Ética política

Como en cualquier otro aspecto de la vida, en la política hay que comportarse dentro de unas normas que todos hemos aprendido en la familia, en la escuela y en la vida.

No se trata solamente de respetar los principios morales absorbidos en los cursos de religión y catecismo, principios que nos ayudarán un día a entrar en el reino de los cielos, que algunos creemos existe.

Se trata también de manejar con naturalidad toda una serie de reglas de respeto al prójimo, de solidaridad, normas incluso de estética que incluyen desde el bien hablar, bien gesticular, hasta el bien vestir, bien presentarse en público; y sobre todo son normas éticas que en política conllevan el "no todo vale", el saber rebatir las ideas del rival y defender las propias, sin rebasar los límites de la corrección y del respeto ajeno.
En la vida política española, ejemplificada sobre todo en los debates parlamentarios, la ética política brilla por su ausencia. La mera contemplación del escenario humano que compone tan representativo foro hace notar hasta qué punto dista de alcanzar los estándares deseables.

Los debates, mucho más que una confrontación de ponderadas ideas políticas que apunten a la mejora del estado de la nación, se asemeja más a una disputa tabernaria, plagada de groseros insultos personales y en la que solo falta que los contendientes se echen la mano al cuello o a los pelos, que todo se ha visto en no pocos parlamentos. E incluso cosas peores, como lisa y llanamente, la amenaza de muerte por desgracia cumplida.

Por ceñirnos a nuestras Cortes, es evidente que en su actual configuración domina una mayoría automática que ni siquiera se puede llamar de izquierdas ya que entre ellos existe un batiburrillo de formaciones que incluye socialistas, comunistas, separatistas de todo género, filo terroristas, derechistas y alguno más.

Muchos de ellos recelan de la actual Constitución y se sentirán felices de poder modificarla, dándole la vuelta como a un calcetín para cambiar también algunas de nuestras instituciones, particularmente la Monarquía.

Sus formas son agresivas y chulescas, sin contenerse a rebasar todos los límites de la decencia, sin que ello les conlleve la menor sanción o la menor reprobación de parte de la presidencia del Parlamento.

Pero ¡ay de ti si las palabras fuertes vienen del otro lado de la bancada! Todas las iras de la mesa recaerán sobre el pobre diputado que se dejó arrastrar por la indignación y que ahora se encoge por momentos cohibido por la reacción generalizada. No será necesario ejemplificar lo dicho en un caso concreto ya que se repiten con frecuencia.

Y es que en política la mayor victoria de la izquierda es haber hecho creer al colectivo social, que es ella la que está en posesión de la verdad ética, que su bandera social y política es la correcta.

No cabe duda que su estrategia le está dando buenos réditos ya que desde que la democracia se implantó en España en 1978, en dos terceras partes del tiempo transcurrido han conseguido controlar el timón dejando a la derecha un tanto encogida en su ideario tan solo capaz no tanto de vencer como de aprovechar la catástrofe económica y social creada por sus rivales para entrar en acción por los escasos años que les permitan malamente enderezar la situación y salir del escenario barridos por la caterva de partidos que han dominado el legislativo gracias a un sistema electoral claramente mejorable.

Hay muchas cosas que corregir en nuestro país. Muchísimas. Pero acaso la que más mejoraría el ambiente enrarecido que se respira sería introducir algún orden en esa especie de circo que es nuestro Parlamento.

Sin ignorar que esto es como pedir peras al olmo. Sería como querer transformar el carácter hispano, que no calificaré, convirtiéndolo en el alemán, el inglés o el sueco. O por lo menos, el portugués.

 

  • Jorge Fuentes Monzonís-Vilallonga es Master en Ciencias Políticas y Económicas y Derecho. 
    Diploma de Altos Estudios Internacionales. Embajador de España en Bulgaria en 1993. 
    Primer Embajador de España en Macedonia en 1995. 
    Embajador de España en Bruselas WEU en 1997, entre otros cargos.