LA NUEVA ERA

Hay muchos eventos que se suelen considerar constitutivos del comienzo de una nueva era, pero en realidad pocos lo son. Uno de ellos sin duda son las elecciones en los Estados Unidos, aunque no todas, por cierto. Muchos presidentes pasaron por La Casa Blanca sin pena ni gloria. Por unas u otras razones, de las últimas décadas solo recordamos las figuras de Kennedy, Nixon, Reagan, Clinton, Obama y sin duda recordaremos al repetidor Donald Trump.

La toma de posesión de Trump del pasado día 20 no tuvo desperdicio. Excepcionalmente se celebró dentro del Capitolio y no en su fachada frontal que permitía la participación de miles de espectadores, esta vez ausentes debido a la ola de frio.

La intimidad del Capitolio no restó espectacularidad al acto. Un rasgo éste que siempre acompaña a Trump cuando aparece en público. En su breve discurso de toma de posesión de 30 minutos, el nuevo presidente se centró en temas nacionales y apenas hizo incursiones en materias internacionales.

Fue inmisericorde con el equipo saliente Biden-Harris que, contra lo que hizo Trump en 2020, acudieron cortésmente para hacer la transferencia de poderes de forma correcta. El nuevo presidente criticó al saliente considerándolo incapaz de resolver no ya los grandes problemas del momento, pero ni siquiera cuestiones relativamente rutinarias tales como la sanidad, la educación, los efectos de los huracanes o los incendios, abundando en especial en la cuestión migratoria, declarando el estado de emergencia en la frontera Sur del país donde reforzará la presencia del ejército y las fuerzas del orden

Fue rotundo al instaurar un "daltonismo étnico" insistiendo en la igualdad entre las diferentes razas y también los diversos géneros, que limitó solo a dos: el masculino y el femenino, con la consiguiente reacción de los LGBTQ.

Aseguró que aumentaría los aranceles para las importaciones desde todos los países del mundo. Reforzará el ejército no tanto para vencer guerras como para detenerlas allá donde se encuentren, una clara referencia a Ucrania y Gaza. En este último conflicto mostró su generosidad al permitir que Biden pudiera alcanzar el alto el fuego y el primer canje de tres rehenes por un centenar de prisioneros palestinos.

Prácticamente esta fue la única mención a la política exterior si descontamos su propósito de reforzar la presencia estadounidense en el Canal de Panamá en cuya construcción había dejado enormes sumas de dólares y muchas vidas humanas y sin embargo en la actualidad, China está teniendo más presencia y provecho que el propio vecino americano. También mencionó el deseo de sustituir el nombre del golfo de Méjico por el de América.

No se refirió directamente ni a Europa, ni a la Unión Europea ni a la OTAN. Si lo hizo en otras declaraciones del día o durante la firma de los 78 interminables decretos en que apuntó ambiciones respecto a Groenlandia y Canadá, lo que conoció una inmediata reacción de Copenhague y Ottawa.

Denunció tanto su pertenencia a la Organización Mundial de la salud como el Acuerdo de Paris sobre el Medio Ambiente, incompatible este último con su idea de reforzar la industria automovilística de todo tipo de vehículos -eléctricos y de gasolina- y su plan de perforación de pozos petrolíferos y de gas, campos energéticos en que quiere mostrar su autosuficiencia.

Dio pruebas de su desconocimiento del panorama internacional cuando identificó a España con el grupo BRICS de los países emergentes. O acaso quiso hacer un guiño al hecho de que es consciente del gobierno social comunista de Sánchez, más fácil de encajar cerca de China, Rusia y Brasil que de la UE y la OTAN.

He ahí un panorama político suficientemente poblado como para dar temas de conversación durante los próximos cuatro años e incluso más. Putin y Xi Jinping se pusieron en contacto inmediatamente para alinear sus posturas respecto al ideario de Trump.

Las principales novedades que cabe esperar en los próximos días son la continuación de los planes de pacificación tanto en Oriente Medio como en la guerra ruso-ucraniana y probablemente en la exigencia de que los aliados europeos aumenten sus contribuciones en la OTAN que, a fin de cuentas, es una organización construida en beneficio de la seguridad europea. Y también, no lo olvidemos, en mantener la supremacía de la gran potencia americana. Respecto a las aportaciones, España es uno de los menores contribuyentes en términos relativos (1,28 de nuestro PIB) aunque en términos absolutos sea un contribuyente mediano dentro de la Alianza.

Pese a que los discursos del día 20 fueron orientados a reforzar y engrandecer los Estados Unidos, el único espacio en que propuso hacerlo de una forma explícita fue el espacio sideral y particularmente Marte, que motivó uno de las más convincentes ovaciones de la jornada.

 

Imágenes: Twinki, discoverexperience.com

  • Jorge Fuentes Monzonís-Vilallonga es Master en Ciencias Políticas y Económicas y Derecho. 
    Diploma de Altos Estudios Internacionales. Embajador de España en Bulgaria en 1993. 
    Primer Embajador de España en Macedonia en 1995. 
    Embajador de España en Bruselas WEU en 1997, entre otros cargos.