No sé a ustedes pero a mí todo este asunto de los espías de Pegasus me parece un tanto inflado. Es como cuando el comisario de “Casablanca” se escandaliza de que en la bien conocida timba del Café de Ricky “se jugaba”.
Y me hace recordar con nostalgia cuando en un país comunista, el Embajador y yo, procedentes ambos de una misma región, hablábamos en un valenciano roto para intentar confundir a los escuchas locales. O cuando nos encerrábamos en un baño con los grifos abiertos para distorsionar el sonido de los micros que -dábamos por sentado- estaban por todas partes en la Embajada. O mejor aún, cuando aconsejados por nuestros Servicios, salíamos al jardín para tratar de los temas más delicados.
Recuerdo, por el contrario, aquel Embajador de vuelta de todo que dirigiéndose a las lámparas donde se supone están instalados los micros, decía a voz en grito a su vuelta de vacaciones “¡Aquí estoy de nuevo!”, por si habían desconectado los micros en su ausencia. Estaba convencido aquel diplomático que el micro era la única vía para que sus ideas fueran escuchadas en el país de sede.
También recuerdo el escándalo de la reconstruida Embajada de los Estados Unidos en Moscú, trabajos de modernización hechos por operarios rusos, que a fin de obra pasaron factura a Washington, incluidos los 450 micros con que trufaron las paredes de la renovada Misión. Un escándalo diplomático que tardó años en resolverse.
No olvido el Salón de Embajadores de Naciones Unidas en Nueva York, aquel lugar en que transcurrían escenas clave del film de Hitchcock “Con la muerte en los talones”, en que los jóvenes diplomáticos intercambiábamos inocentes informaciones que nos hacían sentir importantes.
Incluso recuerdo que en el mundo comunista tenía yo largas “fichas” que aún deben andar ahí, en que mi apodo codificado era “Pintor” o “Artista” no estoy seguro.
¡Y ahora se escandalizan de que el CNI espía! Pero que esperan que haga el CNI igual que todos los servicios de inteligencia de todos los países del mundo que se precien.
Todos espían y todos somos espiados. Lo fue Merkel por la CÍA y lo fue Macron por los marroquíes. Y Johnson y sin duda lo son muchos Presidentes y Ministros de muchos países y todos los diplomáticos. Y probablemente muchos ciudadanos de a pie. Usted y usted.
Seguramente Sánchez, Robles y Laya sabían que estaban siendo espiados. Y lo eran por muchos servicios de inteligencia a la vez. Y su caso no hubiera saltado a la luz de no ser porque Aragonés se rasgó las vestiduras por las escuchas a que habían sido sometidos medio centenar de posibles golpistas de los que aseguraron que “lo volverían a hacer”.
Es posible que esta tormenta en un vaso de agua acabe mal para algunos. De momento la Directora del CNI, Paz Esteban, la discreción y la eficacia personificada, que actuó siempre dentro de la más estricta legalidad, está injustamente en apuros y podría ser sacrificada para que el Presidente pueda tranquilizar a la Generalitat y consiga mantener Frankenstein vivo por una temporada más. Confiemos en que ello no ocurra.
Entraría ello dentro del cinismo de la vida política en que los de arriba van soltando lastre para que el buque se mantenga a flote, por el bien de la estabilidad del país. O sea, por el bien de la supervivencia del líder y de su partido.
Por el momento la primera sesión de la nueva Comisión de Secretos Oficiales ha acabado como era de prever: convenciendo a los participantes previstos (PSOE, PP, Vox y C;s) y sin convencer a los restantes (catalanes, vascos, UP etc). Estos últimos no satisfechos con cobrar una pieza menor (la directora del CNI) sino apuntando a una cacería mayor.
Jorge Fuentes Monzonís-Vilallonga es Master en Ciencias Políticas y Económicas y Derecho.
Diploma de Altos Estudios Internacionales. Embajador de España en Bulgaria en 1993.
Primer Embajador de España en Macedonia en 1995.
Embajador de España en Bruselas WEU en 1997, entre otros cargos.