Todos conocemos, tratamos, trabajamos o tenemos amistad con algún extranjero. La realidad española es que acogemos a millones de extranjeros, de los que una minoría son ilegales y son el foco de la lógica preocupación existente.
La casi totalidad de los inmigrantes que yo conozco son admirables. Muchos han pasado penalidades indescriptibles para vivir en España.
Han salido de Cuba, Venezuela, Ucrania, o de diversos países africanos, huyendo de la miseria, la violencia, las mafias, la persecución, la guerra, las matanzas. Buscan la supervivencia o una vida mejor. Estigmatizarlos a todos es inhumano e injusto.
El CIS, en la encuesta que dio a conocer el pasado 18 de septiembre, es decir, en verano todavía, nos aportó un dato revelador: la inmigración es el principal problema para los españoles, cuando en julio era el cuarto problema El estudio del CIS se ha basado en 4.000 llamadas telefónicas a móviles y fijos.
No debemos ser injustos ni superficiales al hablar de los inmigrantes. Lo que debe corregirse es una inmigración descontrolada, fenómeno del que Pedro Sánchez es en buena parte responsable. Y, por supuesto, revisar las diversas subvenciones que reciben, con auténticos abusos, sobre todo comparando con la que reciben los españoles.
Cuando alguien afirma que los extranjeros quitan los puestos de trabajo a los españoles, hay que ser honrado, y preguntarle de nuevo si de verdad lo piensa.
Este verano me he fijado de nuevo en los obreros y albañiles: extranjeros, gran mayoría de hispanoamericanos. No son jóvenes: entre 30 y 50 años la mayoría, pero sabemos que detrás suelen tener una familia, y no piensan en festivales musicales ni viajes por Europa, como la gran mayoría de los jóvenes españoles y los de mediana edad.
Lo mismo cabe decir del personal de hoteles, restaurantes y bares: en su mayoría, extranjeros. Así mismo, en residencias de la tercera edad los extranjeros son quienes han trabajado en verano sustituyendo al personal fijo o estable.
Y si hablamos de cuidadores de ancianos en sus domicilios o limpieza de las casas, es evidente que gracias a los extranjeros se cubren esas necesidades laborales. No quitan ni un trabajo a los españoles, porque son trabajos duros, de escasa o mediana remuneración, y un español quiere más, liberarse del estrés y “desconectar”, palabra mágica a veces en boca de quien lleva una vida comodona y sin apenas preocupaciones de entidad.
Cuando se alude a la delincuencia por parte de extranjeros, ni por asomo quiero ocultarla o justificarla, porque se debe a una política migratoria descabezada, y así se cuela o se instala quien no debería. Sin embargo, ni siquiera ligeramente hay que asociar a un inmigrante con delincuencia.
Otra afirmación es que los extranjeros vienen a vivir a costa nuestra, con sanidad, educación y servicios sociales que ni soñarían en su país, y aquí gozan de un bienestar considerable. Piénsese bien: reciben y dan.
También en verano, el 16 de septiembre, supimos que la Seguridad Social ha tenido en agosto 2.849.998 extranjeros afiliados, ¡un 13,7% del total de afiliados! Una coincidencia con el dato de los españoles residentes en el extranjero, 2,9 millones, que buscan una mejora en sus salarios y mayor proyección profesional, jóvenes bien formados que van a Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos, países nórdicos o Alemania. Son médicos, enfermeros, ingenieros...
Todos conocemos esta emigración española por razones laborales ¡y nos cuesta entender que vengan extranjeros a mejorar su vida, incluso salvarla, asumiendo los trabajos que los españoles descartan!
Ese día, supimos que, por actividades, los trabajadores de otros países suponen más del 20% del total de los afiliados en sectores como: Hostelería (29,1%), Agricultura, Ganadería, Silvicultura y Pesca (23,5%), y Construcción (20,7%). En el Sistema Especial del Hogar, cerca del 45% son trabajadores foráneos, y en el Sistema Especial Agrario, el 32,7%.
Son datos que coinciden con lo que vemos, y que son evidentes: gracias a los extranjeros, los hogares españoles son atendidos profesionalmente, un tercio de los puestos de trabajo en la Hostelería.
Son puestos de trabajo que exigen poca cualificación, y que su remuneración no es atractiva para los españoles ¡pero un inmigrante coge lo que le sale, ha venido a forjarse una nueva vida, tiene urgencia y su familia no puede esperar!
Otro punto de interés es que tienen más hijos que los españoles, compensan algo la brutal caída de la natalidad. Piénsese, por ejemplo, que muchos profesores de Primaria y ESO conservan su puesto de trabajo porque tienen un 25-30% de alumnos extranjeros en clase, porque de lo contrario ya se tenían que haber cerrado muchas aulas y colegios en España, y profesores en paro. Feijóo ha hablado de poner una “alfombra roja” a quien traiga una vida al mundo: ojalá lo veamos.
Ordenar la inmigración, evitar la ilegal, pero reconocer que a la mayoría tenemos mucho que agradecer, que reciben y aportan. Y tal vez nos enseñan a los españoles las prioridades vitales que tienen –familiares, espirituales, etc.-, de mayor calado que las nuestras, muchas veces basadas en un confort que impide ver el valor, la dignidad y el esfuerzo de los inmigrantes.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.