Pienso que la afirmación de Pablo Iglesias de que el momento de abandonar el populismo es cuando se llega al poder, efectuada el pasado 6 de octubre, es preocupante para sus propios votantes y para todos. Y muy ilustrativa.
Podemos es populista, radical, se nutre del descontento, y no esconde sus deseos de acabar con el bipartidismo en España, desbancando al PP y al PSOE. Cuando se profundiza un poco en sus propuestas, aparece como gran receta subir los impuestos y una mayor lucha contra el fraude fiscal, como gran solución para la recuperación económica y laboral.
Sin embargo, si reconoce que el populismo es un mero instrumento para llegar al poder, sus propios votantes deberían pensárselo mucho. Del descontento, el insulto y el desprecio, poco se puede extraer para construir algo. Y lo que Iglesias tiene en la cabeza es servirse de la democracia, de mucha gente que quiere un cambio, para gobernar sin el apoyo democrático, con un totalitarismo que, al menos, es preocupante.
El populismo como captación de votos, para luego gobernar con no se sabe bien qué directrices. La gente no sólo vota descontento, sino que quiere reformas reales, lógicas, sensatas. Echarle en cara al PSOE que está manchado por la “cal viva”, descalificar absolutamente al PP por la corrupción, es simplista y hasta temerario, porque en el fondo insulta a cuantos votan hoy en día al PP y al PSOE. Y todo apunta a que, si hubiera elecciones ahora, el PP seguiría ganando votos y escaños, por lo que hay que poner entre paréntesis quién y cómo apoya a Podemos.
Si sólo votaran los menores de 40 años, Pablo Iglesias sería presidente del Gobierno, han dicho algunos líderes de Podemos, para regalarle los oídos a su líder, pero a la vez extrapolando en su beneficio lo que acontece en la sociedad.
Pablo Iglesias se sentía feliz fotografiándose con su homólogo Alexis Tsipras. Lo que ha pasado en Grecia con la llegada de Syriza al poder, acabando con el bipartidismo de Nueva Democracia y el partido socialista PASOK, le ha hecho distanciarse de Tsipras. Las deudas se han de cumplir y gobernar es gestionar razonablemente, con los recursos disponibles, y en Grecia lo han comprobado: con amenazas no se gobierna.
El futuro de Podemos depende de muchos factores. Probablemente, si triunfara la línea moderada de Iñigo Errejón, tendría más posibilidades, pero parece que Pablo Iglesias controla el timón, y el populismo lo enarbola cada vez con más vehemencia.
Si el PP y el PSOE luchan con más decisión y rapidez contra la corrupción, pueden mantenerse, recuperarse e incluso crecer. Si el PSOE supera su actual crisis interna con sensatez, acabando con la insensatez de Pedro Sánchez, que por vivir en la Moncloa estaba dispuesto a pactar con Podemos e independentistas, tiene muchas posibilidades de reconstruirse, con paciencia y sabiendo estar en su sitio en esta legislatura de Rajoy, que va a permitir con su abstención.
La mayoría de los españoles hemos respirado ante la decisión del comité federal del PSOE de abstenerse, evitar terceras elecciones y salir del atasco. Además, bien sabe el PSOE que las ya enterradas terceras elecciones reforzarían al PP. Lo menos malo, como han dicho varios de sus líderes, es abstenerse, aunque las luchas intestinas se prolongarán: las heridas necesitan un tiempo para cicatrizar.
Por todo ello, si es preocupante la táctica de Podemos y enigmático lo que esconde – se intuye -, no creo que en España vaya a suceder lo acaecido en Grecia. Pero eso está en manos del PP y del PSOE, por ejemplo para resolver las pensiones. Mientras tanto, Iglesias se autoproclama líder de la oposición, contra la que denomina Gran Coalición entre PP, PSOE y Ciudadanos. Olvida que son la inmensa mayoría de los españoles los que han votado a esos tres partidos.
Puede ser que por los propios errores de Podemos nunca llegue al poder y porque cale en sus votantes que sólo quiere dialogar para lograr sus objetivos visionarios o totalitarios. Habrá tiempo para ir valorando la evolución.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.