Como la mayoría, pensaba que Putin no daría la orden de invadir Ucrania. Una vez que se ha producido, es fácil aludir a que no se concentran unas fuerzas de 200.000 soldados para solamente intentar intimidar. El 24 de febrero comenzó una invasión que nunca debió producirse.
Si en el periodismo se acepta la regla de oro de “estar, ver y contar”, muchos deberíamos callar, y en todo caso ser muy cautos al opinar sobre esta guerra. Ni hemos estado ni hemos visto –salvo las imágenes que nos llegan, algunas manipuladas-, por lo que un periodismo ‘de salón’ o de ordenador tiene serios riesgos. Por el contrario, tres periodistas han fallecido ya por estar allí estos días: estaban, vieron… y contaron hasta con su propia muerte la dimensión del desastre.
Más de tres millones de ucranianos han salido del país. Unos 200.000 rusos se han ido de Rusia por estar en contra de la invasión. Yo no me creo que un 60% de los rusos esté a favor de la invasión.
El desconocimiento que muchos tenemos de lo que sucedía y sucede en Rusia y Ucrania lo intentamos superar a marchas forzadas, porque además nos repercute muy directamente a España y a toda Europa. Un Pedro Sánchez, que ni goza de prestigio internacional ni destaca por su lucidez de análisis en el extranjero, ha acertado al afirmar que hay que parar a Rusia, también porque Ucrania es el primer país que invade, pero puede haber otras invasiones.
Hace un año, conversando plácidamente con un amigo y su mujer –que es rusa y vive en España hace años, plenamente integrada-, se me ocurrió un comentario sin mayores pretensiones, por confianza y convicción plena. Sobre todo tras las espléndida comida en su casa. Dije que Rusia tiene muchas posibilidades, que ha sufrido mucho y ha hecho sufrir, que se merece un presidente mejor, no un dictador con la crueldad de Vladimir Putin, un KGB al timón en pleno siglo XXI. Esta amiga, sin enfadarse y que tiene habitualmente gran sentido común y respeto por las personas, contestó que los rusos estaban contentos con Putin porque había devuelto el orgullo de potencia. La conversación, lógicamente, acabó ahí: me di cuenta de que mi percepción, nuestra percepción en muchos casos, no capta lo que sucede en países lejanos.
La locura desatada por Putin se ha encontrado con una resistencia ucraniana colosal, admirable, heroica, en medio de una destrucción absoluta del país. La solidaridad mundial está siendo encomiable, sobre todo por parte de Polonia. El coste en vidas humanas y en una economía ya al borde de la bancarrota sacude a generales rusos y a la sociedad rusa. Puede ser el aviso para que Putin vea cómo poner fin a la invasión.
La hija de un amigo trabajaba en un hospital de Moscú. Expresó una vez en redes sociales su “no a la guerra”, y ha sido despedida. Ha emigrado a un país libre con su familia. Tiene muy serias dudas de volver a su país algún día.
Para mí, que Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, haya admitido hace dos días que Ucrania debe hacerse a la idea de no ingresar en la OTAN es una puerta realista de esperanza para que haya un fin en esta guerra. Crimea y el Donbás –con más de 10.000 ucranianos muertos desde que proclamó sus pretensiones de independizarse y unirse a Rusia– están sobre la mesa.
Putin ha aludido a las reiteradas “humillaciones” sufridas por Rusia por parte de Occidente. La gran Rusia, que abarca Bielorrusia y Ucrania –también dicho expresamente por el patriarca de la iglesia ortodoxa rusa Kirill, que desde 2018 reitera su oposición a la independencia de la iglesia ortodoxa de Ucrania,- es la ambición de Putin. Por ahora, y si no se le para. Aunque parezca poco relevante, las pretensiones de la iglesia ortodoxa rusa tienen una parte en esta compleja historia, nada fácil de entender si no se está allí o no se domina la historia de ‘Rus’.
El 25 de marzo el Papa consagrará en San Pedro Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María. También lo hará, como enviado del Papa, ese mismo día el cardenal Krajewski. Las apariciones de la Virgen de Fátima en 1917 son evocadas, así como el testimonio de Sor Lúcia en 1989 de que la consagración que había pedido la Virgen se había hecho el 25 de marzo de 1984. El poder de la Virgen, de la oración, y hasta la posible mediación papal en el conflicto son parte importante del final –espero que sea pronto- de esta injusta y desgarradora invasión militar.
Ojalá únicamente acierte en esto: en que va a acabar pronto esta invasión militar, aunque las secuelas van a persistir para todos muchos años: si no se resuelve bien, será foco de futuros conflictos. Que se resuelva pronto y lo mejor posible. De entrada, PAZ.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.