El pucherazo venezolano consumado

No cabe ninguna duda que la relación de España con los países hispanoamericanos ha sido siempre muy especial y se ha mantenido estable por encima de los regímenes que hubiera en España y también en aquellos países. Franco resumió en pocas palabras el sentimiento que debía guiar nuestra diplomacia con Hispanoamérica: "No puedo romper relaciones con un país cuyo presidente se llama Castro". Ese sentimiento de hermandad se ha venido manteniendo por encima de crisis y malentendidos.

En Europa eran conscientes de que España mantenía una política de largo alcance con Latinoamérica y aceptaba de buen grado nuestro liderazgo conscientes de que era moderado, prudente y conciliador.

En los últimos años ese liderazgo se ha perdido y podría fijarse el pacto del PSOE con Podemos como el principio de tal ruptura. Las andanzas de Pablo Iglesias, de MonederoErrejón y otros actuando como consejeros áulicos de los líderes bolivarianos, así como el asesoramiento de Zapatero principalmente en Venezuela, marcan el comienzo de nuestra decadencia en Hispanoamérica.

Es difícil encontrar peor momento en nuestras relaciones con aquella región que el actual. La escaramuza con la Argentina de Milei fue apoteósica y sigue sin enmendarse. La nueva presidenta de Méjico, muy conscientemente prefirió no contar con la presencia del Rey de España en su toma de posesión. Con Cuba, Nicaragua, Bolivia, las relaciones son manifiestamente mejorables. Incluso lo son y lo serán aún más dentro de unos días, con los Estados Unidos.

Y llegamos al caso de Venezuela, uno de los países potencialmente más ricos del mundo gracias a contar con las reservas petrolíferas más  altas del planeta pero en el que por obra y gracia de una catastrófica administración, el pueblo se muere de hambre, los sueldos medios son de tres dólares mensuales y cerca de un tercio de su población ha tenido que emigrar, medio millón de los cuales han elegido venir a España.

Después de dos mandatos, el presidente Maduro, tras hundir al país siguiendo el modelo de su predecesor y maestro Chávez, fue ampliamente derrotado por la candidatura de su oponente el embajador Edmundo González apoyada por la excelente política Corina Machado, derrota que Maduro no aceptó; puso en búsqueda y captura a la señora Machado y bajo intimidación -llevada a cabo vergonzantemente en la Embajada de España en Caracas por la vicepresidenta Delcy Rodríguez y su hermano presidente del Parlamento- expulsó del país al vencedor de las elecciones quien se asentó en España huyendo de una amenaza de prisión o de algo aún peor.

El propósito de la oposición en tal situación, fue mantenerse en la discreción hasta el momento marcado para la toma de posesión, en el día de ayer, diez de enero, y en ese momento erigir a Edmundo González como presidente del país probablemente en paralelo con el mismo acto que sin duda intentaría el perdedor, Maduro.

La operación no funcionó. Corina Machado reapareció en público después de haber permanecido medio año en la sombra, movilizó a las masas en preparación de la llegada de González pero éste no pudo cruzar la rígida barrera fronteriza montada por el dictador.

La estrategia de la oposición fue movilizar a los países simpatizantes con su causa -Estados Unidos, Argentina, Uruguay entre otros- que le apoyaron claramente, incluso ofreciendo la superpotencia una recompensa de 25 millones de dólares por la entrega de Maduro. El apoyo de Europa fue bastante menos contundente: reconocería la presidencia de González si las actas electorales confirmaran su victoria. Unos por otros, dejaron vía libre al dictador quien, acompañado tan solo por los líderes de Cuba y Nicaragua, pero arropados a distancia por los BRICS, en especial por Rusia, China y Brasil y con el respaldo del ejército, la dictadura venezolana se asentó esperpénticamente para otra buena temporada.

La moderación española respecto a nuestros hermanos transatlánticos tiene sus límites. Está bien que respetemos sus opciones políticas pero no que demos por buenos y sin una condena abierta, una falsificación electoral. No debe extrañarnos que ante semejante tibieza estemos perdiendo, no solo prestigio en América sino también capacidad de liderazgo europeo en materias americanas.

Imagen: Hispanoamérica Unida

  • Jorge Fuentes Monzonís-Vilallonga es Master en Ciencias Políticas y Económicas y Derecho. 
    Diploma de Altos Estudios Internacionales. Embajador de España en Bulgaria en 1993. 
    Primer Embajador de España en Macedonia en 1995. 
    Embajador de España en Bruselas WEU en 1997, entre otros cargos.