Mónica Oltra, vicepresidenta de la Generalitat Valenciana, consellera de Igualdad y Políticas Inclusivas, y también portavoz del gobierno valenciano, está a un paso de ser investigada judicialmente en el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana. Lo ha pedido el juez instructor del que muchos hablan como “caso Oltra”, pero que es a la Consellería que dirige por el encubrimiento de abusos sexuales del marido -ahora exmarido- de Oltra a una menor tutelada. Oltra todavía no está investigada.
El juez que ha pedido que el TSJCV impute a Oltra ha interrogado a 13 personas investigadas, entre ellas varios altos cargos de la Consellería, por inacción, por encubrimiento al que era marido de la vicepresidenta. La menor habló, y nadie le escuchó. Quienes debían protegerle y ayudarle le dieron la espalda, le asustaron, la dejaron sola y atemorizada: el colmo fue que le llevaran esposada al juicio que acabó condenando a Luis Eduardo Ramírez Icardi.
Queda para la vergüenza de esta historia, y también judicial, que Maite –la menor que sufrió los abusos– acudiera esposada al juicio. Una menor que denuncia, y se le trata de esa manera.
En este relato hay que destacar ahora que Mónica Oltra haya apelado a la ética para no dimitir aunque sea investigada por el TSJCV. Asombroso por la trayectoria política de Oltra, que no paró de exigir la dimisión de Francisco Camps por los “trajes” siendo investigado en su día.
No es que Oltra apele a criterios jurídicos, no, sino ¡a la ética! Ella es abogada y podría haberse quedado en argumentaciones de Derecho, pero ha ido mucho más allá: ella está por encima del Derecho, la ética le impide dimitir.
Las camisetas que portaba en Les Corts la ahora vicepresidenta contra Camps son muy recordadas, sobre todo ahora, en que ella se aplica un rasero muy incoherente. Fue muy combativa, constante, quería enarbolar las esencias de la ética.
Oltra me recuerda un libro titulado “Ética sin código”, de mis años universitarios. No hay normas, sino intereses personales acomodaticios, bajo pretexto de una ética democrática que define posiciones de uno y de otro, erigiéndose en juez permanente de la ética… de los demás.
La gestión de Mónica Oltra en estos años está dejando notables muestras de falta de ética, en lo relativo a la gestión de los Centros de Menores –el cierre del de Segorbe, gestionado por unas religiosas, fue un atropello inmoral– y de las Residencias de la Tercera Edad.
Es indignante que apele a la ética para no dimitir. Y no dimitirá aunque la condenen, porque recurrirá la sentencia. Y muy probablemente se presentará de nuevo a las elecciones en 2023, porque la ética se la hace a su medida.
No parece que en Compromís haya interés en relevar a Mónica Oltra, porque piensan que tiene tirón electoral. Tal vez se equivocan, porque los votantes perciben más de lo que parece la falta continua de ética. Tampoco parece que Ximo Puig se atreva a cesarla: le basta con que no contribuya a airear la imputación de su hermano Francis por las subvenciones. Una mutua protección “ética”. Repugnante. Otros políticos son necesarios, posibles, pero no para Oltra, que se cree salvadora de los más vulnerables. Feminismo, menores: Maite sabe bien las prioridades de Oltra.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.