Nuevo curso político

Hay algo de infantil en esto de la política y es que cada año, cuando llega el verano, los políticos, como los niños, se van de vacaciones. Cierran los Parlamentos, los Ministerios quedan a medio gas, Sánchez se pasea por los palacios patrimonios del Estado, los medios informativos se adormecen y aquí parece que no ha pasado nada.

¡Y vaya si ha pasado! Nos hemos quedado colgados de numerosos escándalos sin resolver -el Tito Bernie, el Koldogate, los ERE andaluces, la amnistía-. Y no es que en julio y agosto no haya habido líos: los paseos de Puigdemont por Barcelona, Illa conquistó la Generalitat, Cataluña consiguió una financiación singular, las Canarias se inundaron de inmigrantes siendo España el principal destino de las pateras una vez Italia y Grecia han aplicado políticas restrictivas en esta materia.

Los escándalos de la familia Sánchez no encuentran límite, después de las fechorías de Begoña y David aparecen nuevos nepotismos protagonizados por la cuñada japonesa del presidente y por el respetado padre de éste. ¡Vaya familia!

Debemos reconocer que el verano nos ha tenido muy entretenidos entre el pucherazo venezolano y el descuartizamiento tailandés. Apenas nos ha dejado tiempo para nada más y sin embargo todo nos ha llegado un tanto opacado por la victoria futbolística de España en la Eurocopa y por la lluvia de medallas -no para nosotros- de los Juegos Olímpicos.

Y ahora, apenas llega septiembre, unas resacas nublan nuestras playas, los turistas se repliegan hacia sus hogares y he ahí que todos nos hacemos la gran pregunta: ¿cuánto tiempo tendremos que aguantar aún a Sánchez?

Hay respuestas para todos los gustos:

-La moción de censura tiene tantas probabilidades de medrar hoy como hace seis o diez meses, es decir, ninguna.

-Las elecciones sólo se anticiparán si quien las convoca -es decir, Sánchez- cree que las va a ganar lo que no es el caso. O si el presidente cree que en el futuro el escenario puede complicársele todavía más aún.

-Todos tendemos a comparar la situación actual con la del final del felipismo. Pero González gobernó España durante 14 años, entre 1982 y 1996. Y hubiera podido continuar algunos años más practicando alguno de los pactos que Sánchez firma constantemente que le hubiera permitido superar la raspada victoria de Aznar. Eran otros tiempos y otros personajes. Sin excluir que Felipe González empezara a sentir el cansancio del poder y el acoso por la creación de los GAL en la lucha antiterrorista contra ETA.

Sánchez "sólo" lleva seis años de gobierno. Nunca obtuvo un respaldo electoral importante, nunca se vio apoyado por el electorado y sólo alcanzó el poder a base de pactos con quienes aseguró que nunca pactaría -Podemos, Bildu, ERC, JUNTS, PNV, Sumar- y que estaban dispuestos a aprovecharse de su debilidad para quebrar el país.

Y así seguimos, con una derecha dividida, con un Vox incomprensiblemente vetado por una sociedad que no veta a los separatistas, a los filoterroristas, a los comunistas. La llamada ultraderecha está arrollando en Francia, Italia, Países Bajos, Alemania, Hungría, entre otros países europeos.

Pero sobre ellos pesa una línea roja que no solo traza la izquierda sino también la propia derecha que necesita a la otra facción conservadora para poder remontar uno de los capítulos más oscuros y decrépitos de nuestra democracia. La europea y la española.

 

Imagen: Colegio La Anunciata

  • Jorge Fuentes Monzonís-Vilallonga es Master en Ciencias Políticas y Económicas y Derecho. 
    Diploma de Altos Estudios Internacionales. Embajador de España en Bulgaria en 1993. 
    Primer Embajador de España en Macedonia en 1995. 
    Embajador de España en Bruselas WEU en 1997, entre otros cargos.