Es bueno que los nacionales de una determinada nación, afectados por un problema común, se asocien, para buscar soluciones válidas y reales a sus problemas, formando un grupo, siempre enfrentado al poder y, por lo tanto, blindado contra las infiltraciones de los partidos políticos, apéndices hediondos del poder, que aprovecharán esa infiltración para hacerse con la dirección del movimiento o asociación infiltrados, a los que intentarán poner al servicio de los intereses del cacicato dirigente del partido en cuestión, títere, a su vez, de intereses, por lo general, antipopulares y antinacionales. Debemos tener en cuenta que los intereses del poder suelen estar enfrentados a los de las personas, de modo que los políticos no dudarán en adoptar medidas que perjudiquen a las personas asociadas e incluso a la Patria, intentando hacerles creer lo contrario, si le conviene al grupúsculo partidario y/o a sus verdaderos amos.
El asociacionismo civil es uno de los parámetros que sirven para medir la salud y el vigor de una nación. De ahí el interés de los políticos por manipularlo y domarlo, porque no les interesa una sociedad libre, vigorosa y consciente de que, los políticos, cuando nos enfrentamos a problemas verdaderamente serios, más que la solución, son el problema.
No hablo a humo de pajas. Ahí tenemos los ejemplos del movimiento vecinal, infiltrado fundamentalmente por el PCE (el PSOE estaba de vacaciones en Francia) y, cuando los socialistas llegaron al poder municipal, con la colaboración de los comunistas que se pasaron al PSOE en busca de escaños y sillones, crearon las asociaciones de vecinos, que, vía subvenciones y concesiones de locales municipales para sedes, convirtieron a ese movimiento en un perrillo faldero de los respectivos alcaldes.
También tenemos el ejemplo de los sindicatos. En el caso de la UGT, fundado directamente por el PSOE, con la finalidad de poner el movimiento obrero al servicio del partido más corrupto, ladrón y golpista de la historia de España. O el caso de CC. OO., en cuya creación tuvieron un papel fundamental falangistas disidentes, como Ceferino Maestú Barrio, y asociaciones católicas, pero que, con el dinero de Moscú y la perseverancia comunista, acabaron, esas Comisiones Obreras, convertidas en el órgano obrero comunista.
Es curioso. Cuando los comunistas toman el poder, acaban con los sindicatos y con el derecho laboral, de modo que crean una estructura burocrática al servicio del partido y de sus dirigentes. Y que nadie me venga con la monserga de que son algo parecido a los sindicatos verticales “franquistas”, porque eso sería aceptar una mentira como verdad. Los sindicatos verticales estaban al servicio del productor, de la empresa y de España, porque esas tres realidades van inevitablemente unidas, por ley natural y por justicia social.
Al principio he hecho mención de los nacionales de una determinada nación. No ha sido por pedantería, sino porque la palabra ciudadano me repugna. Está muy relacionada con el genocidio que supuso la Revolución Francesa, así como con los derechos humanos, repugnante instrumento al servicio del delincuente y del parásito, manifestación de un positivismo jurídico, más preocupado en acabar con la raíz cristiana del mundo occidental y con el Derecho Natural, que con la verdadera justicia, que debe ser el fin del Derecho. Porque de lo que se trata es de esclavizar al hombre, convirtiéndolo en una especie de minusválido social y económico, dependiente para todo del Estado, es decir de los políticos, ya que, en realidad, el Estado no existe, es una entelequia, un modelo teórico, formado por cuadrillas cleptocráticas de políticos, organizados en lobbies antipatrióticos, conocidos, para dulcificar su nombre, en partidos políticos.