Agosto como mes perdido. Aunque alguien no tenga vacaciones o no las tenga en ese mes, casi está abocado a renunciar a trabajar, porque muchos echan el “Cerrado por Vacaciones”, formalmente o en la práctica. Y algunos no deberían hacerlo, por ser un servicio público, o prever mejor cómo organizar el servicio a los clientes. Que juzgue el lector ante unos ejemplos reales de estos días.
Un periodista deseaba obtener unos datos de una Diputación Provincial. Telefoneó por la mañana varias veces, a centralita, a varios departamentos, a varios teléfonos. Nadie le cogió el teléfono en toda la mañana, por supuesto laborable. Si es una institución al servicio de los ciudadanos –que debe serlo-, que alguien explique esa negligencia.
Un particular –no abogado– deseaba presentar en los Juzgados la solicitud de incapacidad judicial. Hay que reunir abundante documentación, y presentarlo en Fiscalía. Para todo ello, le venía bien hacerlo en agosto, ya que septiembre se le presenta cargado. En ello estaba estos días ese ciudadano, y se entera que los Juzgados están cerrados en agosto. Casi le echan en cara no saberlo.
Otro se ve en la obligación de tener que hacer un ingreso en un banco, un banco de los grandes y que presume de modernización tecnológica creciente. Necesariamente el ingreso ha de ser en cajero automático. Consulta por internet sucursales abiertas en verano, y se dirige a la que le queda más cerca, teóricamente “abierta” ese día según internet. Al llegar, se encuentra con que está cerrada. ¡Vaya con el banco tan moderno, que no actualiza las sucursales abiertas en agosto a través de internet!
Va a la oficina central ese ciudadano en esa capital de provincia, y le surge una duda al pagar a través del cajero automático: se dirige a unos empleados del banco en un mostrador –tres empleados, no está mal– para que le ayuden a resolver la duda, y le dicen que no pueden salir del mostrador. A cuatro metros del cajero automático, dentro de la propia oficina. Modernos para no servir al cliente, pero no para actualizar en internet sus servicios en agosto.
Como ese ciudadano no es cliente de ese banco –y desde luego no lo será– y ya lo que le calienta no es el calor sino la desidia, tiene el descuido de dejarse la libreta en la repisa del cajero automático y, cuando vuelve de la consulta al empleado, se encuentra con que se la han robado: “hurtado” le precisan ya desde el banco, porque no hay violencia sobre las personas o las cosas. En la billetera, DNI, tarjeta de crédito, dinero, carnet de conducir… Rápidamente, a cancelar la tarjeta de crédito, denunciar el hurto a la Policía Nacional, etcétera.
Para mayor abundamiento, el policía nacional que redacta la denuncia se esmera en su tarea, y no se le ocurre hacer otra cosa que telefonear a “Objetos Perdidos” a ver si ha aparecido la mencionada billetera. No le cogen el teléfono ¡al policía nacional!, que comenta: “Pasa con frecuencia que no me cogen el teléfono”.
Las Diputaciones Provinciales han de asegurar atención, también en agosto: las sostenemos con nuestros impuestos. Los Juzgados han de asegurar un mínimo de servicio a los ciudadanos, también agosto, pues les pagamos nosotros. Y los bancos, que tanto presumen de digitalización y nuevas tecnologías, han de tener actualizados los servicios que ofrecen en sus sucursales en agosto, también en internet, a la vez que reflexionar sobre la imposibilidad de salir del mostrador, si es que es real.
Seguro que los ejemplos puede incrementarlos el lector de estas líneas, pero si sirve para que algún servicio público prevea mejor la atención durante agosto de 2019 ya será algo útil, incluso entidades privadas que alardean de prestar a los ciudadanos servicios permanentes. Para tranquilizar al cliente hurtado en un banco, le dice un empleado: “Las cámaras de seguridad habrán grabado todo y la policía hará su trabajo”.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.