Los ciudadanos de los países de nuestro entorno están, sin duda, preocupados por los desórdenes que se producen en cada uno de sus países y que solo -o principalmente- los conocen los pocos que siguen día a día las noticias que transmiten los medios informativos de su país. Los franceses se desesperan con lo que ocurre en Francia; de igual modo, los italianos, los alemanes, los polacos están convencidos que en ningún lugar ocurren los dislates del nivel de sus propias tierras.
Tengo la suerte de encontrarme en contacto directo por razones familiares con países tan diversos como los Estados Unidos, Polonia, Bélgica, Suecia y Ucrania y llego a la convicción de que ninguno de ellos ha alcanzado el grado de turbulencia informativa que posee España.
En nuestro país, como en ningún otro, se siguen minuto a minuto los delitos de violencia de género, los accidentes de carretera, las catástrofes naturales y artificiales. Tan solo se silencian los suicidios que por cierto doblan en número a los percances de tráfico. Y por encima de todo ello, asistimos en España a una algarabía política de un nivel superior al que existe en otros países europeos.
La razón de que así sea se encuentra, quizá, en nuestros propios genes, en las leyes electorales de que nos hemos provisto y en la desorientación que tenemos a la hora de emitir nuestro voto. Lo cierto que en los últimos años, el caos político parece estar servido y desde el 23J pasado con mayor vehemencia aun debido a los dichosos siete votos decisivos con que cuenta el fugado Puigdemont y en general, al separatismo de algunas regiones españolas.
Cediendo lo incedible, Sánchez parece que tenía la legislatura, o al menos buena parte de ella, resuelta. Y ello gracias a los presupuestos que hubiera podido alcanzar que le harían llegar más o menos indemne hasta 2025 contando con la fidelidad de los socios Frankenstein. Solo faltaba pasar las elecciones vascas y europeas en que el PSOE no se hacía muchas ilusiones. En Euskadi quedaría como tercera fuerza, decisiva para dar el mando al PNV contando con la paciencia de Bildu que se avendría a esperar cuatro años más antes de alcanzar el mando. En Europa, Sánchez estaba dispuesto a recibir un buen aunque inocuo palo.
Pero de pronto saltó la sorpresa por donde menos se esperaba: Pere Aragonés decide aprovechar las dudas sobre la ley de amnistía, que de ser aprobada hubiera beneficiado grandemente a JUNTS, para convocar elecciones anticipadas el 12 de mayo. Con ello, dos de los aliados indispensables de Sánchez -ERC y JUNTS- se enzarzan en una pelea que deja en el limbo al gobierno de la nación. Un limbo solitario ya que solo mandaría en La Moncloa y en Asturias.
Un limbo, por añadidura, plagado de espinas: la corrupsoe recalentada por el koldogate, por los enchufes aeronáuticos de la señora de Sánchez, por el recurso al "y tú más", que nos hace remontarnos hasta los días del atentado de Atocha que providencialmente cumple su XX aniversario y que en boca de la izquierda da la impresión de que fue el propio Aznar quien lo provocó; que provoca el renacimiento del estraperlo de las mascarillas en los días aciagos del COVID y que nos hace pensar que todo el mundo en España se dedicaba a la importación ilegal de artilugios sanitarios. No nos cabe duda que si falta hiciere, nos remontaríamos hasta los días del franquismo o mucho más allá.
Se pide la dimisión de Armengol, de media docena de miembros del gobierno, de su propio presidente y de la vicepresidenta primera (por desvelar ésta secretos fiscales). Se pide -¡cómo no!- otra vez la dimisión de la señora Ayuso, después de haber cargado contra sus padres y su hermano, ahora le ha llegado el turno a su novio. Se carga de nuevo contra el propio Feijóo por la foto del yate junto a un contrabandista.
Los insultos parlamentarios van que vuelan y el descrédito de la clase política ya no resiste mucho más. Miremos a nuestro vecino del Oeste y aprendamos de Portugal.
Jorge Fuentes Monzonís-Vilallonga es Master en Ciencias Políticas y Económicas y Derecho.
Diploma de Altos Estudios Internacionales. Embajador de España en Bulgaria en 1993.
Primer Embajador de España en Macedonia en 1995.
Embajador de España en Bruselas WEU en 1997, entre otros cargos.