La SOCIEDAD CATASTROFICA

A las élites sólo les importan una cosa: ellas mismas. Todo lo demás les tiene sin cuidado. Se ha hablado mucho de este divorcio de las élites respecto de la sociedad. Resultado de esta actitud son estas políticas globalistas. Y lo cierto es que llevamos demasiadas décadas aplicando ideas y políticas destructoras de cualquier tipo de control o regulación en todos los órdenes de nuestra vida, bajo la apariencia de un falso “progresismo”, como para pretender que la lamentabilísima situación actual no sea el producto final de estas.

Como decimos, el resultado de éstas sobre la sociedad española es absolutamente desalentador y lo puede ver cualquiera. Nuestra sociedad esta destruida. Y daremos solo algunos datos que ratifican este calificativo:

1.- Dado que no existen oportunidades laborales, nuestros jóvenes no ven futuro, razón por la cual nuestro índice de natalidad es el más bajo del mundo.

2.- La construcción hace ya décadas que no funciona dado que no hay demanda de viviendas nuevas. Cosa lógica, por otro lado, dado que no nacen más españoles y además los que lo hacen no tienen trabajo (esto evidencia, más que nada, que un país está paralizado).

3.- La industria se encuentra igualmente en un proceso de destrucción desde hace décadas, cada vez se deslocaliza más, pierde constantemente puestos de trabajo, y, en consecuencia, va desapareciendo.

4.- Como vemos, se ataca constantemente la agricultura con importaciones masivas de países terceros, impidiendo a nuestros agricultores y ganaderos poder competir en igualdad de circunstancias y precios, y abocándoles a la ruina.

5.- El sector servicios ha dejado últimamente de funcionar con el pretexto del COVID, sin haber recibido ningún tipo de ayuda o siendo éstas claramente insuficientes para impedir los cierres masivos de pequeñas empresas, que igualmente están siendo objeto de deslocalización debido al teletrabajo.

6.- La clase media en España está en vías de extinción.

7.- La educación funciona únicamente para generar incompetentes.

8.- Por si todo ello fuera poco, o, a consecuencia de todo lo anterior, todos los días se suicidan diez personas en España.

Cualquiera puede darse cuenta de que, en esta situación, es evidente que nuestros hijos tienen un futuro más que incierto o, directamente, no tienen ninguno; hemos pasado del “van a vivir peor que sus padres”, al “con suerte, sobrevivirán como sus abuelos”. De forma que o bien están en casa, o tienen un trabajo infra remunerado y se han alquilado un piso o una habitación en alguna parte, o han tenido que emigrar a otros lugares, en busca de alguna oportunidad.

El ciudadano de a pie se encuentra desahuciado económicamente, ha dejado de ser un actor económico, ha sido succionado por los actuales oligopolios económicos, razón por la cual no tiene crédito en ningún banco, y menos aún para los jóvenes a los cuales los bancos no conceden hipotecas dado que, vistas las circunstancias, están a mucha distancia de ser clientes confiables; con ello, el mercado de alquiler, la única opción, está saturado y sus precios van al alza de forma imparable.

Es demasiado evidente que, antes de cualquier progreso, el globalismo ha procurado la destrucción de todo; de forma que en ese viejo juego de la utilización de palabras seductoras que en realidad esconden verdades distintas y horribles, la de “progreso” merece una lugar muy especial y destacado, pues es más propio ya que se la rebautice como “regreso”, puesto que los niveles de desigualdad, merced a estas políticas han retrocedido a un siglo atrás, dividiendo nuevamente la sociedad entre una minoría rica y una ingente masa de pobres a distintos niveles, el modelo de sociedad que más éxito ha tenido en la historia: bienvenidos a la nueva edad media del siglo XXI.

Con todo, sin embargo, intentemos ser optimistas, nos podemos preguntar: ¿qué modelo político se propone desde el gobierno?, ¿quizás alguna solución laboral?, ¿quizás abrir nuevos mercados?.

Mucho nos tememos que nada de todo lo anterior, si no al parecer, todo lo contrario: desde el gobierno, repleto de trepas y “políticos de turno”, sin un solo estadista, se dan los objetivos de destrucción masiva satisfactoriamente por cumplidos. Finalmente, en esto consistía la modernidad que nos vendieron, de forma que ellos mismos dan todo por perdido y diríase que nada se puede hacer ya; en estas circunstancias, ante una sociedad ignorante, idiotizada por la televisión, desarmada, empobrecida e inane. El gobierno nos considera ya incapaces (o quizá quiere que lo seamos) para poder ayudarnos a nosotros mismos, de forma que toda su política se limita y concentra en subsidios y paguitas miserables para el afortunado que las consiga… proponiéndose un modelo mezquino de vida, reducida a la mera subsistencia, especial para mendigos de todas las edades y condición, sustentado en dinero solo para necesidades básicas, en el mejor de los casos, o, en el peor, a las “colas del hambre” de cualquier institución benéfica.

Al margen de todo ello, para tenernos aún más distraídos, ha habido algún amago de los partidos del “regreso”, de decretar una “alarma climática”, una “emergencia climática”, que sólo ellos saben qué pueda significar y que es una nueva imposición de sus jefes globalistas.

En buena lógica, y dado que desde el gobierno se reconoce que no hay futuro, y por tanto, ninguna propuesta tienen para el mismo, su gran baza, su único afán, es, lógicamente, aferrarse al pasado: al parecer, básicamente todo se reduce a buscar momias; a desenterrar cadáveres de hace medio siglo; buscar muertos por las cunetas de hace cien años… generar broncas estúpidas sin sentido; como decimos, al parecer, lejos de contar con un estadista, con un gobernante capaz, con alguien con propuestas, con ideas para el futuro, los cursis dandis de capital cortoplacistas y trepas que tenemos por gobernantes, esperan que todo ello genere una crispación artificial, cree más tensiones inútiles y estúpidas, que puedan ser capaces de mantenerles en el poder, y que solo provocan más altercados sin sentido, pero que esperan consigan el efecto de distraer y mantener entretenido al personal, apartándolo de las cuestiones importantes que ellos ya tienen decididas.

Además, en un intento por darle relevancia a todo esto, desde los medios se insiste en la preocupación por la “polarización”. ¿Pero qué polarización si no hay ningún sector que funcione?. O, quizá, si hay uno, la industria política, con miles de empleados, algunos de ellos incluso millonarios; y la de los medios de comunicación, absolutamente vendidos a sus amos.

Todo ello debiera de hacernos repensar en la política, para variar. La política no puede ser, sin más, una respuesta emocional, superficial, frívola, folclórica, kich; la política no puede ser un sentimiento, no puede ser una emoción, una sensación, como la de beberse un refresco, no puede estar basada en prejuicios, no puede reducirse a un cliché, a un simple insulto, y desde luego no puede ser una estupidez, una obviedad, o una superficialidad.

La vida es demasiado corta como para permitirnos vivir en un estado de idiotez y equivocación permanente, tenemos ya varias generaciones de jóvenes perdidas en el marasmo de la miseria y el no futuro de este globalismo impuesto. Al contrario, la política debe ser inteligencia, entendida ésta como la posibilidad que tiene el hombre para adaptarse al medio, e incluso, más allá, para crear un medio idóneo para su realización personal.

Se hace necesario reflexionar, ante todo, si estamos:

1.- Creando un futuro.

2.- Si nuestros jóvenes pueden tener una oportunidad en él.

O por el contrario estamos apostando por políticas destructivas que tienen en la catástrofe su última y más real meta. Y, en último caso, si tales políticas devastadoras están siendo impuestas desde poderes supranacionales.

  • José Manuel Millet Frasquet es abogado.