Desde aquel lejano año 1906 que viera el alumbramiento del DIARIO DE LEÓN, el mundo se ha transformado profundamente en todos los aspectos sociales, económicos, políticos y geopolíticos. A pesar de que en aquel momento estaba en pleno apogeo la Segunda Revolución Industrial, la provincia de León no participaba de los adelantos de entonces, como sucedía en buena parte de España. La industrialización era escasa comparada con la existente en otras partes de Europa.
La Tercera Revolución Industrial, prácticamente coincidente con la Primera Guerra Mundial que asoló las tierras europeas inundándolas de sangre, tampoco tuvo especial repercusión en las poblaciones leonesas, al menos hasta pasados unos cuantos años. El retraso tecnológico nos perseguía.
Los turbios tiempos políticos previos a la Guerra Civil poco positivo hicieron por mejorar la situación. La vida en las tierras leonesas continuaba su ritmo lento, aletargado, como si no quisiera perder la esencia del pasado, tan sólo deseara disfrutar de un ritmo vital apacible, sin sobresaltos. En cierto modo, de felicidad ignorada por cotidiana, ajena a la evolución que bullía en otras partes del planeta.
La conflagración fratricida se utilizó para que los rincones de España sirvieran de campo de experimentación de novedosas tecnologías, si bien orientadas a conseguir ventajas en el ámbito militar. Algo de esto le llegó entonces a León, aunque hubiera sido preferible que fuera en otras circunstancias.
Apenas acabado este conflicto, surgió la Segunda Guerra Mundial. De nuevo tembló de dolor el suelo europeo, además de otros escenarios territoriales lejanos. Se vieron avances tecnológicos. En principio para uso exclusivo militar, pero, afortunadamente, la mayoría terminaron por servir a fines pacíficos y beneficiar a las personas.
Ahora León ya no puede perder el tren tecnológico. La digitalización lo modifica todo y es su gran oportunidad en más de un siglo
León bastante tenía con intentar superar las profundas heridas abiertas. Al igual que el resto del país, el fin de la batalla entre las grandes potencias de entonces dejó un suelo patrio aislado, cercado por los Pirineos y abandonado a su suerte. De nuevo se nos condenaba al retraso tecnológico, justo cuando el mundo estaba en plena ebullición, entrando en una nueva era.
En gran medida, así siguió León durante la Guerra Fría. Cierto es que los progresos fueron notables, especialmente en los años sesenta y setenta, y eso a pesar de algunas zancadillas puestas desde el exterior, e incluso de la indiferencia de Madrid.
Pero a León parecía huirle la tecnología más puntera. Para despuntar, no parecían suficientes los bríos de los leoneses, esforzados e infatigables trabajadores, personas con fama de serios, leales y dignos de la mayor confianza, ganada con justicia a lo largo del tiempo. Fueron años de forzosa emigración, fuera a otros territorios españoles o a diferentes países. Precisamente a allí donde se encontraba la más avanzada tecnología de la época: grandes fábricas, altos hornos, laboratorios…
Para 1991, cuando desaparece la Unión Soviética, el otro imperio que se había repartido y disputado el mundo con Estados Unidos, la situación no es mucho mejor. La reciente entrada de España en la Unión Europea a la postre significó el paulatino cierre de uno de los motores económicos de la provincia: la minería. Lo que se unía a un proceso de reconversión industrial nacional que tampoco favoreció a León. Parecía que las nobles tierras leonesas, cuna de España, nunca iban a poder alcanzar los grados de desarrollo tecnológico de los que disfrutan y caracterizan a otros lugares. Daba la impresión de que el retraso se iba a perpetuar, a ser endémico.
Mientras tanto, la población fue envejeciendo y buena parte de los jóvenes se vieron obligados a una nueva migración en busca de mejores oportunidades ante el cierre de industrias y la carencia de inversión.
Cuando parecía que todo estaba perdido, que León sufriría la depauperación que se percibe en otras provincias, surgió la esperanza de un nuevo dinamismo. Y sí, esta vez íntimamente relacionada con la tecnología, con la más actual tecnología ¡Por fin! ¿Conseguiría León romper su maleficio en lo relacionado con la tecnología? Esa era la idea, para revitalizar una provincia en cierto modo moribunda.
Esta oportunidad, tan necesaria, viene de la mano de la digitalización. El mundo ha entrado de golpe en la Era Digital. Un nuevo paradigma que lo modifica todo. Y que tiene una gran ventaja: se puede trabajar en él desde cualquier lugar del mundo. Sólo se precisa voluntad política, personal adecuadamente formado y disponer de los medios necesarios. No es un paseo triunfal, por lo que no hay que dormirse en los laureles. Se requiere de una actualización constante, en personal y material. Y, por tanto, de un gran esfuerzo económico, respaldado tanto por el capital privado como por el pilar institucional.
Ahora León ya no puede perder el tren tecnológico. Es su gran oportunidad en más de un siglo, desde que hace 115 años naciera el DIARIO DE LEÓN. Medio que deberá, y sin ninguna duda lo hará, apoyar con toda su energía esta revolución que León necesita. La provincia leonesa tiene todo el potencial para convertirse en un referente mundial en el marco del amplio espectro del ciberespacio: ciberseguridad, inteligencia artificial, semiconductores, experimentación con 5G/6G, computación cuántica…
Con su clásica perseverancia y fortaleza, labrada en las más duras circunstancias, los leoneses lo conseguirán. Es su momento. ¡Es la hora de León!
Pedro Baños Bajo es analista, conferenciante y escritor.
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