Conviene recordar que, desde el nacimiento de Israel en 1948, el nuevo Estado se vio contestado y acosado por todo el mundo árabe circundante que le agredió con actos terroristas, intifadas, invasión de refugiados y hasta con cinco guerras en 1949, 1956, 1967, 1973 y 1982, en todas las cuales Israel supo defenderse y salir victorioso a pesar de que los ataques le costaron un elevado número de víctimas, siempre muchas menos que las que ellos infringieron a sus agresores. Todo ello antes de la espantosa agresión terrorista del pasado octubre que derivó en la guerra más larga y cruenta conocida hasta ahora en la región.
Hay que subrayar también que, en todas esas guerras y agresiones, Israel nunca fue el país agresor sino el agredido y que desde 1948 se encontraba en situación de soledad frente al mundo árabe vecino. Excepción hecha del modesto apoyo de Europa Occidental y el muy decisivo de los Estados Unidos que siempre consideró a Israel como a su estado número 51.
A lo largo de los años, sin embargo, las alianzas en la región cambiaron significativamente de signo. Gracias a una diplomacia inteligente, Tel Aviv consiguió siempre contando con el apoyo de Washington, acercarse a países tan significativos como Egipto, los Emiratos, Marruecos y Jordania.
Si a ello unimos el hecho de que otros estados tan importantes como Irak, Siria, Líbano, Libia y Yemen habían quedado fuera de combate por sus gravísimas crisis internas, Israel quedaba enfrentada tan solo a Irán y a los grupos terroristas apoyadas por Teherán como Hamas -operando desde Gaza- y Hezbollah -que actúa desde el sur de Líbano-.
Irán se sintió particularmente aislado cuando en 2022 Israel estaba a punto de establecer relaciones diplomáticas con Arabia Saudita. Fue entonces cuando sospechosamente se produjo la terrible agresión de Hamas que causó 1.300 víctimas y la toma de 230 rehenes, todos ellos inocentes civiles.
El sentimiento de solidaridad inicial desplegado hacia Israel se fue transformando a medida que su respuesta respecto a Hamas se tradujo en una cruel matanza que a día de hoy alcanza 34.000 víctimas incluidos miles de niños, mujeres y ancianos.
La petición del reconocimiento de un estado palestino como miembro pleno de Naciones Unidas, se vio frenado por el veto norteamericano con el argumento de premiar la agresión de Hamas con la aceptación de la solución de los dos estados largamente pedida por muchos países y recientemente por España.
Otro acontecimiento ocurrido el domingo 14 viene a calmar el sentimiento generalizado contra Israel: la agresión de Irán con el lanzamiento de 300 misiles y drones contra el país hebreo, bombardeo que, gracias a la eficacia de la defensa israelí y el apoyo de países amigos, incluidos Jordania y Arabia Saudí pudo ser frenado en un 99% de los lanzamientos, sin víctimas mortales.
El temor subsiguiente era la reacción israelí y la escalada de la violencia que podría desbordarse más allá de Oriente Medio. Por el momento Israel ha dado una respuesta contenida con el envío de tres misiles simbólicos orientados a la zona de Ispahán sin causar víctimas ni asumir los lanzamientos.
Marcar como objetivos inexcusables la neutralización de todas las fuerzas y la recuperación de los rehenes, la guerra se prolongaría sin límites. Más aún si Netanyahu se teme su defenestración tan pronto llegue la paz. Será necesario que Tel Aviv marque unos objetivos más razonables, sobre todo respecto a la primera exigencia -la desaparición de Hamas- muy difícil de alcanzar.
Imagen: Gifex
Jorge Fuentes Monzonís-Vilallonga es Master en Ciencias Políticas y Económicas y Derecho.
Diploma de Altos Estudios Internacionales. Embajador de España en Bulgaria en 1993.
Primer Embajador de España en Macedonia en 1995.
Embajador de España en Bruselas WEU en 1997, entre otros cargos.