No seamos ingenuos, todos esos golpes en el pecho sobre el cambio climático que vemos a diario, sobre la emergencia climática, sobre la transformación de “modelo productivo”, sobre salvar el planeta, sobre privar a los niños de su infancia…..suena a falsete de primaria.
La realidad, como ya hemos mencionado en otros artículos, es que a diferencia de Rusia, China o EEUU, Bruselas impone en Europa una política globalista basada en que todos los productos perecederos que se consumen en Europa deben de comprarse fuera, con la excusa de que resulta más barato. No es sólo que esto provoque la ruina de todo el sector primario europeo, lo cual no es poco, es que, además, se oculta la realidad de que “15 barcos mercantes intercontinentales contaminan tanto como 750 millones de coches….”, según The Guardian; o que esta contaminación está detrás de 50.000 muertes prematuras sólo en la Unión Europea y 60.000 millones de euros en costes sanitarios
Así las cosas, este globalismo impuesto por la fuerza de unos supuestos Acuerdos de “libre comercio”, que no son libres y no son comercio, son tan nefastos que nos obligan a utilizar el transporte marítimo intercontinental para todo.
Pero es especialmente nocivo en relación a los productos perecederos, dado que es evidente que no es lo mismo importar perecederos que por ejemplo, un vehículo; puesto que un Europeo puede que compre un coche cada cinco o diez años, pero necesita kilos y kilos de arroz, naranjas, limones y kiwis, y otras frutas y hortalizas para vivir.
Así que el arroz viene de Vietnam (al parecer, el de la albufera es más caro, cuando lo tenemos aquí), no pasa nada, un paseo por mar de nada menos de 25.000 km de distancia, alquitranando el océano; los Kiwis, lo mismo, son importados de Nueva Zelanda, un viaje de “solo” 30.000 km de distancia (los preferimos, al parecer a los gallegos); las naranjas, de Sudáfrica, (ya no nos gustan las de Valencia, a pesar de ser mejores) otro viaje de “solo” 20.000 km, y así todo.
El problema es real y existe, en realidad, en el sector, todo el mundo lo sabe y calla. Se trata de ahorrar costes, de forma que los grandes cargueros intercontinentales (de nacionalidad holandesa o británica, mayormente) que realizan este transporte utilizan un combustible altamente tóxico (bunker fuel), un combustible muy denso, semejante al alquitrán, con un poder contaminante sobre la atmósfera y el mar devastador. No utilizan este combustible por casualidad, lo hacen porque es el más barato. En realidad se trata de un resto del petróleo, lo peor.
Tengamos en cuenta que los consumos son gigantescos, dado que uno de estos barcos puede estar funcionando meses sin parar ni de día ni de noche, a fin de amortizar los gigantescos costes de su inversión; de tal forma que, diariamente, uno sólo de estos cargueros consume 100.000 litros de bunker fuel. Esto lleva a repostajes millonarios en miles de litros de alquitrán.
No sólo es el CO2 que se origina a la atmósfera, contribuyendo al cambio climático directamente, además está el poder contaminante por emisión de óxidos de nitrógeno y de azufre. Se estima que toda la contaminación por óxidos de nitrógeno procede del transporte marítimo y un 10% de los óxidos de azufre. Estos compuestos, vertidos indiscriminadamente a la atmósfera, contribuyen muy activamente a la aceleración del cambio climático, provocando la lluvia ácida que lleva a la incapacidad de los océanos para absorber el CO2 que se emite a la atmósfera, ya que destruye y daña gravemente a los grandes fijadores de CO2, sobre todo el placton marino, además de las algas y fanerógamas marinas.
Tal y como expone El Diario. es, en uno de sus artículos, los datos oficiales del Gobierno de España, referidas al total del Estado español en el año 2016, señalan que el tráfico marítimo internacional representa el 40% de todas las emisiones a la atmósfera de los NOx, el 44% de las de SOx y el 22% de las de partículas finas (PM2,5).
Es un hecho que, al ocurrir todo en alta mar, pasa desapercibido, pero para las zonas costeras y las ciudades portuarias, el tráfico marítimo es una fuente especialmente importante de contaminación atmosférica, y por lo tanto una seria amenaza para la salud pública y el medio ambiente.
De hecho, según diversos estudios científicos, la Comisión Europea estima que las emisiones de contaminantes atmosféricos de los barcos causan anualmente en la Unión Europea 50.000 muertes prematuras y 60.000 millones de euros en costes sanitarios.
En las ciudades costeras del mar Mediterráneo, donde viven alrededor de 325 millones de personas, el tráfico marítimo representa hasta un 40% de la contaminación atmosférica.
Además, se calcula que un 30% de todo el tráfico marítimo internacional se dirige a puertos del Mediterráneo o pasa por sus aguas con destino a otros lugares. Dado que este mar representa sólo el 0,8% de la superficie oceánica mundial, es obvio que la densidad de este tráfico en el Mediterráneo es extremadamente alta (especialmente en su parte más occidental).
Actualmente, se estima que en cualquier momento hay aproximadamente 2.000 barcos mercantes de más de 100 toneladas en el Mediterráneo. Un total de 200.000 barcos lo cruzan anualmente.
Por si todo esto fuera poco, SE PREVE UN AUMENTO DE CERCA DEL 250% DEL TRANSITO DE BARCOS EN EL MEDITERRANEO DESDE AHORA HASTA 2050. Según se expone en El Diario. es.
Como conclusión, nuevamente comprobamos el engaño al que nos someten, dado que nos encontramos con la paradoja de que, por un lado, diariamente se nos genera a todos los ciudadanos mala conciencia por no reciclar basura, por utilizar bolsas de supermercado de plástico, por utilizar nuestro automóvil, por ejemplo, pero al mismo tiempo, también diariamente, de forma clandestina, la UE impone, incesantemente, viajes intercontinentales para traer lo que ya producimos en Europa, arruinando así a los productores autóctonos, mientras se arrojan y tiran de forma inmisericorde toneladas y toneladas de alquitrán por todos los océanos, destruyendo nuestro medio ambiente y provocando el cambio climático que luego dicen y presumen de combatir.
Como decimos, resulta demasiado obvio que sería más lógico, sostenible y respetuoso con el medio ambiente, que Europa se abasteciera de sus propios productos autóctonos, evitando los costosísimos viajes intercontinentales y los daños a nuestro planeta, máxime en una situación en la que la agricultura europea respiraría de nuevo, promocionando nuestro campo y propiciando una mejora económica para el conjunto de la UE.
¿Que tipo de credibilidad pueden tener, en este caso, las políticas de Bruselas, entonces, cuando se oculta esta realidad, se suprime a los agricultores locales y se destruye el planeta?.
Que la UE pretenda desconocer lo que está sucediendo, cómo se destrozan los océanos y el planeta, como se arrojan auténticas autopistas de alquitrán a cada momento por los océanos; obligando, al contrario, a estos nocivos desplazamientos masivos, no evita que se acabe conociendo finalmente el engaño y la triste realidad de lo que está sucediendo; que se generen dudas sobre qué intereses ocultos existen en dichas políticas, y que este conocimiento lleve, finalmente, a la destrucción de cualquier atisbo del más mínimo prestigio para las erráticas, enloquecidas y desatinadas políticas de Bruselas