DESIERTO DEMOGRÁFICO II

Anguita tenía razón, se ha conseguido destruir el ciclo vital de las personas, dado que se nace casi ya de casualidad, pues a pesar de que tampoco se publicita este dato, nada menos que uno de cada cuatro niños es abortado; si se tiene la suerte de nacer, se puede crecer con problemas, en familias desestructuradas, algo que igualmente se ha conseguido normalizar; o con dificultades económicas, ya que el dato es que nada menos que tres millones de niños en España tienen problemas económicos en su familia, graves o muy graves. Y Finalmente, como decimos, cuando son jóvenes, no pueden irse de casa, con lo que tampoco se pueden plantear, siquiera, el tener hijos.

A pesar de toda la publicidad que aparece en televisión sobre los “tiempos extraordinarios” que supuestamente les ha tocado vivir a los jóvenes, en realidad, esta situación dista mucho de ser realmente “extraordinaria”, o deseable por la juventud española. Bajo la excusa de vivir fantásticas “experiencias”, se esconde la realidad oscura de un futuro inexistente. Como dice Ana Iris Simón, no es que el joven tenga la posibilidad de optar por vivir nuevas experiencias, es que no tiene otra alternativa, dado que no existe ningún futuro serio o real para ellos. No es que le apetezca compartir un piso de alquiler, es que no puede pagarse uno entero ni siquiera, comprárselo.

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Por tanto, una vez rechazamos la bollería azucarada con la que se pretende enmascarar la tragedia de fondo, llegamos a la conclusión de que la realidad se asemeja a un infierno, una nueva edad media sin oportunidades para nadie.

Las jóvenes españolas revelan en las encuestas que desearían tener hijos, pero las circunstancias se lo impiden; de forma que podemos afirmar sin temor a equivocarnos que no son ellas las que fallan, si no el mundo que hemos construido, o, mejor dicho, el que nos han fabricado, el que nos han impuesto. Es esto lo que no funciona.

Como decimos, en las encuestas ellas son muy claras, la situación actual te hace elegir, o trabajo o hijo. Ambas cosas se tornan imposibles en un entorno en el que es muy difícil conseguir trabajo estable o seguridad económica. Un entorno que podemos calificar como hostil.

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Al respecto de esta cuestión, Noemi Lopez Trujillo, periodista, acaba de publicar un libro sobre este tema, “El vientre vacio”, en él analiza la incertidumbre a la que tienen que hacer frente las mujeres de hoy en España para enfrentar el tema de la maternidad. Certeramente se refiere a las mujeres actuales como una especie de crisálidas, siempre en un estado de latencia, esperando tiempos mejores que les permitan, solo quizá, convertirse en mariposas… Esperando un trabajo estable, una vivienda digna… unas condiciones que les permitan convertirse en madres, unas condiciones que quizás nunca lleguen.

El estado del bienestar, para Noemi ya no existe, se esfumó en 2008, con lo cual, se plantea que, como autómatas, estamos repitiendo, quizás, comportamientos de generaciones anteriores en un mundo que ya no es el mismo, tratando de encontrar un mundo ya inexistente. Su generación es la de la precariedad, en una búsqueda perpetua (¿inutil?) de ese estado del bienestar desaparecido y que no parece que vaya a volver, en una ficción permanente de una juventud eterna, que sin embargo no puede vencer la inexorabilidad del reloj biológico y su consecuente factura en forma de frustraciones vitales.

La realidad, es que los contratos temporales y los bajos salarios no permiten nada. Sin seguridad y garantías su generación no va a tener hijos. “No quiero abocar a mi hijo a la precariedad”, dice Noemi en una entrevista para “La Vanguardia”. “No quiero que mi hijo se arrepienta de haber nacido, ni yo de ser su madre…”.

De la misma opinión es Ana Iris Simón: “un hijo necesita confianza en el futuro; mi generación no la tiene”. Ana manifiesta sentir una ansiedad por la decisión, por el hecho de ser madre que no sentían sus padres. Algo trascendental hemos tenido que perder en este camino de los últimos 30 años cuando una madre en un país supuestamente desarrollado reconoce sufrir los temores que cita.

Actualmente esta es la situación, no se vive, se sobrevive, Noemi es mileurista, no tiene ahorros, el 50% de su sueldo es solo para pagar el piso de alquiler, no puede permitirse una hipoteca que ningún banco le concedería dado que su empleo no genera ningún tipo de seguridad, en una palabra, no es solvente, no es cliente, no es de fiar. Ella lo admite, no se siente segura, la han despedido ya demasiadas veces en su vida, encadena contrato temporal tras contrato temporal. Entiende que su empleo es precario, que puede acabarse mañana mismo.

En este supuestamente “fantástico” siglo XXI, es duro tener que renunciar a una idea de un progreso desvanecido en el tiempo, inexistente, renunciar a la idea del estado de bienestar de los abuelos, a un mundo que no va a volver, aceptar que no vas a tener hijos porque no te lo puedes permitir, y renunciar a conocer a tus nietos... manifiesta. Que tus padres no vayan a conocer a los suyos, otro problema… tener que reconocer que el sistema es hostil con la vida. Que tu vida se acabará contigo… Que morirás sola, sin familia.

Esta es la verdadera realidad, y no la que publicita la televisión, lo de los “tiempos tan fantásticos” que les ha tocado vivir a nuestra juventud. La sociedad globalizada, el globalismo, se convierte en un marco hostil, tan infernal, tan feroz, tan medieval, que los jóvenes no se ven con fuerzas para traer hijos a este mundo inhabitable.

Imagen de cabecera: Ana Iris Simón, El HuffPost

 

  • José Manuel Millet Frasquet es abogado.