después de haber perdido la industrial (el tema reciente de las mascarillas lo acredita). Así que estas “aperturas” facilonas, envueltas en maravilloso papel de regalo a colorines LGTB, en manos de los políticos trepas de turno, no parecen que nos hayan conducido a buen puerto, y no se vislumbran como políticas serias.
Finaliza el artículo reconociendo, tímidamente que “alguna cosa no ha ido bien”; menos mal, una concesión a la realidad, pero claro, sin concretar qué cosa sea esta, sin descender a lo particular, siempre en modo genérico. Como si un run-run le rondara la cabeza sin saber muy bien a qué obedece esa especie de mosca cojonera. Más adelante sigue insistiendo en que “los jóvenes adoran la globalización”, sin distinguir ni profundizar, nuevamente, en esta y el globalismo, si no así, en general. Sin pensar que, más allá del proyecto “Erasmus”, que puede estar bien para veinteañeros, quizás, lo que los jóvenes puede que no amen tanto es tener el paro más elevado de Europa, no tener futuro y estar obligados a emigrar para tener algún empleo digno, o aceptar vivir en una situación de precariedad generalizada y, por el camino, dejarnos con la tasa de natalidad más baja del mundo, sin opción a que exista relevo generacional; y es evidente la relación con esta situación con el evidentísimo descuido para con los intereses nacionales de los últimos treinta o cuarenta años, conectado íntimamente con esas grandes “aperturas” que ella parece amar tanto, y los amoríos de los políticos de turno con las particulares oportunidades personales, concebidas como concesiones graciosas del globalismo, como premio por su leal deslealtad.
Definitivamente, no se puede ser tan simple pretendiendo ser además tan taxativa. O quizás, solo se pueda serlo a condición de ser tan simple. Hay que profundizar un poco más, distinguir entre globalismo y globalización, conocer la historia de tu nación, entender los problemas de la gente, acercarse a la calle, cosas que evidentemente se han obviado y quedado por hacer.
La realidad, es que hoy día, incluso fervientes defensores del globalismo reconocen que este funciona mal o sencillamente, no funciona. Hay personas a favor de esta ideología, que les gustaría afirmar que es un sistema estupendo, sin embargo, en conciencia, no pueden hacerlo. Fundamentalmente, el problema radica en que “unas cuantas grandes corporaciones dirigen la globalización. Empresas poderosas que solo buscan su propio beneficio”, así opina sinceramente Adela Cortina, Catedrática de Ética y directora del Instituto Etnos: “los problemas de la globalización vienen de quien la gobierna”.
Otro autor, el Catedrático de Economía Niño Becerra, considera que el futuro se plantea cada vez peor y que las pocas empresas que van a poder sobrevivir lo harán sólo si se dejan explotar como satélites de esas grandes corporaciones que concentran el poder y la riqueza en tasas cada vez más altas.
Michael Roberts, analista durante 30 años en la City londinense, considera que: “En lugar de un desarrollo armonioso e igualitario, la globalización ha aumentado la desigualdad de riqueza e ingresos, tanto entre naciones como dentro de las respectivas economías nacionales, a medida que las corporaciones transnacionales trasladan sus actividades a zonas con mano de obra más barata”.
A ver si leemos un poco más, Mas.