Cuando el sueño europeo se convierte en una pesadilla….
Según ha trascendido, un Eurodiputado tiene un sueldo mensual de 9.000 euros, a más de otros 25.000 para gastos y personal… Esto hace un total mensual de 34.000 euros mensuales; imaginemos el nivel de vida que alguien puede llevar con ese dinero, personal a su servicio, restaurantes de lujo, varios coches, viajes en primera... Nada menos que medio millón anual.
Me gustaría saber si alguno de nuestros lectores cuenta con un sueldo igual o similar, o parecido o cercano. No se cansen contando, lo más probable es que ni se acerquen.
Ganando treinta y cuatro mil euros mensuales, no nos extraña que nuestros eurodiputados y eurodiputadas, firmen todo lo que allí en Europa, en Bruselas, se les ponga por delante, por supuesto, y además con fuerza, con ganas, faltaría más.
Esta situación ha quedado perfectamente patente con motivo del ahora tristemente acuerdo con Sudáfrica, firmado el pasado 14 de septiembre de 2018, mayormente por el PP al haber votado A FAVOR; con una mecánica que consiste en darles a sus Señorías una copia del acuerdo, que consta de unos mil folios (casi nada), a cada uno de ellos, y esperarles al día siguiente para que manifiesten si están de acuerdo. Imagino que cuando cada uno de ellos recibió los mil folios lo hizo con desagrado, disfrutando como debían estar de su envidiable situación, comiendo en algún restaurante de la Guía Michelín o dando unos golpes en cualquier campo de golf cercano a Bruselas; debieron de pensar que no era más que una tonta molestia rutinaria, incluso puede que alguno intentara leerlo, pero lo que sí es seguro es que al día siguiente lo firmaron todos como buenos chicos, con esa disciplina que conlleva el que a uno le llenen los bolsillos de esa forma.
Bien, la firma de este acuerdo ha supuesto ya en esta campaña, el hundimiento de los cítricos valencianos, su desplome. La ruina. Quinientas mil familias afectadas de forma directa. Quinientas mil familias más en situación de precariedad económica. No pasa nada, aún quedan muchos millones de personas más a los que poder arruinar. Y todo es legal porque el acuerdo está firmado.
Por curiosidad: ¿alguien sabe de algo que hayan firmado nuestros eurodiputados y eurodiputadas y que nos haya beneficiado, en estos cuarenta desastrosos años que llevamos como miembros de la UE?.
Pues bien, ahora ha surgido una nueva oportunidad, no hay más que ver a Sánchez, se le ve ansioso, con nervios de principiante y temblores de novicio; y no le faltan motivos, hay a la vista la firma de un nuevo Acuerdo de Libre Comercio Internacional, el correspondiente a MERCOSUR, es decir, con América Latina. Sólo ha habido una sorpresa, Macron, que todos los sábados recibe la cortés visita de los chalecos amarillos en las inmediaciones de su palacio en París, en las que tratan de explicarle lo bien que les va y lo contentos que están con su gestión presidencial y sábado tras sábado son recibidos, inexplicablemente, por pelotazos de goma que les lanza la policía francesa y que destrozan ojos, caras, orejas….(así es la democracia en Europa en el siglo XXI), ha respondido, ya decimos, a la llamada poniendo unos insospechados e inesperados reparos.
¿A quién eliminarán esta vez con esta firma de MERCOSUR?. La duda recorre como una guadaña gélida el rebaño abesugado y ciego que hoy día conforman los sujetos económicos de un continente supuestamente culto como Europa. Nada se sabe.
Así es, el contenido del Tratado de Libre Comercio Internacional, que, evidentemente, ni es comercio ni es libre, es secreto. ¿Cuándo se firmará?, tampoco se sabe. ¿Dónde?, menos aún. ¿Al menos sabemos quién lo firmará?, ni eso; y es a esto a lo que se llama democracia?
Por supuesto que escama tanto secreto, el ciudadano avisado (la mayoría no lo es, desgraciadamente) es ya como ese gato escaldado que huye del agua. Es evidente que, de ser beneficioso nos lo publicitarían y venderían con palmas y alabanzas….pero no es así. Una y otra vez, se comenta, pero no se explica; se cita, pero no se revela su contenido; se le nombra, pero a distancia. En fin, parafraseando a William, algo huele a podrido en… Bruselas.
Quizás la pregunta que podríamos hacernos es qué queda por arruinar ya. Hemos perdido un millón de puestos de trabajo en la industria, la agricultura está dando sus últimos estertores gracias a los ímprobos esfuerzos de Bruselas, y todo indica que las plazas de camareros en Benidorm para este verano están ya cubiertas, ocurriendo lo mismo con las de Ibiza. El estado mantiene ya a la mitad de la población mediante el sencillo y contundente método de esquilmar con impuestos a la otra mitad. Pero no parece pasar nada. Al fin y al cabo, nos queda la Nasa, porque al fin y al cabo, ¿quién no domina tres lenguas y sabe de física aeroespacial?… o eso, o el paro.
Y mientras tanto, se echa de menos que alguien alce la voz, que haga sonar la campana, que alerte del peligro, que dispare la alarma, que ponga en alerta al rebaño. Quizás un político, un periódico, un partido. Sin embargo, todo el mundo calla, ignorante, aplastados y sepultados diariamente bajo un alud incesante de informaciones sin valor alguno, intrascendentes; y enfrascados como nos tienen en las estúpidas e inútiles guerras de nuestros abuelos, luchando sin descanso contra los fantasmas del siglo pasado.
Así es Eurolandia, el paraíso de los besugos.