Ya sabemos que la Cumbre de Madrid y también sabemos como lo ha hecho. Desde el punto de vista protocolario todo ha sido excelente. El rey dio una elegante cena en el palacio de Oriente y el presidente ofreció otra en el museo de El Prado. Tanto la reina como la señora Sánchez ejercieron como buenas anfitrionas en las misiones que les encomendaron.
Una aclaración: se resaltó mucho la genial idea del presidente de escoger el escenario de El Prado para ofrecer la cena; incluso algunos se escandalizaron de que los lideres occidentales se pusieran tibios entre las obras clásicas de nuestra mejor pinacoteca. No hay tal genialidad; este modesto embajador ha asistido a cenas en parecidos escenarios en el museo finlandés durante la Cumbre de la OSCE en Helsinki en 1975, como también lo hizo en la National Gallery de Washington durante la celebración del quinto centenario en 1992 e igualmente en la cumbre aeronáutica celebrada en el museo del Louvre. Esta es ya una práctica habitual.
De lo que se comió en el palacio de Oriente y en el Prado, ni nos interesa ni les pienso hablar. Pero vayamos al fondo de la cuestión. La Cumbre que Rajoy logró comprometer para España en 2017 no parecía fuera a ser de una relevancia excepcional. Por entonces Rusia ya había anexionado Crimea y empezado las escaramuzas en el Donbas, pero el escenario distaba de prever la violencia que se inició el 24 de Febrero pasado.
Aunque China ya apuntaba maneras estaba lejos de disputar la supremacía mundial a los Estados Unidos no solo en el terreno económico sino también en el militar.
La Cumbre de Madrid ha dado carta de naturaleza al nacimiento de una nueva Guerra Fría que se había clausurado en 1991 y que algunos, como Francis Fukuyama, consideraron como el final de la Historia.
Se reabre por tanto la Guerra Fría y con perfiles más peligrosos que la anterior ya que si aquella solo involucraba al Oeste (EEUU y Europa Occidental) y el Este (la URSS y sus aliados del Pacto de Varsovia), la actual tiene perfiles mucho más amplios al incluir a países «abstencionistas» tan importantes como India y principalmente China, dos países, no lo olvidemos que concentran casi a la mitad de la población mundial e incluye a tres potencias nucleares.
De ahí que a Madrid acudieran también los líderes de cuatro países del Pacífico -Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda- muy concernidos por las andanzas de la flota china por aquellos mares.
Y de ahí que en Madrid naciera también un nuevo Concepto Estratégico que tiene como principal objetivo frenar las pretensiones expansionistas de Putin puestas de manifiesto en la indecente agresión a Ucrania, con el riesgo de que se extienda más allá, intentando frenar cualquier intento de alianzas más profundas con Pekín y Nueva Delhi.
España insistió en incluir en la agenda de la Cumbre, el flanco Sur, igualmente delicado por concentrar el núcleo del terrorismo más radical, por las graves consecuencias que conlleva el cambio climático, la hambruna y las olas migratorias dirigidas principalmente a Europa Meridional.
Hubiéramos querido incluir en el documento final una referencia explícita a Ceuta y Melilla como provincias españolas y por lo tanto sujetas a la protección de la OTAN pero no fue posible y hubo que aferrarse a las vagas referencias a la defensa de cada centímetro del territorio de los 30 -pronto 32- países miembros. Es evidente que una hipotética y hoy por hoy improbable agresión a Ceuta y Melilla sería objeto de una deliberación en la OTAN y una decisión política en ella que apaciguaría el conflicto a la manera en que lo hizo durante la crisis del islote Perejil.
Madrid fue muy importante también por la aceptación como próximos aliados, de Suecia y Finlandia, dos importantísimos países vecinos de Rusia, salvando las reservas de Turquía por la acogida en aquellos países nórdicos de refugiados kurdos algunos de ellos miembros del terrorista grupo PKK.
Hasta ahí todo perfecto, pero hubo que tomar decisiones que conllevan gastos adicionales, como el reforzamiento del flaco Este de la Alianza aumentando la cifra de tropas hasta los 300.000, con el consiguiente armamento. EEUU se comprometió a situar dos destructores más en la base gaditana de Rota, añadiéndose a los cuatro ya existentes, con lo que el Sur de Europa quedará mejor protegido para interceptar los eventuales misiles rusos. Una buena noticia para España pero muy mala para la decena de partidos antiatómicos, pro rusos y «pacifistas» indispensables muchos de ellos para el gobierno del PSOE.
Y luego viene la factura: España que, hasta ahora, ha venido gorroneando de la OTAN contribuyendo tan solo con el 1% de su PIB (el penúltimo de Europa después de Luxemburgo) va a tener que duplicar su contribución, lo que representará una cifra aproximada de 29.000 millones de euros. Muy astutamente Sánchez está intentando pagarlo a plazos hasta 2029, con lo que con toda probabilidad la «dolorosa» recaerá sobre el PP.
Con la Cumbre de Madrid, Sánchez ha quemado, con buena nota hay que decir, su primer cartucho con miras a las elecciones del año próximo. Queda el segundo que es la correcta utilización de los fondos europeos, una asignatura ésta mucho más difícil de aprobar.
La gloria de la Cumbre se habrá olvidado en un par de días, pero los apuros económicos de la mayoría de los españoles, la inflación, la estanflación y el crecimiento de la pobreza seguirán ahí y no llevan visos de amainar.
Jorge Fuentes Monzonís-Vilallonga es Master en Ciencias Políticas y Económicas y Derecho.
Diploma de Altos Estudios Internacionales. Embajador de España en Bulgaria en 1993.
Primer Embajador de España en Macedonia en 1995.
Embajador de España en Bruselas WEU en 1997, entre otros cargos.