Radares y obras

El ayuntamiento de Castellón acaba de cobrarnos el Impuesto de Circulación. Hay quien dice que es el impuesto que paga más a gusto, por los gastos que supone en la ciudad la circulación de vehículos, como los semáforos, cuidado de las calles, etc. Ya se ve que hay opiniones y percepciones variadas, incluso en ese impuesto que supone en torno al 5% de los ingresos anuales de los ayuntamientos, que no es poco: los 67 euros anuales –pagan de modo desigual los modelos de vehículos– multiplicados por los 150.000 vehículos aproximadamente que tiene la ciudad de Castellón dan como resultado 10 millones de euros, que no está nada mal, aunque ya digo que el cálculo requeriría más precisiones. El coche, todo coche, es una fuente considerable de gastos e impuestos, y pienso que muchos o todos deberíamos reconsiderar su uso y en algunos casos su necesidad: la compra, revisiones periódicas, ITV, seguro, aparcamiento, elevado coste de la gasolina y gasoil ¡gravados por innumerables impuestos, por lo que yo no pago a gusto el impuesto de circulación!, y un largo etcétera.

Precisamente cuando han entrado en funcionamiento los tres radares en la ciudad de Castellón. Sabemos que es por afán recaudatorio, no por seguridad. Cuesta entender esta medida cuando hay un situación económica tan dura, y lo que deberíamos ver es medidas de ahorro en el ayuntamiento, cuantificando, e incluso valorando la necesidad de algunos puestos de trabajo y su rentabilidad. Por algo casi todo el mundo quiere ser funcionario: horario, retribución, seguridad laboral para el futuro. Bien lo saben en la Generalitat, que más de una vez han afirmado: “la gente quiere ser funcionaria, y se lo vamos a dar”. Eso no se logra sin una subida de impuestos de diversa índole, o recaudaciones descaradas como los tres radares mencionados. Como siga gobernando el actual tripartito en el ayuntamiento, veremos que nos cobran por acceder con el coche al centro de la ciudad. Si gobierna el PP ya ha anunciado que recortará en 10 millones de euros el gasto del ayuntamiento: conviene retener lo que se dice en la oposición y,  llegado el caso, gobernando el PP. Estos radares, a la vista de las elecciones, hunden.

Con el enfado por los radares, las obras de la Avenida Lledó siguen siendo un calvario para vecinos y transeúntes. Los comercios, la gente mayor, los viandantes, los matrimonios con niños pequeños, las sufren sin entender nada. Entre radares, la cruz del Ribalta y las obras de la Avenida Lledó, casi en vísperas de elecciones, son ganas de empeñarse en perder las elecciones. Indigna y asombra a la vez.

 

  • Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
    Escribe, también, en su web personal.